Lara Siscar: “La literatura tiene esos momentos de aislamiento que necesito para ser feliz”

La periodista Lara Siscar presentó en la Librería Cálamo su primera novela 'La vigilante del Louvre' (Plaza & Janés).

Lara Siscar.
Lara Siscar.
Antonio Lucas

La periodista de los servicios informativos de TVE Lara Siscar (Grao de Gandía, 1977) publica su primera novela 'La vigilante del Louvre', que narra la historia de tres mujeres y su relación con un polémico cuadro: 'El origen del mundo', de Gustave Courbet.


La autora presentó en la Librería Cálamo su libro junto al periodista y escritor Antón Castro, y explicó a Heraldo.es qué hay detrás de una obra de arte como la de Courbet y cómo influye ese cuadro en los personajes que aparecen en 'La vigilante del Louvre'.


¿Qué relación tienen en su novela Diana, Isabelle y Claudette, las tres mujeres protagonistas?

Son el todo de la novela. Tres mujeres que, aparentemente parecen muy distintas entre ellas en cuanto a carácter, experiencias o la forma de afrontar la vida. Pero en el fondo son muy similares en lo que es el 'motor de explosión' de esta novela, que es esa ansiedad, esas ganas de que tu vida sea buena o sea mejor de lo que es, no conformarte con lo que te viene dado y poner de tu parte para que cuando mires atrás te sientas satisfecho de lo que has podido vivir.


¿Es un relato intimista?

Lo es. De hecho, cuando me preguntan qué tipo de novela es nunca sé qué decir. Se me abrió el mundo cuando alguien me dijo: “Parece una novela de personajes”. Y pienso que acertó La novela son mis personajes, no hay nada más. No hay grandes gestas, no es una novela histórica, no hay crímenes, apenas contiene ese poquito de suspense que pueda tener una vida real. A cada uno de nosotros, de vez en cuando, nos pasan cosas, y está bien que así sea.


El arte pinta mucho en la historia que describe. Los capítulos de su libro avanzan como lo haría un visitante por las distintas galerías del museo parisino.

La novela tiene mucho que ver con el arte. De hecho el pistoletazo de salida de toda la acción después de la presentación de los personajes es un cuadro: 'El origen del mundo', de Gustave Courbet. El arte impregna toda la historia, desde el entorno, el museo del Louvre; hasta el personaje de Claudette, que es artista y toca violonchelo; Isabelle, que quiere ser obra de arte y se empeña en ello como puede, como modelo al natural ofreciendo lo que tiene, que es su cuerpo. No había pensado en que en la estructura se podía ver lo que usted sugiere. Ha sido más inconsciente pero encaja perfectamente en lo que sí que conscientemente he querido plasmar.


El cuadro que menciona lo ha situado en el Louvre, aunque su emplazamiento real es el Museo D'Orsay...

Necesitaba aprovechar el efecto sorpresa cuando Diana -vigilante en el Louvre- descubre el cuadro porque los otros dos personajes ya lo conocen. Su relación con esta pintura es totalmente distinta. Diana, el personaje que más peso tiene en la novela, es un mujer que lleva una vida que se parece más a la de cualquiera de nosotros o de nosotras, y quería aprovechar ese efecto sorpresa, ese tremendo impacto que tiene la imagen de 'El origen del mundo' cuando lo ves por primera vez. Para eso necesitaba mover el cuadro, ponérselo delante por primera vez, y por eso lo trasladé al Louvre. En este museo se encuentra, además, una obra que para mí es como un amuleto y que he puesto en libro: 'La Victoria de Samotracia'. Me salió algo alrededor de ella cuando comencé a escribir las primeras páginas del libro, aunque hubo un momento en que me pregunté por qué no lo llevaba al Prado en lugar de al Louvre. Pero ya no pude quitar la escultura de la historia porque era como mi símbolo de buena suerte.


El Prado aparece en el libro 'El año sin verano' de su compañero de informativos Carlos del Amor, también con la historia de un cuadro en la trama...

Es verdad. El arte es fuente de inspiración literaria. Lo que realmente le da importancia al arte no es solo la imagen, la observación de la imagen, que sea más o menos bella, más o menos original, sino lo que te despierta cuando lo estás observando. Es un diálogo constante que consiste en preguntarte qué sensaciones te produce lo que ves y también cómo se creó lo que estás viendo. No te interesas solo por la vida del artista sino por la de los personajes que están dentro del cuadro. Eso también lo hizo Carlos, profundizar en los personajes que aparecen retratados en la pintura.


¿Por qué no ha dado antes el salto a la literatura?

Hay gente que siempre ha sabido que quería escribir. Mi caso no es ese. No tenía tan claro que quería ser escritora o novelista. Lo que siempre he hecho es disfrutar mucho de la lectura. Mi relación con la literatura ha sido muy estrecha pero desde la posición de lector. Ahora, con 38 años, publico mi primera novela. Si hubiese tenido claro desde el principio que quería ser escritora seguramente lo hubiese intentado antes, o hubiese empezado a experimentar antes. A mí me vino porque de tanto leer llegó un momento en el que de una manera muy natural me pregunté si sería capaz. Me propuse, simplemente, llevar adelante este proyecto desde el principio hasta el final: intentarlo, empezarlo y, con la consciencia voluntaria, con la vocación de terminarlo.


¿Ya piensa en una segunda novela?

Algo me ronda por la cabeza. No se sí es por esta especie de subidón emocional que te da ver que una editorial publica tu novela que de repente te crees ya casi capaz de todo. Si eres de ánimo mínimamente curioso, o exigente incluso -al menos en mi caso- hay que darse la oportunidad de demostrar que no es un accidente e intentar sacar un segundo libro mejor que el primero. .


Uno crece con cada libro que escribe...

Claro. Se ve en los autores que uno sigue. Cunado lees a un autor, por los motivos que sean, vas viendo su evolución a lo largo del tiempo, con sus aciertos y sus baches. Todos somos humanos. Aun así, si es un escritor que realmente te llega se lo perdonas porque le reconoces un estilo más allá de la historia que te cuenta. Se trata más bien de cómo te lo cuente y, al fin y al cabo, eso es a lo que yo doy importancia y lo que querría conseguir, que alguien, aunque solo sea un lector diga: “Me gusta cómo cuentas las historias”.


¿Qué autores le han influenciado en su literatura?

A lo largo de mi vida he leído de todo. Pero hay dos autores que siempre cito porque realmente son los últimos con los que me siento más inmersa: uno es Thomas Bernhard, porque tiene ese estilo tan absolutamente definido e inimitable y una capacidad de crear historias inquietantes alrededor de una mínima obsesión; y Alice Munro, que saca belleza de lo más mínimo.


¿Las novelas le permiten contar lo quiere contar más allá de los platós de televisión?

Absolutamente. La cita de Jaime Gil de Biedma que figura al principio del libro dice “Yo creí que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema”. Ahora que lo pienso, a lo mejor es un poco eso, de tanto contar lo que hacen otros a una también se le despierta el pundonor de hacer algo. El hecho de poder recogerme leyendo o escribiendo, esos momentos de soledad y de aislamiento que tiene tanto leer como escribir los necesito para ser feliz porque si no me cambia el carácter.

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