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Benjamin Lacombe cuenta, en Edelvives, la historia de la funambulista ‘Cecilia Málaga’

Se trata de una historia sobre el sentido de la vista que sucede en el circo Franconi que persiguió al ilustrador y escritor durante una década

Una doble página, con la funambulista,
Una doble página, con la funambulista,
Benjamin Lacombe.

Los libros del ilustrador Benjamin Lacombe (París, 1982), también escritor desde hace pocos años, son todo un lujo para los cinco sentidos. Siempre le da una vuelta de tuerca a su mundo sutil y refinado, sensible o hipersensible y exuberante de ternura, de trazos, de melancolía. Publica en diversos lugares del mundo, pero quizá el país donde más éxito tiene, antes que en Francia, es en España. Publica sus libros en el sello zaragozano Edelvives, que cultiva con primor los libros ilustrados, especialmente los suyos (entre otros ‘Alicia en el País de las Maravillas’, ‘Frida’, ‘Historias de fantasmas de Japón‘ y ‘Espíritus y criaturas de Japón’), pero también otros muchos.

Benjamin Lacombre publica ‘Cecilia Málaga’, la historia de una niña funambulista, que, allá arriba, en los aires de la carpa del circo del señor Franconi, adopta la forma de un pájaro o quizá de un ángel. Llegó una noche, como una errabunda, hecha jirones, y el dueño la convirtió en una estrella que suspendía la razón y la emoción de público. “Desde las gradas, todas las miradas permanecían fijas en los pocos metros que separaban a la artista del otro extremo del cable. Sus ojos opalinos no dejaba traslucir ninguna emoción”; algo más adelante, se añade: “La artista era famosa en el país por sus prodigios. Tras conocer su leyenda, el público venía de todas partes para verla actuar”. Lacombe presenta su historia y cuenta algo inesperado, que debe descubrir el lector.

“La artista era famosa en el país por sus prodigios. Tras conocer su leyenda, el público venía de todas partes para verla actuar”, anota el ilustrador y escritor Benjamin Lacombe

Tras vivir esta aventura donde se mezclan muchas cosas -el amor a los padres, la afición a la naturaleza y una maestría de la niña a la manera de Pinito del Oro, por ponerlo un ejemplo español-, una aventura literaria y visual, el libro en sí mismo cobra valor y resonancia como objeto de arte -cuidados diseño y maquetación, juegos de transparencias, la puesta en página de la tipografía, la aleación de colores vivos, florales, con el negro-. Al final, Benjamin Lacombe agrega unas notas que explican las razones del relato sobre las sombras del corazón y las de los ojos. El autor cuenta que ha querido explorar el sentido de la vida a través de la denominada ceguera cortical.

Retrato de la funambulista.
Retrato de la funambulista.
Benjamin Lacombe.

Dice: “Hace tres años, yo mismo viví la experiencia de perder la vista durante unas horas después de sufrir un duelo y un intenso dolor. Jamás olvidaré el pánico, el terror y el vértigo que generó en mí la incapacidad de ver. Intenté expresar esa sensación de vértigo inventando la historia de una joven a la que llamé Cecilia Málaga. Es una chica ciega, sin memoria ni pasado, que llega a ser funambulista en el circo, imaginado por mí, de Franconi”.

Cuando la correctora del libro leyó la historia, le contó al ilustrador y escritor que en el siglo XVIII, en el Cirque Olympique trabajó una bailarina de cuerda, madmoiselle Malaga. Lacombe, obesivo, inspirado y un trabajador pertinaz, revela: “Este álbum estuvo latente dentro de mí durante casi diez años, en estado germinal”.

Ahora tenemos ante los ojos este álbum ‘Cecilia Málaga’, pletórico de detalles, de simbolismo y de esa belleza personal que cultiva Benjamin Lacombe (traducido a catorce idiomas, ha vendido más de tres millones de ejemplares), un maestro del trazo, del color, de la figura, de la composición y, sin duda, de un refinamiento expresivo que tiene muchos seguidores y algunos detractores.

Benjamin Lacombe, en su visita al museo Pablo Serrano en 2015.
Benjamin Lacombe, en su visita al museo Pablo Serrano en 2015.
Asier Alcorta/Heraldo.
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