Defender lo que es justo

Luis Suárez levanta pesas, ante la mirada de Kagawa y el joven Francho.
Luis Suárez levanta pesas, ante la mirada de Kagawa y el joven Francho.
Tino Gil/Real Zaragoza

El Real Zaragoza ha aguardado con paciencia, respeto y prudencia durante más de diez días la resolución de un embrollo en el que nada tiene que ver y que, en cambio, le afecta directamente en su presente y, sobre todo, su futuro. En juego está la Primera División, palabras mayores para una entidad que necesita, deportiva y económicamente, regresar a la élite del fútbol español. Mientras esperaba un acuerdo a múltiples bandas que aún no se ha producido, el club ha cumplido con escrupuloso rigor los dictados de las autoridades sanitarias y deportivas. En estos meses de fútbol post-pandemia, ha entrenado cómo y cuándo se le ha permitido y ha jugado dónde y cuándo se le ha citado. 

El Real Zaragoza siempre ha cumplido con todo lo que le han solicitado en el plano deportivo, sanitario e institucional. Sin mácula. Sin embargo, el club aragonés ayer dijo basta. Rompió –con razón– su silencio para plantarse ante una situación que atenta gravemente contra sus intereses deportivos. El Watford, club británico propietario de los derechos federativos de Luis Suárez, ha reclamado el regreso del delantero colombiano a sus filas y el Real Zaragoza, a pesar de que ha intentado por todos los medios frenar su marcha, tendrá que disputar el ‘play off’ sin su mejor futbolista. Un Suárez que, por cierto, quería jugar aunque se quedara sin vacaciones. Ahora, el Zaragoza se adentra en un escenario inaudito, nunca contemplado en el deporte profesional: jugarte todo sin tu estrella, sin tu futbolista referencia, autor de 19 goles esta temporada.

Ante esta situación de desagravio deportivo, el club estará en su absoluto derecho de pelear donde sea necesario por lo que es justo: jugar en igualdad de condiciones que sus rivales. Todo lo que no sea garantizar que el conjunto aragonés pueda disputar la fase de ascenso con todos sus futbolistas supondrá una adulteración de la competición. Un cambio en las normas que le implicaría un grave perjuicio. Y, a quien le corresponda, deberá atender sus lógicos a sus razonamientos. Lo contrario sería una insensatez.

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