Lucidez, compromiso y complejidad

¿Vivió intensamente, amó la literatura sobre todas las cosas y estuvo totalmente vivo hasta el final¿. Este es el epitafio que Vargas Llosa ha soñado para su tumba, según le confesaba al escritor Manuel Rivas.

Doctorado honoris causa en letras de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán.
Su carrera en imágenes
EFE

“Vivió intensamente, amó la literatura sobre todas las cosas y estuvo totalmente vivo hasta el final”. Este es el epitafio que Vargas Llosa ha soñado para su tumba, según le confesaba al escritor Manuel Rivas. El retrato es tan justo como feliz: así es Vargas Llosa, un escritor vivo y curioso, un hombre que respira literatura por todos los poros y que defiende, en prodigiosos textos, la complejidad del ser humano. La percibe, la interpreta, la filtra y la recrea en una obra literaria marcada por la calidad, la hondura, la intensidad y la lucidez. Hacía años que el Premio Nobel no era tan justo: Vargas Llosa, un liberal de aroma conservador, ha superado la maldición de Borges. Y él ha recibido un galardón que merecía por una obra vigorosa, múltiple, que se expande en múltiples direcciones: el volcán de la infancia y la adolescencia, la reflexión sobre el poder y la violencia, el arrebato de los sentimientos y la presencia tumultuosa del sexo.


Vargas Llosa escribe de sí mismo, de sus demonios y de su tiempo. Es un escritor que se ha movido en todas las direcciones y en numerosas épocas: ha recreado su vida y la de su país en muchas de sus novelas, como ‘La ciudad y los perros’, ‘La casa verde’ o ‘Conversación en la catedral’, por citar algunos ejemplos que todos tenemos en la cabeza, pero también ha escrito de Brasil y la Amazonía en ‘La guerra del fin del mundo’, donde glosa a Euclides da Cunha, ha escrito de la República Dominicana y de Trujillo en un libro soberbio, ‘La fiesta del chivo’, de los mejores de los suyos, de Bretaña y Tahití, de Flora Tristán y de Gauguin, en ‘El paraíso en la otra esquina’, o ahora de Roger Casement en ‘El sueño del celta’, donde explora una apasionante historia del Congo. Mario Vargas Llosa es un extraordinario lector de los libros de los otros, un escritor atrevido capaz de subirse al escenario con Aitana Sánchez Gijón, y un analista de la vida cotidiana y sus conflictos, capaz de polemizar dialécticamente con quien haga falta en los periódicos, en las revistas o de viva. Y, sobre todo, es un prosista excepcional que posee un castellano rico, matizado, deslumbrante. Es el escritor que se atreve a coger el toro por los cuernos en un ejercicio constante de inteligencia, de curiosidad y de compromiso.