estética y pensamiento. 'artes & Letras'

La esencial inutilidad del arte

Qué pensaron, qué dijeron y cómo lo sintieron creadores de todas las épocas y de diferentes disciplinas

La utilidad del arte.
'La familia de Carlos IV': el inmenso talento de Goya.
Goya / Museo del Prado.

Mientras Oscar Wilde en el prólogo de su novela ‘El retrato de Dorian Gray’ escribe “todo arte es inútil”, su contemporáneo Friederich Nietszche afirma “la vida sin arte sería un error”. Mas cercanos a nosotros se manifiestan el escultor Jaume Plensa “la inutilidad del arte lo hace imprescindible”, Miquel Barceló “la pintura es una inutilidad esencial” y en 2006 Paul Auster, en la recepción del Premio Princesa de Asturias de las Letras, dijo: “el valor del arte estriba en su misma inutilidad”.

¿Cómo explicar esta aparente contradicción y entender este oxímoron? La respuesta requiere precisar qué entendemos por útil o inútil. Las raíces del utilitarismo están en la filosofía empirista de John Locke, David Hume y John Stuart Mill que en su obra de 1863 ‘El utilitarismo’ defiende que el fundamento de la moral esta en la utilidad. Para Adam Smith la búsqueda del interés personal contribuye al bien social, y hoy el cientifismo y el trashumanismo siguen concibiendo al hombre con una visión materialista. En el ideal utilitario un martillo o un cuchillo valen más que una poesía o una escultura, pues sabemos para que sirve un utensilio pero resulta más difícil entender el valor de la música, la literatura o las artes plásticas.

En la lógica productiva la filosofía y el arte son inútiles, sin entender su capacidad de mostrarnos un modo distinto de expresar e interpretar lo real. Se ha dicho que el hombre piensa, trabaja y ‘juega’, entendiendo aquí el juego como una acción sin utilidad, una actividad divertida pero también una necesidad antropológica que ha originado la creatividad. Se comete el error de adoptar lo útil como medida de todas las cosas, llegando a valorar lo humano en función de su utilidad y olvidando que cada persona es única e irrepetible, consciente de su finitud y con un grado de libertad que le permite elegir hacer cosas inútiles por puro placer. Se puede dedicar mucho esfuerzo en conocer por el placer de conocer, aunque no vaya a aplicarse ese conocimiento. En arte valor y precio no tienen relación, el artista no puede actuar al servicio de un fin externo pues se desvirtuaría dejando de ser independiente y fiel a su vocación.

El ser humano no se limita a lo material y necesario, necesita cultivar su espíritu. Momento clave en la evolución fue cuando el Neardental y luego el Sapiens, hace 70.000 años, se convierte en artista y desarrolla una actividad ‘a priori’ inútil pero que nos hace más humanos y nos distingue de las demás criaturas. Desde sus orígenes, en un impulso fundamental el hombre ha hecho arte, siendo a veces su arte lo único que ha sobrevivido. El artista necesita crear y además sus congéneres disfrutan y valoran el arte que otros han creado y es por ello que perdura en el tiempo.

El arte define nuestra capacidad de apreciar la verdad y la belleza por su carácter moral, y nunca pierde su valor precisamente porque no es útil sino placentero a la vez que atrevido, desconcertante y misterioso, es el paradigma de la inutilidad suprema, sublime y fascinante. La esencia de la vida se hace patente en el arte al evidenciar que hay cosas valiosas que si se buscan por un fin distinto de ellas mismas se degradan, como la amistad, el amor o la sabiduría. El arte es autosuficiente y expresa de forma radical uno de los elementos que hacen singular al hombre.

Somos un conjunto de moléculas y células, pero no basta una descripción científica de nuestro ser; el arte nos permite conocernos y conocer el mundo más allá de la fría razón lógico-matemática, nos dice que la vida también es inútil en el sentido de ser valiosa por sí misma y nos recuerda que la muerte es el fin de la vida pero no el límite de lo humano. William Faulkner escribió “me resisto a creer que solo he venido a este mundo a resistir, prefiero pensar que he venido a trascender”. Martin Heidegger otorga al arte la capacidad de abrir nuevos mundos. Con su inutilidad esencial el arte produce extrañamiento y capacidad de asombro, al poder ver el mundo con otros ojos descubriendo la dimensión lúdica de la existencia, nos permite pensar disruptívamente. El arte y la filosofía nos devuelven la insaciable curiosidad de la mirada del niño ‘nos abren la puerta para ir a jugar’.

Michel de Montaigne escribió “no hay nada inútil, ni siquiera la inutilidad misma” y Eugène Ionesco explica “si no se comprende la utilidad de lo inútil y la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte”. En ‘El libro del té’ Kakuzo Okakura nos introduce en los misterios del ritual Zen y reza “al percibir la sutil utilidad de lo inútil, el hombre entra en el reino del arte”.

Y es que como ya enseñó Aristóteles “el arte es el único modo de dar cuerpo a la esencia secreta de la cosas”.

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