Londres y Bruselas ratifican la desconexión

El Parlamento británico y los Veintisiete rubrican el acuerdo del Brexit ante un Boris Johnson eufórico que promete ser «el mejor amigo y aliado» de la Unión Europea. 

-Euforia de Boris Johnson, que promete ser «el mejor amigo y aliado» de la Unión Europea
Boris Johnson, exultante tras firmar el acuerdo del 'brexit'
Boris Johnson, exultante tras firmar el acuerdo del 'brexit'
EP

La Cámara de los Comunes aprobó ayer por 521 votos a favor y 73 en contra el proyecto de ley de Relaciones Futuras con la Unión Europea, que traslada a la legislación británica el acuerdo anunciado el pasado jueves. Tras la tramitación ya simbólica en la Cámara de los Lores, el tratado se dio anoche por ratificado. Aunque el Parlamento Europeo ha aplazado el debate hasta marzo, la rúbrica de los jefes de Gobierno de los 27 Estados miembros de la UE hace posible que las reglas del acuerdo se implementen conjuntamente, desde las 23.00 de la Nochevieja en Reino Unido, la medianoche española.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, fueron los encargados de estampar la firma institucional por parte comunitaria. «Un nuevo capítulo, una nueva relación», resumió Michel. Von der Leyen colgó un mensaje en las redes sociales donde señaló que «ha sido un largo camino», pero «ha llegado el momento de dejar atrás el 'brexit'». «Nuestro futuro se hace en Europa», subrayó.

La ratificación del Parlamento británico cumple la decisión de la mayoría de votantes en el referéndum que se celebró en junio de 2016. El Gobierno de Boris Johnson logró que la Cámara aceptase la tramitación de la ley -80 páginas para un acuerdo de unas 1.250- en un solo día. Los comunes pasaron cinco horas y media debatiendo los méritos de un texto cuya ratificación posterior estaba cantada, por la decisión del Partido Laborista de votar a su favor.

Su líder, Keir Starmer, fue acusado por la exprimera ministra Theresa May, que también apoyó la ley, de haber rechazado un acuerdo mejor, el que ella misma alcanzó con la UE en 2019. Es moneda corriente en círculos tanto conservadores como laboristas culpar al actual jefe de la oposición de haber impedido en el anterior Parlamento un 'Brexit suave' y de dar la victoria a Johnson.

Sumándose a los defensores de un segundo referéndum, en el que se sometería el tratado negociado por May al juicio de la población, Starmer habría dividido a los partidarios de la desconexión suave (permanencia en la unión aduanera), entre los que abundaban diputados espantados por la idea de una segunda consulta, cuando la primera había creado divisiones tan amargas en el país y en el propio legislativo.

Le acusan también de favorecer la conquista electoral por Johnson del 'muro rojo' -circunscripciones tradicionalmente laboristas en el centro y norte de Inglaterra- porque, como responsable del Brexit bajo el entonces liderazgo de Jeremy Corbyn, le forzó a proponer el referéndum en su campaña, debilitando el atractivo del partido, según los críticos, ante electores de esas comarcas que votaron contra la UE.

La bendición de Cash

Starmer ha enfocado sus ataques al Gobierno en la gestión de la pandemia o del Brexit, por su presunta incompetencia y falta de fiabilidad. Esta vez pidió a Johnson que rectificase una evidente mentira. Cuando anunció el acuerdo, afirmó que no contiene barreras no arancelarias al comercio. Las contiene. El primer ministro replicó que la intención del laborista es renegociar el pacto, porque «su agenda es llevar a Reino Unido de nuevo a la UE».

Keir Starmer tuvo que responder a quienes le criticaban por votar en favor del acuerdo. El Partido Nacional Escocés (SNP) desfiló en el pasillo del 'no' y algunos diputados laboristas, en su mayoría 'corbynistas', tampoco lo avalaron. Starmer les reprochó que en realidad deseaban que «otros les salven de su voto», porque rechazar la ley significaba que el Año Nuevo fuese un salto al vacío.

Entre los conservadores, dos se abstuvieron para hacer visible su malestar por lo pactado en el capítulo de pesca y sobre Irlanda del Norte. Los norirlandeses del Partido Democrático Unionista (DUP) votaron 'no', pero tampoco querían una salida abrupta. Fueron esenciales para la causa del Brexit en el Parlamento de 2019 y ahora pintan muy poco.

Bill Cash, diputado desde 1984, es el patriarca del euroescepticismo parlamentario. En 1990, Margaret Thatcher le invitó a comer con miembros de su Gabinete y le preguntó sobre Europa. «Primera ministra, su tarea es más difícil que la de Churchill -le dijo-. Él se enfrentaba a bombas y aviones, pero usted ha de enfrentarse a pedazos de papel».

Cash está exultante. «Nuestro primer ministro es, como su héroe Pericles, el primer ciudadano de su país y, como él, ha salvado nuestra democracia. Como Alejandro Magno, ha cortado el nudo gordiano», piropeó a Johnson. Mencionó el orgullo que sentirían por él Churchill y Thatcher, mencionó la restauración de Monck (1660), la sucesión Hanoveriana (1689) y de nuevo la guerra, en mayo de 1940.

¿Qué le ha ocurrido a Boris Johnson?, preguntaban las gentes hace un mes, ante la falta de lumbre del líder nacional. Quienes tienen acceso a su entorno describían a un jefe de Gobierno al que no le estaba gustando el oficio que tanto quiso ejercer. Quién sueña realmente con gestionar una pandemia y la tediosa complejidad de la negociación del Brexit al mismo tiempo.

"Nunca quisimos una ruptura"

Ahora hay vacunas y tratado con los Veintisiete. Y un cambio de las lindes de las circunscripciones electorales anunciado el pasado lunes le daría otros diez escaños en los próximos comicios. «¡Rubbish! ¡Rubbish!», respondía Johnson a uno y otro de sus críticos en la sesión parlamentaria de ratificación del acuerdo de divorcio. Tonterías, tonterías. Era para él un día que será recordado en los libros de Historia.

«Quienes hicimos campaña en favor de que 'Britain' abandonase la UE nunca quisimos una ruptura con nuestros vecinos más próximos -apuntó en la conclusión de su discurso-. Nunca quisimos cortar los lazos con otras democracias bajo cuya tierra descansan sepulturas británicas de guerra, en tranquilos cementerios a menudo cuidados por escolares del lugar».

«Con esta ley vamos a convertirnos en el vecino amistoso, en el mejor amigo y aliado que podría tener la Unión Europea, trabajando mano a mano cuando nuestros valores e intereses coincidan», sentenció. Y poco después fue a la televisión para hablar de la pandemia y de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, que su Ejecutivo ha apoyado desde el primer momento.

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