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Un balón "mangado" que es la vida

El triunfo en El Molinón es el triunfo de Iván Azón. La fe del canterano trajo el gol del RealZaragoza en el 95, justo un minuto después de que el Sporting de Gijón empatara

Azón celebra el gol de la victoria ante el Sporting.
Azón celebra el gol de la victoria ante el Sporting.
Aurelio Florez

La felicidad de Iván Azón es la felicidad del zaragocismo. El agónico gol anotado este domingo por el canterano es la vida. Por su trascendencia hacia la salvación del equipo, y también por lo que significa para el propio jugador. El triunfo en El Molinón es el triunfo de la fe. Es el triunfo de un chaval que se deja todo en cada balón y representa como nadie el sufrimiento de los últimos tiempos.

El partido agonizaba con 0-1 cuando el Sporting de Gijón empató en el minuto 94. Ocurrió lo que muchos temían y nadie quería. Al Zaragoza se le escapaba el triunfo de la forma más inexplicable, porque inexplicable fue la forma en que Borja Sainz manejó la jugada que terminó en el 1-1, cuando apareció Azón.

Solo ese chaval de 19 años metido en el cuerpo de un delantero de los 80 creía entonces en la victoria. Solo él podía correr un gorrazo de Valentín Vada para ganarle la disputa a Juan Berrocal, enfilar hacia Mariño y marcar a portería vacía tras superar la salida del guardameta a la desesperada.

«Esperábamos aguantar hasta el final sin que nos marcaran, pero nos han terminado empatando. Después, en un despeje nuestro, he conseguido mangársela al defensa para marcar», explicó Azón al término del partido, de un partido que a buen seguro será recordado a final de temporada por su valor clasificatorio.

Un final de locura

El rostro del delantero zaragocista, entre la picardía y la felicidad, definía lo que fue el desenlace en el estadio El Molinón-Enrique Castro ‘Quini’; esos dos minutos en los que se pasó del desencanto a la euforia, del varapalo de Djurdjevic al milagro de un Iván Azón que, esta vez sí, encontró justa recompensa a su esfuerzo.

«Lo mío es pelear todos los balones, dar todo lo que tengo en cada partido», decía tras el pitido final del colegiado González Esteban. Y razón no le faltaba. Porque el atacante zaragozano podrá estar más o menos acertado hacia la portería, podrá ser más o menos determinante en el área, pero siempre se deja el alma.

«El vestuario se ha alegrado mucho por mí. Agradezco el apoyo que los compañeros me demuestran. Espero seguir jugando muchos minutos y ganando partidos», añadió un Azón que este domingo entró al campo en el minuto 60 de partido y, en apenas media hora sobre el terreno de juego, corrió lo que otros en varios partidos.

Le da igual la entidad o envergadura del defensa al que se enfrente. este domingo, a las primeras de cambio, los Borja López, Berrocal, Kravets y compañía comprobaron de qué pasta está hecho. Porque su irrupción en el verde, ganando balones imposibles, fue el primer paso hacia la victoria.

Este domingo, cuando justamente se cumplían cuatro años desde el fallecimiento de Enrique Castro ‘Quini’, el brujo fue Iván Azón. Él puso la magia sobre el escenario que lleva el nombre del legendario delantero. Porque la magia no es solo el regate o la fantasía. La magia del fútbol está también en el sentimiento; en la felicidad de un chaval que sufre; en el abrazo final con unos aficionados que, después de más de tres meses, celebraron una victoria lejos de Zaragoza.

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