Conmoción en Alemania por la liberación de un sicario de Putin en el intercambio

El Gobierno de Scholz se impuso a las reticencias de la Fiscalía para excarcelar a Vadim Krasikov, el hombre al servicio del Kremlin que asesinó a tiros en Berlín en 2019 a un opositor checheno.

El presidente ruso, Vladímir Putin, saluda a Vadim Krasikov en su llegada a Moscú, tras el intercambio de prisioneros este jueves.
El presidente ruso, Vladímir Putin, saluda a Vadim Krasikov en su llegada a Moscú, tras el intercambio de prisioneros este jueves.
EFE

La Rusia de Vladímir Putin no representa a "toda una población en bloque": hay miles de presos políticos que demuestran lo contrario, de los cuales el grupo de disidentes liberados en Alemania se sienten "representantes". Este era el mensaje que dejó el opositor, historiador y articulista de The Washington Post Vladímir Kara-Murza, en una rueda de prensa junto a sus compañeros Ilya Yashin y Andrei Pivovarov, desde Bonn, la ciudad germana a la que llegaron el jueves. Formaban parte del grupo de diez personas, del total de 16 presos entregados por Moscú.

Junto a la denuncia de las condiciones en que se encuentran quienes siguen en cárceles rusas, Kara-Murza y sus compañeros agradecieron al canciller, Olaf Scholz, su decisión de entregar a Putin a Vadim Krasikov, conocido como 'el asesino del Tiergarten'. Es decir el sicario que en 2019 mató en pleno centro de Berlín a un opositor checheno. 

La entrega de Krasikov, a quien Putin recibió con un abrazo, ha puesto al Gobierno de Scholz al borde de lo admisible en cuanto al precepto fundamental de la separación de poderes. En el país germano hay informaciones coincidentes según las cuales la Fiscalía General se oponía a excarcelar a alguien que cumplía condena por un crimen cometido por encargo del Kremlin y en territorio alemán.

Argumentos para la entrega

Se da por hecho que ha habido fuertes presiones desde el ámbito político sobre el judicial, mientras que Scholz ha hecho valer dos argumentos para justificar esa entrega: razones humanitarias, para salvar vidas obviamente en peligro -Kara-Murza ha sobrevivido a dos envenenamientos y está condenado a 25 años de cárcel- y la solidaridad hacia Estados Unidos, país al que Alemania reconoce como aliado incondicional y puntal transatlántico.

Estos fueron los argumentos principales esgrimidos por el líder alemán cuando acudió el jueves al aeropuerto de Bonn-Colonia en el que aterrizó el avión procedente de Turquía con Kara-Murza y sus compañeros, además del líder de la organización Memorial, Oleg Orlov, y cinco alemanes, entre ellos Rico Krieger, al que Bielurrusia había condenado a muerte por terrorismo.

A Krieger, de 30 años, se le había conmutado la máxima pena hace apenas unos días. Pero de no haber sido por el intercambio seguiría en prisión con una condena sustentada en una confesión, a ojos de Berlín, "forzada" por el régimen aliado de Moscú.

No se vieron imágenes del grupo bajando del avión a su llegada a territorio alemán, aunque sí hubo declaraciones de Scholz explicando los razones. Detalló ahí que la negociación hasta lograr el intercambio histórico, con intervención de Turquía, ha llevado meses. Supuestamente, el propósito inicial de Occidente era lograr la liberación del opositor ruso Alexéi Navalni, fallecido en una cárcel ártica el pasado febrero.

Salvar las vidas de estos enemigos declarados del Kremlin o de los alemanes encarcelados arbitrariamente por su régimen ha justificado, a juicio de Berlín, una decisión sin precedentes, como es la entrega del condenado por asesinato. A Krasikov se le juzgó y sentenció por la muerte en 2019 de un opositor checheno-georgiano calificado de terrorista por el Kremlin. Se cruzó con su víctima en un parque de Berlín, le disparó tres tiros desde su bicicleta y huyó a continuación. La colaboración ciudadana, incluida la de unos adolescentes que presenciaron con estupor la escena, hizo que le detuvieran poco después.

En Alemania se le ha bautizado como el 'asesino del Tiergarten' por ser este el nombre del gran parque capitalino donde ocurrió. Para la Justicia germana no había duda de que fue un asesinato por encargo orquestado desde Moscú. En su momento, el crimen y el juicio generó un duro conflicto diplomático entre el Gobierno de la entonces canciller Angela Merkel y el Kremlin. Fue uno de tantos rifirrafes bilaterales, incluido el derivado del envenenamiento sufrido en 2020 por Navalni, del que fue tratado in extremis en Berlín, para acabar regresando por su propia voluntad a Rusia, donde murió el pasado febrero.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión