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Felipe VI, un rey disciplinado, con sentido del humor y que duerme poco

Quienes lo conocen bien destaca su extrema responsabilidad y dedicación.

Europa Press

Felipe VI completará este miércoles su primera década como jefe del Estado, un tiempo complejo en el plano institucional y familiar en el que se ha labrado una imagen de persona responsable, disciplinada, entregada a su trabajo, aunque quienes trato con él destacan su sentido del humor.

Con 46 años fue proclamado por el Congreso, cuando se convirtió en el rey más joven de Europa, y ahora con diez más, su aspecto físico, en el que predominan las canas en el pelo y en la barba, denota la intensidad del periodo que le ha tocado ‘gestionar’ como jefe de Estado.

El rasgo que más destacan de Felipe VI quienes le conocen bien es su formación y dedicación a su tarea, tanto en lo que respecta a su bagaje intelectual como a la manera de preparar sus actividades de manera concienzuda.

“Es un auténtico lujo. Se lo estudia todo”, revela un cargo del Gobierno que ha viajado con él en el avión oficial.

Uno de los empresarios más ricos de España le describe como “serio, responsable y disciplinado”, muy concienciado de su papel institucional.

“Siempre está donde tiene que estar. Hace lo que tiene que hacer. Y nunca aparca en doble fila”, añade una de sus personas de confianza en el Palacio de la Zarzuela para destacar la conducta ejemplar que ha mantenido durante su reinado, aun a costa de distanciarse de su padre, Juan Carlos I, y su hermana menor, la infanta Cristina.

Para el periodista José Antonio Zarzalejos, Felipe VI “no es un rey carismático, pero es un rey verdaderamente poseído por su responsabilidad”, además de ser una persona “digna”.

El director del Real Instituto Elcano, Charles Powell, apunta que la imagen que trasmite el monarca es la del alguien “más frío y distante”, en contraposición a lo que infundía su padre.

Pero en el terreno corto, Powell resalta su “cercanía, calor humano, empatía y gran sentido del humor”.

“Son rasgos que no se perciben a ojos de la ciudadanía, quizá porque en los actos públicos prevalece lo formal, lo protocolario y una cierta rigidez”, añade el historiador.

Cuentan que en una toma de posesión de un mandatario iberoamericano de las muchas a las que fue como príncipe, el entonces presidente cubano, Fidel Castro, le dijo: “Siempre estamos nosotros dos”. A lo que don Felipe apostilló: “Sí, pero por distintos motivos”.

Otra muestra de gracejo fue cuando se animó a tocar el cajón en una plaza de Cádiz en marzo del pasado año y ante el asombro de los percusionistas que participaban en la actuación por su desenvoltura, salió proclamado como “el primer rey cajonero”.

Sus colaboradores remarcan que “las jornadas de los reyes son agotadoras”, tanto por su actividad pública y los viajes como por el tiempo que Felipe VI trabaja en su despacho, con audiencias privadas o en reuniones de equipo.

“Tienen una forma muy intensa de trabajar, se ve solo una parte de lo mucho que hacen”, apunta otra persona de su círculo de confianza.

Según dijo el propio Felipe VI en un acto, su trabajo es “hacer”, pero también “escuchar mucho y aprender” porque reinar “es una carrera larga”.

“Y mantener los pies bien pegados a la tierra aunque uno esté en la cúspide del Estado”, como agregó en 2017 al cumplir mil días en el trono.

Felipe VI trata de compaginar su trabajo con la familia, aunque ahora tiene más margen al no vivir en la Zarzuela ni la princesa Leonor, ni la infanta Sofía.

También busca ratos de ocio para compartirlos con la reina Letizia o quedar con amigos, principalmente, los de las academias militares, con los que organiza cenas o escapadas para esquiar.

La intensidad de su día a día le hace dormir pocas horas y apenas tiene tiempo para leer libros que no sean de geopolítica o informes oficiales.

“Lee todo lo que está escrito sobre la política democrática. Es un rey ilustrado”, lo define Juan José Laborda, presidente de la Red de Estudios de las Monarquías Contemporáneas (Remco).

Una de las pocas novelas que ha pasado por sus ojos ha sido ‘El mago del Kremlin’, del italiano Giuliano da Empoli, que de manera ficticia se adentra en las entrañas del régimen de Vladimir Putin.

Además del esquí, Felipe VI rebusca ratos para practicar otros deportes, como el pádel, aunque el pasado mes de octubre se hizo una fisura tras una caída en un partido en la cancha del Palacio de la Zarzuela.

En verano no perdona su participación en la Copa del Rey de vela en Palma, donde logra evadirse el tiempo que está en alta mar compitiendo o tomándose el bocadillo entre manga y manga.

También disfruta el rato que se queda de tertulia en el club náutico con sus amigos tomando un refresco al finalizar la regata.