Las religiosas canonesas zaragozanas enseñan sus labores y bordados

Un libro y una exposición que puede visitarse hasta el sábado presentan sus trabajos artesanales y los utensilios que empleaban para hacerlos 

Un aspecto de la muestra inaugurada ayer en la iglesia de San Nicolás del Monasterio de la Resurrección.
Un aspecto de la muestra inaugurada ayer en la iglesia de San Nicolás del Monasterio de la Resurrección.
Francisco Jiménez

Durante 15 años, María Elisa Sánchez, profesora de Antropología Social de la Universidad de Zaragoza, ha acudido puntualmente todos los lunes, día en el que no tenía clases, al monasterio de la Resurrección de Zaragoza. Allí, entre los fondos previsibles en un añejo monasterio de clausura, encontró una decena de cantimploras de metal viejas y abolladas. ¿Y esto?, preguntó. Resultó que durante la guerra civil, ante el frío invernal, hubo soldados que llegaron a un acuerdo 'comercial' con las religiosas. Ellas les tejían guantes y calcetines (en aquellos momentos un bien escaso) y a cambio les pagaban con sus cantimploras, que las monjas las usaban por la noche a modo de calentador para sus lechos, tras introducir agua caliente en su interior.

Esta es una de las anécdotas y curiosidades con las que está sembrado el libro 'La Sala de Labor de las Canonesas del Santo Sepulcro de Zaragoza', de Elisa Sánchez, y de la exposición que lo acompaña. El libro, publicado por la Institución Fernando el Católico de la Diputación de Zaragoza, se presentaba este miércoles en el propio cenobio, al tiempo que se inauguraba una exposición de piezas relacionadas con el tema, entre ellas una de las citadas cantimploras, que aún conserva estampadas las iniciales del soldado que la poseía. 

"Nunca había trabajado dentro de una clausura -admite Elisa Sánchez-, y los antropólogos tenemos una visión distinta de las cosas. Los historiadores del arte buscan la pátina de los objetos y nosotros el 'tempus vitae'. A los antropólogos no nos importa que algo esté roto o desgastado, al contrario, esas señales son signos de la vida que ha tenido una pieza. Cuando los historiadores del arte ven los Niños Jesús del monasterio, se preocupan por el estado de la talla, por su datación, por hallar el nombre del escultor. A nosotros estas cuestiones no nos importan tanto, nos preocupa saber por qué hay tantos Niños Jesús en el monasterio, por qué las religiosas los visten y cuidan... Y lo hacen porque ellas están unidas a Cristo, no van a ser madres y viven una maternidad mística".

Y con ese punto de vista antropológico Elisa Sánchez ha inventariado todos los fondos del monasterio. El primer fruto de ese trabajo es el libro recién publicado en el que, a lo largo de más de 300 páginas, cuenta la historia de la Sala de Labor y los trabajos que las monjas realizaban en ella.

El cambio de uso de la Sala de Labor

"La Sala de Labor es un espacio muy luminoso orientado a mediodía, lo que garantizaba luz y algo de calor solar en invierno. Había baldas, en las que cada religiosa depositaba su canastillo de costura -relata Elisa Sánchez-. Allí, a diferencia de otros lugares de trabajo femenino, las religiosas tenían que trabajar en silencio, ofreciendo su trabajo a Dios. Desde finales del siglo XIX trabajaron haciendo casullas, escapularios, juegos de cama, toallas... para sacarse un dinero y subsistir. Luego algunos de esos trabajos volvían a ellas, porque también lavaban y planchaban. La sala dejó de estar en uso en 1967, cuando se convirtió en capilla de San José. Eso se hizo en parte porque tenían otras fuentes de ingresos, pero sobre todo porque muchas de las religiosas ya eran mayores, y para ir a rezar tenían que recorrer un largo trayecto, con escaleras y claustro helado incluidos". 

La exposición puede visitarse, guiada por la propia Elisa Sánchez, este jueves, este viernes y este sábado, cada día en tres pases (17.00, 18.00 y 19.00). El visitante no debe esperar bordados deslumbrantes ni piezas espectaculares. Si alguna vez las monjas las hicieron, estan fuera del monasterio. Pero sí se recoge, desde el punto de vista antropológico, lo que supuso para las religiosas la costura y el bordado. Bastidores, huevos de zurcir, alfileteros, dedales, costureros, madejas de hilos (algunos de ellos de metal)... Alguna pieza curiosa hay, como un alfiletero de marfil con forma de sombrilla cerrada, que tiene en su interior una vista Stanhope (fotografía o dibujo que se podía atisbar a través de un mínimo agujero) de La Concha de San Sebastián. Hay también dechados (ejemplos) para coser y bordar, láminas con 100 imágenes sagradas que se recortaban una una para hacer escapularios... En el monasterio ha aparecido también una curiosa estufa calentador de planchas, de la época en la que no había luz eléctrica y estas eran de hierro fundido. Hay un tipo de piezas que confeccionaban las religiosas y que tiene un alto valor antropológico, los 'evangelios' para recién nacidos.

"Las monjas confeccionaban escapularios, detentes (piezas que los soldados, sobre todo los carlistas, se ponían sobre el corazón para conjurar las balas) y evangelios -relata Elisa Sánchez-. Estos eran unas láminas pequeñas en las que se habían impreso las primeras palabras de los cuatro evangelios y que se plegaban en 16 partes, se introducían en bolsitas y se les ponía a los bebés en las fajitas o en los gorritos para ahuyentar el mal de ojo. Este uso supersticioso es un recuerdo de la la cultura romana".

El material de su propio uso era austero y sin ornato. "Como mucho, lo bordaban con una cruz patriarcal en rojo y las siglas S. S., Santo Sepulcro", añade la especialista. Se sabe que, en cuanto a la ropa litúrgica, trabajaban para los canónigos de la Seo y para algunas parroquias, más reparándola que confeccionándola, aunque ha aparecido entre sus fondos alguna dalmática y alguna capa pluvial pintada a la acuarela, ya que hubo un tiempo en el que en el monasterio vivió una monja con habilidades artísticas. Todo ello queda recogido en la exposición y, sobre todo, en el libro.

"Tenía interés en abordar el tema también desde el punto de vista de la desigualdad que ha sufrido la mujer desde hace siglos. Durante mucho tiempo las monjas cosieron y bordaron en el monasterio, pero es que era el papel social que se ha reservado durante siglos a la mujer. Hay que tener en cuenta que en el terreno educativo, las asignaturas han sido distintas para niños y niñas en España hasta 1970. Había chicas que no estudiaban geografía pero sabían hacer cofias, maestras que no tenían mesa en sus colegios... Las monjas, en cierto sentido, eran superiores al resto de las mujeres porque, al servir a Dios, tenían una cierta educación y sabían y podían leer y escribir. ¡Cuántas mujeres españolas han muerto siendo analfabetas".

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