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Francisco Ferrer Lerín: "No pretendo ser original ni críptico: escribo para quien ame la poesía"

ENTREVISTA

Investigador de la lengua y ornitólogo con parada y fonda en Jaca, publica ahora su poemario más ambicioso en la editorial Tusquets: 'Fámulo'.

Francisco Ferrer Lerín: "No pretendo ser original ni críptico: escribo para quien ame la poesía"
RAFAEL GOBANTES

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) ha sido uno de instigadores del fenómeno poético de 'Los Novísimos', es un maravilloso jugador de póquer; es lingüista y ornitólogo, y es poeta y narrador, acaso uno de los escritores más raros, inquietantes y complejos de las letras españolas. Vive y sueña en Jaca, y estos días publica el poemario 'Fámulo' ("1. Criado, doméstico. 2. Sirviente de la Comunidad de un colegio", según la RAE), en la cuidada colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets.

 

¿Cuál es la idea del libro?

El libro, aunque está estructurado en capítulos, está pensado con criterio de unidad. 'Fámulo' se escribió con voluntad de entrega no fascicular y de corrido en 2008.

 

Es un libro complejo, de múltiples lecturas. ¿Para quién escribe Ferrer Lerín?

Es una complejidad aparente, quizá instalada en la escritura, pero no resultante; el lector solo tiene que dejarse llevar. En la adolescencia escribía para mí y para algún que otro joven turco de menguada consistencia social. Ahora escribo para quien ame la poesía y sin él no tendría sentido continuar la labor.

 

En el libro se funden la ficción, la crónica épica, los animales, la memoria, la erudición... ¿Qué diferencias hay entre su poesía y su prosa?

Poca, o espero que sea poca. Rafael Argullol acuñó un término que me gusta: "Escritura fronteriza". Ese soy yo, fronterizo, imbuido quizá ingenuamente de la convicción de que todo, en literatura, es lo mismo. Me refiero a que sin música, ritmo, cadencia, no se debe poner nadie ante la tesitura de empezar a escribir.

 

Hay muchos personajes... ¿Quiere hacer monólogos dramáticos o narrar historias?

No, la historia en sí y la biografía en especial no deben formar parte del verso. Otra cosa es que esos campos aporten material, que esa condición ineludible del escritor que es la del pillaje encuentre facilidades rebuscando aquí y allá determinados sonidos.

 

Se mezcla el metro corto y el largo, se encabalgan los versos con ductilidad, hay enumeraciones, imprecaciones, sarcasmo. ¿Cómo define sus poemas? ¿Aspira a ser un virtuoso de la poesía?

Aceptando que el automatismo, incluso el perseguido, no existe, he de reconocer, sin embargo, que me dejo llevar. Rara vez tengo una idea preconcebida. A lo sumo una palabra o una frase, quizá a veces una sensación, y eso vale para sentarme ante el teclado. La longitud del verso es azarosa y la enumeración, las series, forman parte de mi manera de ser, a lo mejor una manera de ser moldeada por la lectura de aquella poesía llamada "del inventario" del maestro Saint-John Perse. ¿Virtuoso ha dicho?

 

Sí. Un poco de virtuosismo lo hay o al menos apariencia de él. ¿No?

No, me acepto como pecador. Quizá habría que acosar a la excelencia, una mujer de gran personalidad que nos rehúye casi todos los días. Se ha dicho, y yo, quizá con demasiado desparpajo lo refrendo, que un poeta que no haya escrito un verso memorable en su historia creativa debería atarse una piedra al cuello y naufragar definitivamente. La cuerda la compré hace años en la tienda Marval de Jaca, y la llevo en el maletero del coche.

 

¿Qué significa para usted el lenguaje: indagación, belleza??

El lenguaje, para mí, es la vida. La vida misma. Sin lenguaje no hay nada. En cuanto a la vindicación de la belleza, ese es un fenómeno de tal magnitud que, a menudo, la potencia embaucadora de una palabra me hace olvidar lo que significa. Caigo en la trampa iconoclasta del significante puro.

 

Usted vive en Jaca y es un apasionado de la zoología. ¿Qué le dan Aragón y sus paisajes?

Llevo viviendo en Aragón, la verdad que de modo discontinuo, más de cuarenta años; fue en 1968 cuando llegué a Jaca para trabajar como becario ornitólogo. El Pirineo aragonés tiene en su tranquilidad, en su silencio, en su mínima afección urbanística, el atractivo suficiente para que un escritor, un artista, pueda desarrollar a la perfección su tarea. El paisaje aragonés, de la estepa al prado alpino, pese a los muchos años de uso, aún me emociona... igual que su toponimia, tan importante para el armazón de los textos.

 

¿Hay en usted voluntad de rareza, afán de ser oscuro?

Nunca he pretendido ser original, nunca he pretendido ser críptico. Escribo para el lector de poesía. Sí, soy poco proclive al barullo.

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