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Carla Nicolás: el arte de reflexionar sobre la maternidad a través de un ajo

La zaragozana hace en su exposición 'Abrigo' del Palacio de Montemuzo un sentido relato del crear y el criar, con este alimento como metáfora e hilo conductor

Carla Nicolás, con una de las obras de su exposición 'Abrigo'.
Carla Nicolás, con una de las obras de su exposición 'Abrigo'.
Oliver Duch

Cuando Carla Nicolás confirmó que estaba embarazada supo lo que no quería para el ser que venía en camino: que estuviera tan pegado a sus faldas como ella lo había estado de pequeña a su propia madre, que no pasara sus malos ratos con la sola idea de pasar una noche fuera de casa o de irse de campamentos. «Fue traumático, no lo pasé bien», recuerda. Todo desembocó, enseguida, en el terreno artístico, el suyo, y que más de dos años después se ha convertido en ‘Abrigo’, la exposición que hasta el próximo 6 de enero puede verse en el Palacio de Montemuzo de Zaragoza.

De la idea inicial, Carla Nicolás ha pasado, en realidad, a un muy completo y sentido relato del embarazo y crianza de su hija, una suerte de hoja de ruta sustanciada en muy diversas técnicas, desde las que domina, como el grabado (es la fundadora de El Calotipo), a otras en las que ha experimentado, como la fotografía, la escultura o la joyería. En este sentido, destaca también la ayuda que ha recibido de compañeros en el mundo del arte. «Hay muchas cosas que no podemos hacer solos, ni siquiera –sostiene– crear un ser vivo».

Para esta tarea eligió un original hilo conductor, el ajo. Un fruto cuyas capas y propiedades le han servido como ideal metáfora en torno a la que desarrollar una historia, que es la de ella misma: sus experiencias, pensamientos, lecturas e, incluso, dudas, sentimientos de culpa... Muchos de ellos compartidos por tantas mujeres en ese momento de su vida que, en parte, pasó como becada lejos de Zaragoza, en Madrid, en la Casa de Velázquez.

«Me puse a investigar sobre el ajo. Primero, por la idea más obvia, la de las muchas capas que tiene, que simbolizaban esa sobreprotección de la que partió ‘Abrigo’, pero enseguida supe también que a lo largo de la historia se le asocian muchas propiedades, sobre todo relacionadas con la fertilidad», explica Carla.

Y así, del ajo empezaron a fructificar un buen número de obras y de maneras de aplicar técnicas artísticas. Primero, Carla reunió una montaña hecha con piel de ajo, con un peso aproximado al que calculaba que tendría en ese momento el embrión en el interior de su vientre.

«Es curioso como crear y criar vienen de la misma raíz semántica, pero lo primero se asocia más a los hombres y lo otro, a las mujeres». Carla Nicolás

Un embrión también artístico, del que empezaron a brotar muy diversos formatos en forma de técnicas variadas que, a la par, reflejaban los momentos por los que ella misma iba a atravesando. Aparecen el momento mismo de la concepción, su propia familia y hasta los viajes de ida y vuelta a casa que hizo durante su estancia en Madrid, con sus correspondientes altibajos sentimentales.

«Es curioso como crear y criar vienen de la misma raíz semántica, pero lo primero se asocia más a los hombres y lo otro, a las mujeres», reflexiona.

A lo largo de la exposición, el ajo expresa muchas cosas. Por ejemplo, su piel pulverizada y repartida en pequeños cuencos, muy ordenadamente y por colores, representa cómo el instinto maternal va evolucionando. Una obra que se hizo merecedora del Premio Santa Isabel de Portugal que otorga la Diputación Provincial de Zaragoza y se contrapone a otra sobre el caos previo a la concepción. Representado en un aguafuerte, reúne, en forma de círculos, los 274 ciclos menstruales que Carla calcula que ha tenido en su vida. Están mezclados con uno puntos en relieve. Solo uno se encuentra en esta obra dentro del redondel: el de la vida, el que acabó en su embarazo y, nueve meses después, en el nacimiento de su hija Valeria, que ahora tiene dos años.

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