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Adiós al mito zaragocista Violeta: el último viaje por José Luis

La Peña Zaragocista ‘José Luis Violeta’ de Valencia visitó la capilla ardiente para despedir al ídolo, al mito y al amigo. Sus presidentes Pablo Gómez y Víctor Cámara recuerdan al León de Torrero.

Pablo Gómez y Víctor Cámara, junto al mural en honor a José Luis Violeta que se instaló en la puerta del antepalco de La Romareda
Pablo Gómez y Víctor Cámara, junto al mural en honor a José Luis Violeta que se instaló en la puerta del antepalco de La Romareda
Guillermo Mestre

Cuando le dije, fíjate, hace casi 30 años ya, que queríamos que él diera nombre a la nueva peña, no se lo creyó. Me respondió: ‘¡Pero si yo llevo 20 años retirado del fútbol!’ Pero nosotros se lo dejamos claro: la peña zaragocista de Valencia debía llamarse José Luis Violeta”. Este relato retrocede al origen de una relación especial y cercana forjada durante tres décadas entre el León de Torrero y la Casa de Aragón en Valencia y todos los aragoneses de la ciudad del Turia. Lo rememora, apoyado en el viejo muro blanco junto a la puerta 3 de La Romareda, Pablo Gómez, incombustible zaragocista, con los ojos algo enrojecidos, pero feliz cuando recuerda a José Luis.

Pablo es uno de los fundadores de la Peña Zaragocista ‘José Luis Violeta’ de Valencia y, hasta hace unos meses, su primer y único presidente. Le acompaña Víctor Cámara, quien ya le ha dado el relevo al frente de la agrupación, la primera peña que el Real Zaragoza tuvo fuera de Aragón, una de las más emblemáticas y representativas. Esperan para pasar por la capilla ardiente a despedir al mito zaragocista, a quien Pablo le viste el ataúd con una bufanda de color blanquillo y azul.

La muerte de José Luis Violeta les cogió en la mañana del jueves haciendo aquello que veneran y cuidan casi tanto como el amor al Real Zaragoza: almorzando. “No nos lo pensamos ni treinta segundos. Nos teníamos que venir a Zaragoza a despedir a José Luis”, asegura Víctor Cámara.

“Casi siempre que veníamos de viaje a Zaragoza, por temas familiares o a ver el fútbol, procurábamos encontrarnos con él. O cuendo venía a Valencia. Comíamos juntos. Yo solía llevarle churros de mi churrería. La última vez que nos reunimos fue el pasado mes de febrero. Nos tomamos un café cerca de su casa. Estaba francamente bien. Era de esas personas que aunque estuvieran un poco bajos enseguida sacaban bravura y firmeza, ese ímpetu que le distinguió como futbolistas. Hablamos, conversamos e incluso nos acompañó al coche porque quería darse un paseo”, cuenta Víctor.

Durante casi 30 años, José Luis Violeta y la comunidad zaragocista de Valencia regaron una relación cercana, basada en la admiración y el cariño. Siempre disponible para todo aquello que tuviera el escudo del Real Zaragoza de por medio, Violeta viajaba puntual a Valencia a los actos de la peña, en la Casa de Aragón y su célebre terraza. En su honor, crearon el premio ‘León de Torrero’, que todas las temporadas distinguía al mejor jugador del equipo.

Y así, cuando al Zaragoza le tocaba jugar contra el Valencia CF o el Levante, acudía a recoger su trofeo. “José Luis venía a la entrega, casi siempre se mostraba accesible para venir y pasar un día con nosotros”, cuenta Pablo Gómez, uno de los cinco fundadores, junto a José María de Jaime, Perfecto Cosa, Pedro Pérez y Chabier Díez. “Decidimos crear la peña justo después del robo del árbitro Urío Velázquez en la final de Copa del Rey de 1993 que jugó el Zaragoza contra el Real Madrid precisamente en Valencia, en Mestalla”, rememora Pablo. “Quisimos ponerle de nombre ‘José Luis Violeta’ porque él había sido mi ídolo. Cuando yo vivía en Zaragoza antes de marchar a Valencia, era el futbolista que más me gustaba. Vine a su casa y me recibió primero su esposa, porque él no estaba, y cuando regresó, se lo propusimos”, añade.

Después del adiós a Violeta, Pablo y Víctor se vuelven a Valencia. Lo hacen con un vacío, pero conscientes de que ahora queda la leyenda. Lo explica Víctor Cámara: “El mito de Violeta se va a hacer aún mayor a partir de su muerte. Mucha gente que no lo conocía o no lo vio jugar va a descubrir lo grande que fue y su ejemplo de zaragocismo y amor a un club. Un hombre auténtico, dedicado a su equipo, que quiso quedarse aquí y jugar siempre en su Zaragoza. Un enorme futbolista y una persona buena”.

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