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La ruptura de Vox con el PP, ¿por qué ahora?

Hace apenas un año ambos partidos llegaron a un acuerdo para gobernar en coalición en cinco autonomías.

Santiago Abascal, líder de Vox.
Santiago Abascal, líder de Vox.
EFE

Es difícil saber por qué toma ahora Vox la decisión de romper los pactos alcanzados con el PP hace apenas un año para gobernar en coalición en cinco autonomías y, también, calibrar las repercusiones de una apuesta a todas luces "arriesgada", pero jugada, según defiende Santiago Abascal, "con cabeza" y "por principios".

No parece a priori un movimiento electoral para marcar distancias con el PP porque, en principio, no hay elecciones a la vista, salvo si finalmente no se llega a un acuerdo de gobierno en Cataluña.

Al dar este paso "quirúrgico", como lo define Abascal, Vox da la imagen ante sus aliados europeos de que no le duelen prendas frente a la inmigración ilegal en un momento en el que se está reconfigurando la extrema derecha en Europa y en el que la irrupción en Estrasburgo de la agrupación de electores de Luis 'Alvise' Pérez le puede acarrear algún que otro disgusto.

Aunque insisten en negarlo públicamente, en la sede de la calle Bambú saben que Alvise les está haciendo mella con un discurso extremista que puede llevar a los votantes de Vox a pensar que se han acomodado tanto que en solo diez años -cinco de ellos dentro de las instituciones- se han convertido ya en un partido tradicional, al estilo del PP y PSOE.

Y qué mejor forma de frenarlo, entienden en Vox, que salirse de los gobiernos en los que están y pasar a la oposición, donde no se toman decisiones ejecutivas, no se sufre tanto desgaste y las tesis radicales no pasan demasiada factura.

Guardián de las esencias

Piensan que tendrán así libertad e independencia para defenderlas sus ideas con "autenticidad" y que esto les reafirmará como el gran guardián de las esencias y principios que les ha dado tantos frutos en los últimos años.

Han empezado por las comunidades, pero ya avisan de que el próximo paso podrían ser en las coaliciones municipales porque, como ha reconocido el propio Abascal, dentro de su espacio hay "algunos muy inquietos" por la actuación de Vox en las comunidades donde ha estado gobernando con el PP.

Para evitar que esos "inquietos" abandonen sus filas, han optado por tomar una decisión más que compleja quizá en el momento menos malo. Aún tiene mucho tiempo para rearmarse de cara a nuevos comicios.

El problema es que la fidelidad a las siglas no se estila mucho en estos tiempos y, aunque una parte de los seguidores sí la mantenga, se corre el riesgo de que no sea en número suficiente para aguantar.

Primeras bajas

De hecho, no han pasado 24 horas del acuerdo de este jueves de la dirección nacional y ya ha comenzado a cobrarse las primeras bajas.

En Castilla y León se han negado a abandonar la Junta sus tres consejeros, aunque dos de ellos ya han sido cesados por el presidente regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco.

Sí ha renunciado su vicepresidente, Juan García-Gallardo, que ya ha dimitido y pasa a la oposición como portavoz de su grupo en las Cortes regionales.

El único cargo dentro del Gobierno de Extremadura, Ignacio Higuero, también ha decidido continuar al considerar que Vox ha cambiado las reglas de juego "a mitad del partido". Otros en otras comunidades aún no se han pronunciado.

Estos cuatro consejeros han quedado automáticamente fuera de Vox, como lo estarán todos los que se resistan a dejar sus puestos en lo que puede ser un goteo continuo de deserciones en los próximos días.

"Era una posibilidad", ha admitido el eurodiputado y miembro de la dirección nacional, Jorge Buxadé, al conocer las negativas a seguir las directrices marcadas.

Contaban con ese riesgo. Otra cosa es que hayan calibrado el alcance de las consecuencias hasta llegar a haberse pasado de frenada, como creen en el PP.

Abascal asume el coste

En todo caso, Abascal ya ha declarado públicamente que asume personalmente las repercusiones que esta rompedora decisión les pueda acarrear. No en vano, fue él quien se la propuso a los miembros del Comité Ejecutivo Nacional.

Acabar con los gobiernos de coalición no solo deja al PP gobernando en solitario en otras cinco comunidades: Castilla y León, Aragón, Comunidad Valenciana, Murcia y Extremadura y a Vox sin vicepresidentes en las cuatro primeras y sin su consejero en la extremeña, sino que también puede afectar a otras instituciones.

Según Abascal, la medida solo atañe a los gobiernos autonómicos, no a los parlamentos regionales, donde Vox ocupa varias presidencias. Sin embargo, la presión ya ha comenzado sobre ellos para que dimitan "por coherencia".

Además, dos de los tres senadores que tiene lograron su escaño gracias a los pactos del partido con el PP en la Comunidad Valenciana y Extremadura, por lo que su asiento en la Cámara Alta queda pendiente de que la ruptura de los acuerdos lleve al PP a promover una nueva designación en los parlamentos autonómicos.

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