Unas infraestructuras caducas y con fallos de seguridad colman la paciencia de los alemanes

La mala imagen ofrecida por el país durante la reciente Eurocopa ha indignado a una población resignada a perder su histórica fama de eficacia. 

Despliegue de las fuerzas de seguridad de Alemania tras un ataque armado en un campus universitario en Heidelberg
Imagen de archivo de la policía alemana.
EP

La fama de la eficacia alemana comienza a tambalearse. Los ciudadanos de la primera economía europea se habían dado cuenta hace tiempo, pero recientemente, con motivo de la Eurocopa de fútbol, el problema ha trascendido al exterior. Las quejas aparecidas en medios extranjeros alertando de los déficits infraestructurales de la red de transportes públicos, así como sobre atascos interminables por obras en las autopistas, han disparado las alarmas internas.

Los germanos conocían de sobra la realidad de un red de trenes con récords de impuntualidad: uno de cada tres ferrocarriles llega con retraso, según la estadística de la Deutsche Bahn (DB), la compañía nacional. Pero que enviados especiales de medios extranjeros como 'The Guardian' o 'The New York Times' se dedicaran a 'revelar' esa realidad ha despertado una vergüenza interna, sobre todo después de que la DB tuviera que pedir disculpas ante los millones de visitantes y hasta las selecciones afectadas durante el torneo.

Unos 4.000 kilómetros del total de 39.400 que forman la red ferroviaria precisa una puesta a punto. La DB empezó con la gran tarea de su renovación al cierre de la Eurocopa en un primer tramo entre Mannheim y Fránkfurt, de 30 kilómetros, que quedará cortado por cinco meses.

El caos afecta también a otros campos. En Alemania no hay una operación salida de vacaciones nacional, ya que cada 'land' o estado federado tiene sus propias fechas para evitar colapsos. A los ciudadanos de Berlín, que iniciaron el descanso escolar la semana anterior, les correspondió sortear los problemas provocados en aerolíneas de todo el mundo por la avería global en Microsoft. Entre los aeropuertos más afectados estuvo el de Berlín. A esa situación siguieron sucesivas interrupciones de aterrizajes y despegues debido a tormentas eléctricas.

Fallos de seguridad

Pero lo que más impaciencia o reacciones de malestar generan son los bloqueos que no se han debido a causas climáticas o caídas informáticas, sino a fallos en infraestructuras, donde la seguridad es esencial. Son motivados por activistas del movimiento ecologista de la 'Última Generación', consistentes en filtrarse hasta las pistas de aterrizaje o despegue y pegarse materialmente sobre el asfalto. Lo hicieron dos días seguidos, en operaciones a primera hora de la mañana y tras simplemente perforar unas vallas de seguridad teóricamente impenetrables. En el caso de Fráncfort, quedaron cancelados casi 200 vuelos de los 1.400 previstos ese día.

Al margen de la impaciencia, preocupa, de nuevo, la evidencia de tales fallos de seguridad. De la misma forma que siete activistas pueden penetrar en la pista de un aeropuerto sin mayor dificultad podría hacerlo, teóricamente, un grupo de terroristas. O un ciudadano ante un conflicto familiar, como el de un turco que se abrió paso con su automóvil hasta plantarse ante el avión, en disputa por la custodia de su hija de 4 años. Unas dieciocho horas duró el secuestro. El tráfico aéreo de Hamburgo se paralizó totalmente hasta que el hombre se rindió.

El ciudadano alemán ya lo encaja todo con más o menos resignación. Duele el bochorno ante la 'exhibición' de unas infraestructuras en cuya renovación no se ha invertido convenientemente por la austeridad practicada desde tiempos de Angela Merkel en el poder -de 2005 a 2021-.

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