Ocio y Cultura

El Concierto de Año Nuevo 2023 pone el listón muy alto para las futuras ediciones en la sala Mozart de Zaragoza

La Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza articuló un recital de nueve piezas que se saldó con aplauso cerrado.

El tenor Eduardo Aladrén durante su primera aria, junto a la directora Laura Pérez
Oliver Duch

El Concierto de año Nuevo en Zaragoza se adelantaba casi una semana al de Viena. La tradición es aquí algo laxa en cuanto a la fecha, y estricta en lo que se refiere a la calidad de la propuesta: solo lo mejor, y si es con abundantes mimbres de la tierra, miel sobre hojuelas... y bien de polvorones. La sala Mozart del Auditorio se llenó hasta los topes para presenciar un espectáculo que, como mandan los cánones locales, mantuvo parcialmente oculto su programa artístico hasta este lunes para preservar el espíritu de regalo que tanto conmueve a quienes regresan al reencuentro de emociones año tras año.

No solo para el Pilar sale lo mejor, por cierto. Al frente de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Zaragoza se hallaba Laura Pérez Soria, talento de la tierra que ha elevado durante años su perfil profesional en Viena, y que puede presumir de haber evolucionado batuta en mano por algunos de los teatros más relevantes del mundo.

La voz principal era la del tenor Eduardo Aladrén, otro que volvía a casa por Navidad después de cinco años sin cantar en el Auditorio. Además, el Estudio de Danza María de Ávila engalanaba la propuesta con ocho bailarines y bailarinas, y la Coral de la Polifónica de Ejea pedía paso en el menú musical para dar el contrapunto perfecto a los demás ejes de la velada.

Concierto de Año Nuevo 2023 en Zaragoza

Lleno a rebosar

La Mozart lucía el aspecto de las grandes noches. El carácter festivo de la cita no anulaba la solemnidad que se supone a la ocasión, pero el aspecto de la platea era más heterogénero de lo habitual. Diez minutos después de la hora señalada -la fila en la entrada era considerable- salió al escenario la orquesta.

Laura Pérez, resolutiva desde el inicio, combinó la expresividad con la sobriedad en su desempeño; la obertura de ‘El barón gitano’, de Johan Strauss hijo, sirvió para calentar motores, y es que un concierto de Año Nuevo no puede bajo ningún concepto obviar el apellido Strauss. Aunque el hijo sea (justamente) más aclamado, la huella del padre -autor de la célebre ‘Marcha Radetzky’, que cierra cada 1 de enero el concierto de Viena- también es notable. Anoche hubo hueco para otras tres piezas de Johann Strauss hijo y una más con el mismo apellido, esta vez con su hermano Josef en la firma.

Había ganas de ver a Aladrén en casa; se le tiene cariño y respeto al zaragozano. El tenor respondió con creces desde su primera aparición en ‘O figli, o figli miei... Ah, la paterna mano’, aria del ‘Macbeth’ verdiano. Alternando la contención con el alarde, afilado y cálido, Aladrén dejó claras las razones que le han llevado a la élite europea del bel canto, estatus coronado este verano con su debut en rol protagonista en el Teatro Real.

En la batuta, Pérez Soria conectaba a la perfección con sus músicos. En la platea, entre pieza y pieza, aplausos y algún arranque de orgullo, de ésos que no se sabe si aplaudir (poco) o lamentar (bastante). “Oye, son de aquí, pero parecen de fuera, ¡qué buenos!”. La tercera pieza, ‘Champagnier Polka”, metió una velocidad más al concierto; además, el trío percusivo de la orquesta la coronó con un brindis de champán, en un jocoso ejercicio de coherencia argumental.

Regresaría Aladrén para uno de los momentos más esperados de la noche, ‘E lucevan le stelle’, de ‘Tosca’. El único guiño a Puccini del recital lució soberbio, con el tenor espléndido en todo momento, aunque al concluir evidenció con un leve gesto que no había quedado totalmente satisfecho. La autoexigencia es así.

Para cerrar la primera parte del concierto, salieron a escena las voces corales de la Polifónica cincovillesa, que se situaron en un lateral, y la orquesta abordó el ‘Vale de los copos de nieve’ de Cascanueces para el lucimiento de tres parejas de bailarines de la cantera de María de Ávila. La nueva generación de esta factoría de talentos dejó claro que hay relevo para las grandes estrellas salidas de la ilustre casa de la danza aragonesa.

Derroche de brillantez

Tras el descanso, la segunda parte del concierto consumió algo más de tiempo escénico (40 minutos, por los 30 de la fase inicial) y se articuló sobre cuatro piezas. La primera, el ‘Vals del Kaiser’ de Johan Strauss hijo, una de las obras más celebradas de su carrera, estrenada al final de su vida. Siguió ‘O paradis, sorti de l’onde’, de ‘La Africana’ de Meyerbeer, que sería la última obra estrenada en vida del compositor berlinés. Todos los actores del espectáculo siguieron combinando destrezas para deleite del público, sin esquivar momentos jocosos, junto a otros del más puro lirismo academicista.

La ‘Feuerfest’ de Josef Strauss, penúltima parada del trayecto de anoche, sonó tan festiva como su nombre indica; una polka vibrante en la que la percusión reclamó nuevamente protagonismo. La magia aumentó con otra polka, nuevamente de Johan Strauss hijo: Laura Pérez manejó a la perfección la ‘Tritsch-Tratsch’, un clásico de Año Nuevo que ya bordase el desaparecido Mariss Jansons en Viena hace 11 años. De propina, algún regalito extra... incluida la 'Marcha Radetzky' y los rítmicos aplausos del respetable. Una fiesta.