¿Qué sucede cuando con no más de ocho o diez años te separan de tus amigos, los que te han acompañado desde que tenías uso de razón? Este es el punto de partida de ‘Vidas pasadas’, una preciosa película con la que debuta como directora y guionista la coreana Celine Song, quien, por su biografía -nacida en Corea del Sur, emigrada con su familia a Canadá y, posteriormente, instalada en Estados Unidos- sospecho que cuenta en este filme su propia historia.

Cineastas noveles como Celine Song vienen a confirmar que para hacer un buen trabajo lo más importante es acertar con una buena historia, contarla bien y tener unos actores que respondan. Que es el caso de ‘Vidas pasadas’, que comienza cuando los protagonistas, una niña y un niño que siempre están juntos, se tienen que separar y no vuelven a saber el uno del otro hasta pasados bastantes años, cuando ambos ya tienen sus vidas hechas en diferentes países.

A partir de aquí, la directora podría haber optado por un estilo narrativo en exceso sentimental, buscando el posible lado dramático de la historia y cargando las tintas en alguno de sus personajes. Sin embargo, en un alarde de sutileza y en una apuesta por darle al relato los toques justos de melancolía y/o nostalgia, lo que nos encontramos es con unos diálogos, unas reflexiones y hasta unos silencios que ocupan mucho y que nos ayudan a comprender mejor los estados de ánimo, las sonrisas o la pena de los protagonistas, incluido un tercero, el esposo de ella, que realiza un estupendo papel.

‘Vidas pasadas’ no es una obra maestra del cine ni creo que esa haya sido la pretensión de Celine Song. Pero es una obra que se siente, que hace disfrutar, que entiendes porque compartes aquello por lo que pasan sus personajes, porque comprendes sus sentimientos porque, por boca de los tres, salen siempre reflexiones llenas de respeto, de amor, de ternura. Porque es sutil, porque está llena de bellas palabras, porque interesa y emociona.