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Ahora, pensiones

El concepto de impuesto va asociado al del Estado de bienestar en una relación de necesidad. Nadie cuestiona que sin una fiscalidad justa puedan prestarse servicios como la sanidad o la educación. Pero en boca de determinados políticos, acostumbrados a manosear las palabras, empieza a convertirse en sinónimo de impotencia una veces y de incompetencia otras. Han convertido los impuestos en una falsa solución a problemas que se acaban retroalimentando. Vuelven las pensiones, no vuelve la hucha porque está rota y vuelve la deuda como recurso. ¿Y qué más plantean nuestros políticos? Pues más impuestos. El PP esboza en la sombra un impuesto general. Y el PSOE, que también lo contempló, se sacude el desgaste social y plantea ahora uno finalista sobre la banca que esta repercutiría sobre el cliente. La pescadilla mordiéndose la cola y el problema cociéndose al vapor. La solución pasa necesariamente por un pacto por la recuperación del empleo y las rentas. Más cotizantes –no por horas ni por días, sino estables y en condiciones– y mayores bases de cotización que las de los contratos precarios dibujan el camino. Pero de eso no hablan Rajoy ni Sánchez, parece que es más difícil.