Ocio y Cultura

ocio y cultura

Laura Freixas: “Soy una francotiradora contra la desigualdad de la mujer, y me gusta”

La escritora y fundadora de la Asociación Clásicas y Modernas habla de feminismo, de estereotipos y de su novela autobiográfica ‘A mí no me iba a pasar’ (Ediciones B)

La escritora Laura Freixas, el pasado octubre, en su visita a Cálamo, donde conversó con Encarna Samitier.
Toni Galán.

“La estructura del libro, que sucede entre 1985 y 2003, se debe a que es difícil interesar al lector o lectora con una historia contada en orden cronológico. Al principio vas a tener que contar cosas que parece que no tienen dramatismo, que no tienen interés. No sabes bien por qué las cuentas. En cambio, si empiezas por el final, y todo lo que cuentas es como un largo ‘flashback’, la primera escena es tardía cronológicamente, pero es una escena donde se crea una tensión, y hay una cierta angustia, y un conflicto, etc., eso tiñe lo que luego sucede. Lo vuelve inquietante y despliega una tensión que en sí mismos el primer capitulo y los siguientes no tendrían. Pero como tú sabes cómo va a terminar eso, lo lees con otros ojos», explica Laura Freixas (Barcelona, 1958), escritora de ensayo, dietarios y narrativa, y una de las defensoras de la igualdad de la mujer con el hombre. «No se preocupe. Puede decirlo. Sí, soy beligerante en ello. Y a mucha honra».

Gracias. ¿Por qué sintió la necesidad de escribir ‘A mí no me iba a pasar’ (Ediciones B)?

Porque llevaba ya años divorciada e intentaba entender esa etapa cerrada de mi vida. Y porque en el curso de esa reflexión de varios años, las conclusiones a las que iba llegando no se aplicaban solo a mí, sino que eran conclusiones a las que yo iba llegando a medida que iba entendiendo el feminismo, y me daba cuenta de que lo que me había pasado a mí nos había pasado, de alguna manera, a todas. Con todas las salvedades y diferencias de clase, geográficas y de generación. De hecho, muchas mujeres me lo están diciendo… El libro ya lleva cinco ediciones.

¿Qué le dicen?

Que a pesar de esas diferencias, se sienten identificadas. Llegó un momento que ese proceso de comprensión había madurado lo bastante como para convertirlo en un libro.

Me llama mucho la atención esa crónica que hay, casi desde el principio, de la demolición de un matrimonio. ¿Es un imposible la relación de pareja?

Creo que no. Yo ahora tengo una estupenda relación de pareja. Pero sí que es difícil porque quizá tenemos unas expectativas muy estereotipadas, que no se refieren tanto a la persona, a lo emocional, sino a una apariencia. Y desde el punto de vista de la apariencia, mi pareja era perfecta. Me la creía hasta yo. He sido muy feliz con ella durante los primeros años y creo que él también. Después me ha parecido que todo era una especie de espejismo.

O sea, que usted misma estaba envuelta en esa sensación de trampantojo…

Sí, un trampantojo, efectivamente. Sí. Luego yo me he preguntado cómo pude caer en ese matrimonio tan convencional, cuando yo siempre había sido feminista, desde los seis años, como quien dice, porque mi madre ya era muy feminista, y yo recibía sus enseñanzas.

¿No exagera sobre su madre?

No, no. Mi madre no se llamaba a sí misma feminista, no era militante feminista, pero siempre estaba observando la desigualdad y protestando, de una forma muy estéril y fatalista. No se lo reprocho. Es propio de esa generación. Hacer otra cosa habría sido muy difícil, pero a ella no le hacía ninguna gracia tener que pedirle permiso a su marido para tener un pasaporte o abrir una cuenta bancaria, ni ocuparse de la casa. No tenía ninguna vocación para eso, lo aceptaba a regañadientes…

Decía que usted, Laura Freixas, siempre fue muy feminista…

Sí, y me preguntaba que cómo pude caer en una pareja convencional. Y vi respuestas que tienen mucho que ver con la Asociación de Clásicas y Modernas. Es una de las cosas que yo he entendido. Por una parte tenemos ideas, y por otra parte está la cultura que nos transmite historias, emociones, sentimientos, y hay un divorcio entre esas cosas. La igualdad no va llegar solamente porque tengamos políticas públicas igualitarias, o ideas igualitarias, sino revisamos el imaginario. Y mi imaginario estaba poblado por ‘La bella durmiente’, ‘Cenicienta’, ‘La Regenta’ y ‘Madame Bovary’. Es decir, historias en que lo único que hace la mujer y lo que da sentido a su vida es enamorarse para ser la criatura adorada de un hombre que se comporta como el yeti, que tiene a su musa o a su princesa para desfogarse en la cueva mientras él ejerce y se mueve como un cazador solitario, como un aventurero.

La autora de 'A mí no me iba a pasar' ante el escaparate de Cálamo.
Toni Galán.

Usted, en su libro, hace muchas cosas: tiene inquietudes, sueños. A pesar de lo que dice del imaginario, ¿no tenía una gran sensación de libertad? ¿No prescinde el feminismo de las contradicciones del individuo?

A las mujeres nos pasa más. Porque las mujeres, sobre todo en una sociedad capitalista y sobre todo las mujeres que tenemos más posibilidades, recursos, recibimos un mensaje contradictorio de la sociedad y de la familia. Y es, por un lado, el mensaje que recibimos en tanto que individuos de una sociedad individualista –«pon tus deseos y tu proyecto por encima de todo»–, y por otra parte recibimos el mensaje opuesto: «Vive para los demás, hazle compañía a papá y mamá, ten hijos, etc., intenta que tu marido te quiera. Los hombres digamos que tienen la ventaja de que pueden hacer que sus dos vidas, la pública y la privada, no se contradigan, sino que se complementen y se enriquezcan. Y la mujer no puede hacer eso…

¿Por qué?

