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La SD Huesca y su afición, el matrimonio perfecto

La victoria sobre el Deportivo ha sido una carta de agradecimiento de la SD Huesca a unos aficionados que han seguido a su lado en los peores momentos.

La victoria como catarsis. Habían pasado tantas cosas, y pocas buenas, desde el anterior partido oficial en El Alcoraz, el 18 de mayo, que tanto la Sociedad Deportiva Huesca como sus aficionados necesitaban un triunfo como el de este domingo ante el Deportivo (3-1). Por tratarse de una declaración de intenciones, de un anticipo de lo que puede deparar la temporada y de un modo de restañar viejas heridas. El empuje de un equipo muy renovado, purificado, y una grada con sed de ver a los suyos. El matrimonio perfecto. Los goles de Eugeni, Raba y Pulido han abierto la puerta a un año que, de momento, rebasa las mejores expectativas. Seis puntos de seis posibles, buen fútbol y un equipo con paso firme en su retorno a la categoría de plata.

El Huesca de Míchel Sánchez entusiasma, lo que ya es mucho para encontrarse en agosto, y es más todavía por lo que promete. Con fichajes por realizarse en parcelas tan sensibles como la defensa y el ataque, con jugadores recién aterrizados, quizá la mayor virtud del técnico madrileño, que ha insistido en que se siente "como en casa", reside en la creencia inquebrantable en una idea de juego que los suyos ya asumen como propia. Con independencia de que se encontrasen ya a sus órdenes en el primer día de la pretemporada, allá por el 8 de julio, o se hayan sumado recientemente a la disciplina azulgrana.

No le importó a Míchel empezar a entrenar con un puñado de futbolistas de la cantera, con la intranquilidad de no saber con quiénes podría seguir contando y con quiénes no. Con fichajes llegando con cuentagotas. Ha seguido insistiendo en un patrón concreto, sin dejarse llevar por otros esquemas ni alejarse de un credo que ha repetido tras ganar al Deportivo. Su equipo tiene que ganar y jugar bien. Los dos factores tienen la misma importancia. En ese sentido, el partido ha sido una carta de agradecimiento del club, de sus jugadores y de unos dirigentes que sonreían primero en el palco y luego sobre el césped, a los 5.984 espectadores.

A los abonados que han agotado los asientos. También a los que se han quedado sin la oportunidad de hacerse con un carnet. A quienes aplaudieron a los azulgranas tras el 2-6 del Valencia, del descenso matemático. A lo que entendieron que el club necesitaba cariño tras la frustrante aventura en la élite, la Operación Oikos y la incertidumbre de renovar la plantilla casi desde sus cimientos.

Los futbolistas participan de este idilio con una naturalidad desarmante. La ejemplifica Dani Raba, jugador diferencial que ha celebrado su golazo de volea como si pasara por ahí, como si se tratase de una liturgia diaria. La estratosférica exhibición del mediapunta cedido por el Villarreal hubiese destacado del resto si no primase el colectivo. Pero el trabajo de Mikel Rico y Pedro Mosquera, omnipresentes, ha sostenido el centro del campo. Eugeni ha adquirido galones de titular a la primera oportunidad. Si alguien quiere llevárselo en lo que resta de mercado deberá pagar la cláusula de rescisión de 4 millones de euros.

Un equipo que esta semana ha perdido a Álex Gallar responde uno a uno a los retos que le impone esta naciente temporada. Sin más central de la plantilla que Pulido hasta hace pocos días, solo ha recibido un gol. Buscando delantero, lleva anotados cuatro en dos partidos. El Huesca ha crecido desde la victoria en Las Palmas y cuenta aún con margen de mejora. Esa es la mejor noticia a estas alturas. Nadie lanza las campanas al vuelo; tampoco se atisba el techo de este bloque compacto e ilusionado.

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