Eterna nostalgia azul de Nerja

Cuatro décadas después del estreno de ‘Verano azul’, la antológica serie de Antonio Mercero de los ochenta sigue atrayendo a miles de seguidores a sus escenarios. Algunos negocios mantienen viva la marca.

Imagen de una de sus escenas más recurrentes y más populares, la de la pandilla de los siete jóvenes en bici.
Imagen de una de sus escenas más recurrentes y más populares, la de la pandilla de los siete jóvenes en bici.
Susana Zamora

El estreno de ‘Verano azul’ el 1 de octubre de 1981 cambió la vida de Nerja para siempre. Dejó de ser un desconocido pueblo de la costa oriental malagueña (a 60 kilómetros de la capital), con un turismo emergente gracias a sus famosas cuevas y su parador nacional, para convertirse a partir de ese momento y hasta día de hoy en centro de peregrinación para miles seguidores de una serie que hizo historia.

Aquellos episodios, donde se abordaron temas tan espinosos como el divorcio o el desarrollo urbanístico salvaje, lograron conectar con la sociedad. Pero ese ‘feeling’ ya venía de lejos y quedó patente durante los 16 meses de rodaje en un pueblo que "nos lo puso muy fácil", asegura Antonio Pozueco, productor de la serie. "El rodaje fue una auténtica revolución para este municipio, de unos 11.500 habitantes entonces, que se convirtió de la noche a la mañana en un gran plató de televisión, por el que pasó casi todo el pueblo como extra", recuerda Pozueco. Fue una serie que requirió mucha figuración. Hasta 200 personas. "Pagábamos 1.500 pesetas al día a cada figurante, pero, de no haber pagado, estoy seguro de que lo hubieran hecho gratis". Todo fueron facilidades. "No teníamos ni que pedir permiso ni requerir a la Policía Local para cortar las calles; lo hacíamos y ya está, incluso los vecinos apagaban los motores de sus coches para respetar el silencio del rodaje. Fue increíble", rememora el productor.

‘Verano azul’ marcó un antes y un después para esta localidad costera, que su director, Antonio Mercero, eligió tras recorrerse toda la costa mediterránea. "Nerja es fotogénica; tiene una arena más oscura, que no daba tantos problemas a cámara, y su arquitectura de casas bajas respondía a la filosofía y al mensaje de desarrollo urbanístico sostenible que la serie quería transmitir, tal y como plasmó en uno de sus capítulos", explica Bernardo Pozuelo, arquitecto, edil de Turismo de Nerja entre 1987 y 1991 y amigo de Mercero.

Rutas de peregrinación

Casi cuatro décadas después, el efecto ‘Verano azul’ permanece. Son las tres de la tarde y hace un sol de justicia, pero ‘La Dorada’, el barco de Chanquete, sigue reuniendo a incondicionales de la serie. Está ubicado a la entrada del pueblo, en el parque Verano Azul, donde el parquin tiene unas placas que recuerdan el nombre de cada uno de los capítulos. Una pareja se afana en buscar la mejor perspectiva para conseguir un trofeo en forma de foto. Quizá desconocen que el barco es una réplica, que el original era un decorado que volvió a los estudios de TVE. Pero da igual. Han logrado llegar al icono de una serie que posiblemente marcó su infancia. Entonces Nerja ya tenía el Balcón de Europa, la única plaza mayor de España panorámica. En el centro del pueblo, en sus callejuelas estrechas y casas encaladas, las tiendas de ‘souvenirs’ dejan ver ahora camisetas del famoso videojuego ‘Fornite’, alguna referencia flamenca, pero ni rastro de ‘Verano azul’.

En las actividades que se organizaron con motivo del trigésimo aniversario de la serie, Miguel Joven, el pequeño Tito, natural de Nerja, ya organizó una ruta por los enclaves de la serie, "que prorrogamos durante cinco años dado el éxito". Algunas de esas localizaciones son negocios que hoy, 37 años después, presumen de haber colaborado con la serie. "Gracias a ‘Verano azul’ seguimos creciendo. Acabamos de abrir otro bar y hemos mantenido al personal todo el año", asegura Francisco Fernández, dueño del bar El Molino (escenario de la tasca de Frasco).

En los años posteriores a la emisión de la serie, este viejo molino de aceite, hoy un tablao flamenco, duplicó el número de clientes y se vio empujado a abrir por las mañanas para enseñar el local a los seguidores de la serie. "Todavía hoy lo seguimos haciendo".

Pero si hay alguien en Nerja vinculado a ‘Verano azul’ ese es Francisco Ortega Olalla ‘Ayo’, el empresario hostelero que se interpretó a sí mismo en uno de los capítulos. Su chiringuito en la playa de Burriana (allí hay una escultura en homenaje a Antonio Mercero), que dirige desde 1969, se convirtió en el cuartel general del rodaje.

Allí se coció el fichaje de Tito, que entró en la serie después de que renunciara el protagonista inicial "al no aguantar la dureza del rodaje", señala Miguel Joven. Fue Ayo quien propuso a Mercero que le hiciera una prueba al hijo de uno de sus camareros, que estuvo la noche anterior memorizando el guión con el chaval de 5 años, al no saber leer. Fue un éxito. Desde entonces Miguel Joven pasó de ser un niño anónimo a estar dos años sin poder bajar a la playa. "‘Verano azul’ no me hizo rico, pero la experiencia personal fue irrepetible", declara Joven.

El truco de las escenas de las bicis

Los 19 capítulos de ‘Verano azul’ se rodaron con el déficit tecnológico de la época. Una de sus escenas más recurrentes y más populares, la de la pandilla de los siete jóvenes en bici, tuvo que grabarse siempre cuesta abajo. Al no llevar micrófonos los actores, requerían de una pértiga que les acompañaba desde un Dos Caballos descapotable. Sin embargo, el ruido del motor se colaba en los diálogos y obligó al equipo a rodar siempre con pendiente a favor para que el coche circulara en punto muerto.

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