Porque la casa se queda vacía y no hay nadie que le vaya a servir una taza de té. Y esa contradicción en mí se traducía en este afán: «Yo quiero ser una escritora y quiero poder ganar un premio o irme a la Academia de Roma». Y entonces, hay una apariencia, una especie de hipocresía por la cual nosotras las mujeres y la sociedad que nos rodea nos dicen qué estupendo que seas escritora, arquitecta, política, y al mismo tiempo nos están diciendo todo lo contrario. Aludo a esa conversación con mis padres que yo meto por ahí: «¿Y de novios, qué?», me preguntan. Fíjese: una cosa que me gusta de este libro son las voces que suenan. Esos paréntesis, las cartas, los diccionarios y los subtextos que colisionan y se contradicen. Hay una dificultad de conciliar discursos porque es representativo de lo que nos pasa a las mujeres.

¿Qué hacemos mal los hombres?

No ser críticos con el ideal de masculinidad. Hay hombres como mi ex marido y otros que veo a mi alrededor que tienen una necesidad casi enfermiza de corresponder, de estar a la altura de ese ideal de masculinidad. De ser vistos por los otros hombres como uno de ellos. No se atreven a apartarse de ese estereotipo.

¿Cuál? Concrételo un poco más, por favor.

Se ganan bien la vida, tienen autoridad, mantienen a su mujer y a sus hijos, y no asumen tareas de cuidado, no sacrifican nunca nada de su propio proyecto o de su propia carrera. Son los hombres los que tienen el poder. Pero creo que hay una servidumbre de no poder apartarse de eso y de tener que dar una apariencia de ser alguien que está por encima de las circunstancias, como si fuera invulnerable, y de tener siempre la razón. En ese sentido hay algunos diarios que irritan mucho. 

¿Qué le incomoda de ellos?

Esa sensación de estar de vuelta de todo y de tratar a las mujeres con cierta condescendencia, de confundirlas incluso. Si los comparas con los diarios de Anaïs Nin, con esa atención individualizada tan minuciosa a todo el mundo, salen perdiendo.

A veces los hombres parecen estar solos en su nube y es como si hubiera por ahí como unas mujeres errantes que, en fin, hacen el amor, cocinan y no se qué más. Ellos nunca se muestran débiles, ni fracasados, ni angustiados, ni aplastados por otros. Igual que mis diarios, ‘A mí no me iba a pasar’ es una reacción contra esta subjetividad casi autosuficiente y masculina…

¿No le ha dado un poco de pudor exponerse tanto? ¿No se ha sentido como muy desnuda? ¿La ha llamado su exmarido?

Creo que no sabe nada del libro. Ya no vive en España, y no está en el mundo literario. Espero que no lo lea… Y si lo lee, qué se le va a hacer. Sí que me he sentido muy desnuda y que ha habido cosas que no me ha gustado contar. Al final, te das cuenta de que, más allá de las apariencias, todo el mundo sufre abandono, miedo, fracaso, angustia, etc., y por lo tanto vas perdiendo el pudor.

¿Cómo lleva ese tópico que parece envolverla: la de justiciera de las mujeres y perseguidora o francotiradora de señores?

Soy una francotiradora contra la desigualdad de la mujer, y me gusta. Durante mucho tiempo me indigné en silencio por miedo a que me pusieran en una lista negra y no me llamaran de ningún sitio. Me di cuenta de que si enmudecía no me invitarían tampoco, y encima tendría que tragar la rabia de callarme. Decidí decir las cosas, con lo cual estoy en la lista negra de mucha gente, me imagino, y de muchos sitios a los que no me invitan; en cambio pensé que iban a invitarme y escucharme en otros espacios. Asumo mi relación de amor-odio con el mundo cultural.

¿Es consciente de que a veces da un poco de miedo?

Ja ja ja. Pues me alegro. Claro. Me encanta ese rol. Me gusta mucho.

¿No da la sensación de que los varones no podemos entrar en su mundo y que es excluyente?

Pero, ¿qué mundo? Si no tengo ninguno. Ni tengo editorial, no tengo un suplemento literario, ni dirijo las Conversaciones de Formentor o el Festival Eñe. Solo soy presidenta de honor de una asociación que admite hombres por otra parte. Me parecería un poco paranoico pensar que yo excluyo a alguien. No tengo ninguna prebenda que dar.

Clarice Lispector (1920-1977). Se celebra el centenario de su nacimiento en Ucrania.
Archivo Heraldo.

DE CLARICE LISPECTOR A MARIA CALLAS Y HANNAH ARENDT

El pasado martes, en la Casa de la Mujer de Zaragoza, a las 18.30, comenzaba un nuevo ciclo de conferencias de Clásicas y Modernas, bajo el tema genérico ‘Pioneras del siglo XX’.

La coordinadora de las sesiones, Laura Freixas, abrió el programa con una charla sobre Clarice Lispector, la autora ucranio-brasileña de la que se cumple un siglo de su nacimiento. 

El menú se completa así: el 21 de enero, Marián Cao retratará a Frida Kahlo; el 28 de enero, Carmen G. de la Cueva abordará la figura Hannah Arendt; el 4 de febrero, Sara Cuentas explicará a Berta Cáceres; el 11 de febrero, Diana Raznovich disertará de Maria Callas; el 18 de febrero, Cristina Yáñez hablará de la dramaturga Ariane Mnouchkine; y el 25 de febrero, Pilar Aguilar abordará a la cineasta Alice Guy.