Marianico el Corto: "Todas las noches cenaba tortilla de patata"

Marianico el Corto recuerda que se enfadaba en Nochebuena "porque era la única cena que cambiaba el menú".

Miguel Ángel Tirado, conocido como Marianico el Corto, en La Miguería de Zaragoza.
Miguel Ángel Tirado, conocido como Marianico el Corto, en La Miguería de Zaragoza.
Toni Galán

A Miguel Ángel Tirado, más conocido por su personaje humorístico Marianico el Corto, la gastronomía no le ha inspirado especialmente en su vida profesional. Tampoco en la personal, marcada por la primera experiencia frustrante que vivió en la cocina con diez años. "Fue un día que mi madre se tuvo que ir de urgencia y le dije que ya me prepararía un huevo frito; le di en el canto de la sartén para cascarlo y la yema se cayó por el hueco de la cocina", rememora entre risas.

Miguel Ángel reconoce que en sus chistes no hay mucha comida, pero lo primero que hace en La Miguería (plaza de Sas, 6) cuando el camarero le dice qué quiere picar –con casi 40 grados en la calle– es preguntarle si no tiene algo ligero, "una fabadita, por ejemplo".

Al momento se acerca a saludarle el propietario, Carlos Martín, y después de ponerse al día le pregunta: "¿Tienes hoy una convención del Gobierno, del PSOE y Podemos, no? A ver si hacen buenas migas".

A él y a Concha, su mujer, les encantan las de La Miguería. "No sabría decirte cuál me gusta más; tienen más de 30 en la carta, hasta de naranja y chocolate para el postre". La ración que prueba con longaniza, chorizo, morcilla y huevo es contundente, como para dos o tres personas.

Además del frustrado huevo frito, sus recuerdos de la infancia vinculados a la comida le llevan al colegio de monjas, "donde nos daban leche en polvo y queso en bola". "De nuestros amigos norteamericanos", decían las monjitas.

"Cuando iba la cosa bien, mi madre me daba pan con vino y azúcar, y cuando no, con agua y azúcar"

También tiene grabadas a fuego aquellas meriendas de finales de los años 50 y principios de los 60. "Cuando iba la cosa bien, mi madre me daba pan con vino y azúcar, y cuando no, con agua y azúcar. Mojabas el pan duro, lo endulzabas y estaba rico".

Desde muy niño y hasta que salió de la casa familiar, rememora una costumbre culinaria que se repetía a diario. "Me sabía mal que llegara Nochebuena porque todos los días había tortilla de patata para cenar, que me encanta, y esa era la única noche del año que cambiaba el menú", relata sonriendo.

"No soy hábil para darle la vuelta en la sartén"

Esta adicción a la tortilla de patata le ha llevado a ser un experto catador. "Cuando salgo a picar algo suelo pedirla allí donde voy". Le gusta semicuajada, jugosa, "pero tampoco que el huevo eche a correr, y si puede ser con cebolla, mejor, aunque me la como de cualquier manera". Eso sí, reconoce que no practica demasiado en casa "porque no soy hábil para darle la vuelta en la sartén".

Marianico el Corto ha probado bastantes, pero sus dos establecimientos preferidos a la hora de pedirla son el bar Jameos (c/ de Asín y Palacios, 11) y El Elegante (c/ Ana Isabel Herrero, 13). También es un habitual del hotel Villa Gomá, "donde durante mucho tiempo bajaba por las mañanas a tomar un café y leer el HERALDO; los sanitarios me veían allí siempre y ya se quedó como el bar de Marianico, así que los clientes pensaban que era mío".

"Habitualmente la suelo comer con un buen tomate natural triturado y atún, pero hay veces que echo mejillones o cualquier producto"

Aunque no se mete mucho en la cocina, comenta que le tiene muy bien cogido el punto a la pasta. "Habitualmente la suelo comer con un buen tomate natural triturado y atún, pero hay veces que echo mejillones o cualquier producto que se me ocurre; prácticamente admite cualquier cosa".

A la hora de describir más gustos culinarios, asegura que es "muy de gancho, de meter la cuchara; eso de tener que partir con cuchillo y tenedor no va conmigo". Tampoco hace buenas migas con la innovación en la gastronomía. "Tenía un cuñado en Barcelona con uno de estos restaurantes modernos y a menudo le decía: la muestra está muy rica, ¿pero aquí cuándo se come?".

También defiende la calidad de los productos de Aragón. "Tenemos una despensa variada, desde la borraja al ternasco, que me encanta asado al horno, o los embutidos de Graus". En fin, que es de buen comer y no le hace ascos a casi nada. Salvo a los caracoles, con los que una vez tuvo una desagradable experiencia al no estar bien limpios y no ha repetido.

Migas y revuelto de borraja y gamas de La Miguería.
Migas y revuelto de borraja y gamas de La Miguería.
Toni Galán

La Miguería, un buen termómetro turístico

El movimiento de clientes que registra La Miguería es un buen termómetro para medir la salud del turismo tras la pandemia. Su propietario, Carlos Martín, comenta que "se ha recuperado bastante; entre semana es cuando más se nota su presencia". Además, espera que el próximo agosto, "como siempre", sea uno de los mejores meses del año a la hora de vender migas. "Vienen muchos turistas y están encantados de comerlas".

Carlos asegura que conoce a Miguel Ángel Tirado y a su mujer Concha "desde hace muchos años; son muy divertidos y cariñosos". "Les gusta probar todas las que hacemos como, por ejemplo, las últimas que hemos tenido de temporada con alcachofas". Otra propuesta de la carta por la que Marianico el Corto muestra predilección es el revuelto de borraja y langostinos. En fin, que La Miguería no solo vive de su producto más icónico, también hay ensaladas, tostadas y un amplio surtido de raciones.

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