Los nombres de los involucrados en una película transmiten detalles, y en ocasiones anuncian que puede haber solvencia y oficio aunque se intuya el rango menor. En los créditos de ‘La memoria de un asesino’ aparecen Martin Campbell, director de dos títulos de James Bond (‘Goldeneye’, ‘Casino Royale’) y de otros como ‘Escape de Absolom’ y ‘La máscara del Zorro’, y Liam Neeson en su perfil de figura madura del cine de acción, icónico pero ya a la baja. El actor encarna el rol clásico del sicario profesional y eficaz en su última etapa, situación reconocible a la que al cansancio se añade el factor de la enfermedad. Sumido en el deterioro provocado por el alzhéimer, el personaje se revuelve contra sus clientes por lo que le piden hacer. Con la novela de Jeff Geeraerts y el filme belga ‘La memoria del asesino’ (2003), que en su momento no pasó desapercibido, como referentes, el ‘thriller’ se adscribe a lo digno aunque resulta evidente que a su tratamiento, acomodado en lo soso, le falta chispa.

Podría haber sacado bastante mejor provecho de las circunstancias del asesino y de cómo estas condicionan sus pasos. En cambio, se centra más en la cuestión moral, canalizada a través de la razón de su venganza y de la descripción del agente del FBI interpretado por Guy Pearce, el coprotagonista. A ambos les remueve que una red de trata mate a una menor prostituida (al primero lo habían contratado para eliminarla y el segundo quería protegerla y salvarla). El tema se ve resentido por la rutina presente, si bien la historia retiene parte de sus implicaciones así como el interés natural de la alianza que va a establecerse a pesar del conflicto y las diferencias.

La obra contiene una alusión, atrayente dentro de su recorrido discreto, a los ricos, a sus influencias y a las cosas que tapan. Aquí una mujer poderosa (Monica Bellucci) mueve hilos criminales para ocultar la depravación y los delitos de su hijo.