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Andorra-Real Zaragoza: bálsamo o más inquietud

El equipo aragonés juega este jueves en Andorra ante una disyuntiva: o vence y rompe ya con la racha de tres jornadas sin ganar o aumenta la sensación de pérdida del buen camino.

Bakis y Mollejo, en primer plano dentro del grupo, presumibles titulares de nuevo hoy en Andorra.
Francisco Jiménez

Andorra la Vella es este jueves, en jornada intersemanal de la liga de Segunda División (la 9ª), un cruce de caminos para el Real Zaragoza en esta semana, repleta de partidos, en la que ya se atraviesa el primer quinto del torneo, el 20% de su recorrido. Llegan los profesionales que dirige Fran Escribá al singular duelo en el país pirenaico ante una disyuntiva de un calado que tiene más hondura de la que puede parecer a priori: o vencen y, así, logran romper ya la racha de tres jornadas concatenadas sin ganar que llevan en sus alforjas o, si no es así, aumentarán la sensación de pérdida del buen camino que ellos mismos establecieron al ser capaces de engarzar cinco victorias seguidas en los primeros duelos del calendario ligero, que los aupó al liderato de modo impecable.

Es, por lo tanto, un Real Zaragoza de claroscuros extremos. De blancos y negros, con escasos grises por ahora. De euforias con cierto grado de desmedidas en los choques concluidos con éxito en agosto y la primera mitad de septiembre y de decepciones crecientes desde que el Racing de Santander –superior ya ese día– se llevó un 1-1 de La Romareda hace 19 días, pasando por la primera derrota –fea en sus formas– en Ferrol y, sobre todo, al sufrir la decepcionante puesta en escena en el batacazo frente al Mirandés del pasado domingo en casa (0-1 ante un rival que vino en puestos de descenso entonces).

Empezar como un tiro, como un cañón de obuses, tal y como hizo el Zaragoza –resultados en mano, que lo de la calidad del juego, como ya se advirtió entonces, es otra cuestión aparte–, tiene sus efectos secundarios, sus contraindicaciones. Como algunos medicamentos, que alivian o sanan determinadas patologías a costa de dañar otras partes del cuerpo de rebote. Ahora, cuando de repente el equipo no le ha respondido a Escribá cuando requería pasos adelante y mejoras en determinadas facetas del juego que ya partieron con máculas desde el primer día (combinación, verticalidad, rapidez de pases, generación de ocasiones y goles a favor), se nota mucho más el contraste del bajonazo.

El Real Zaragoza, porque es una semana con tres partidos en siete días y, sobre todo, porque el de hoy y el de el próximo domingo ante el Alcorcón están separados por poco más de 48 horas, con un viaje de madrugada de cinco horas largas de por medio, va a mutar la piel de su alineación nuevamente. También lo hará, aunque quede disimulado por esta causa de fuerza mayor, porque no acaba de dar con la tecla del once básico su técnico, Escribá.

En Ferrol metió cinco cambios respecto del primer patinazo ante el Racing de Santander. El último día hizo tres modificaciones ante el Mirandés en relación a lo probado erradamente en A Malata. Para la tarde-noche de este jueves, a nadie extrañará que el once inicial contenga algo así, entre tres y cinco caras nuevas, si no son más. Se espera el retorno de Aguado, Gámez y Bakis. Tal vez la primera titularidad de Mollejo (donde el año pasado se rompió el tobillo malamente) y el debut este año de Lluís López. Contando con que Bermejo siempre está en los sueños de Escribá y demás. Como está Mouriño en las capas principales de la cebolla de la plantilla. En un equipo que no tiene definido, a voluntad, un once principal, cabe todo por ahora.

En frente, el Andorra del autor Sarabia, en su segundo año en el escenario profesional, seguirá siendo un hueso duro de roer por su idiosincrasia diferente. Un rival posesivo, egocéntrico con el balón, al ralentí, pesado, envolvente. Los zaragocistas estrenarán su uniforme tomate tricolor.