Gana el PP y resiste el PSOE. Alberto Núñez Feijóo logra una victoria a imagen y semejanza de lo obtenido por los populares en el conjunto de Europa (no es una cuestión menor), aunque se desinfla la mirada plebiscitaria con la que se ha querido acompañar estas elecciones. El PP mejora ampliamente los resultados obtenidos por su partido en 2019, cuando Ciudadanos estaba en plena efervescencia, pero políticamente poco se moverá, todo seguirá como hasta ahora. Los cuatro puntos porcentuales (dos eurodiputados de diferencia) que separan a populares y socialistas conceden a Feijóo el colchón suficiente para sostener el liderazgo de su partido y su condición de líder de la oposición. Hasta ahí alcanzan los votos. Pasadas estas elecciones, que en Aragón suponen para el presidente Jorge Azcón unos muy buenos resultados al superar porcentualmente a su partido a nivel nacional, al igual que el respaldo logrado en las pasadas autonómicas y generales (una tendencia replicada en otras Comunidades gobernadas por el PP), siguen sobre la mesa los mismos problemas (en especial Cataluña), aunque lo que Pedro Sánchez ganó ayer fue tiempo: el suficiente como para asumir un nuevo desgaste ante una nueva cesión.

En Europa, el terremoto causado por el ascenso de la ultraderecha lo es, básicamente, por el peso de los países en donde se ha producido. Convertida en primera fuerza política en Francia, obligando a Macron a convocar elecciones, y situada en Alemania en segundo lugar, lo que dicen estos movimientos (también en Italia y Austria) es que el problema se encuentra en el corazón de la Unión. Si el euroescepticismo crece y se acomoda en las naciones que por derecho propio actúan como motor de la Europa de los 27, el proyecto puede darse por herido. La amenaza ha dejado de serlo para convertirse en realidad, hablando directamente y con descaro de una desafección que actúa como resorte electoral. Puede que la foto final conceda una aparente tranquilidad al europeísmo que se define desde Bruselas, al ser populares y socialistas las dos fuerzas con un mayor número de votos, pero como no se logre dar solución a los problemas concretos la ultraderecha continuará creciendo. La abstención, que en esta cita con las urnas toleramos con despreocupación, debería hacernos reflexionar sobre la existencia de un desapego que atenta contra aquello que queremos que sea Europa.