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Un partido oficial de liga... del perfil del Trofeo de La Orotava

Tenerife-Real Zaragoza será este domingo (20.30) el choque del cierre del torneo liguero 2018-19, sin nada sustancial en juego, como hace 9 años en el torneo de verano jugado a pies del Teide. Es un viaje sin chicha.

Gol de Nino, el 1-0 definitivo del Tenerife-Real Zaragoza de agosto de 2010, duelo de pretemporada jugado en el campo de Los Cuartos de La Orotava, el clásico Trofeo Teide de la isla tinerfeña.
Gol de Nino, el 1-0 definitivo del Tenerife-Real Zaragoza de agosto de 2010, duelo de pretemporada jugado en el campo de Los Cuartos de La Orotava, el clásico Trofeo Teide de la isla tinerfeña.
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Este viaje a Tenerife en junio de 2019 para disputar el último partido oficial de la liga 2018-19 es, para el Real Zaragoza, más una molestia que un aliciente. No tiene nada sustancial en juego y su rival canario tampoco. Los dos las han pasado canutas para mantener la categoría en un año muy deficiente para sus respectivas aspiraciones de estar arriba y pugnar por el retorno a Primera, en donde vivieron días de gloria no ha mucho. Y ahora, con la salvación lograda, este último capítulo les sobra por todos los lados. 

Al Tenerife, el trámite le pilla en casa. Pero al Real Zaragoza, la verbena le cuesta un desplazamiento de más de 5.000 kilómetros... para nada. Es como que te inviten a echar la última cerveza los amigos al salir del Casco y te acaben llevando a tomarla a Bronchales, a Mequinenza, a Salvatierra de Escá o a Bonansa. El quinto pino, en definitiva.

Quien más y quien menos está ya bajo los efluvios del verano, de las vacaciones. Tanto en el Tenerife como en este Real Zaragoza que ha terminado un curso agónico, feo de vivir, incómodo, presionante en lo anímico. Álvaro Vázquez vio la quinta amarilla el otro día en la pachanga contra el Numancia y se quitó de enmedio. A Álex Muñoz, unas molestias físicas de última hora también lo han dejado en tierra. Son indicios de cómo se vive este compromiso con la competición que tan a desmano cae, tanto por su validez para la clasificación final como por lo incómodo y largo del viaje a las islas que colindan con el sur de Marruecos, el viejo Sahara Occidental y el norte de Mauritania.

Un partido en Tenerife (o en Las Palmas) es normalemente, cuando toca en un momento activo de una competición, una cita bonita con el fútbol de siempre. El Heliodoro Rodríguez (o el Gran Canaria, antes el Insular) es un feudo donde se respira el ambiente de verdad de este viejo deporte, que suele deparar duelos vibrantes, con salsa que contar. Pero esta vez todo ese carisma se ha caído por el suelo, desparramado, al surgir como cierre de una liga adusta para los dos clubes y sin nada que dirimir

Mejor así, se puede colegir si se considera que, tal y como venía la mano hace un mes, bien podíamos estar ante una 'final' histérica por salvar el pellejo. Y, entonces, es posible que a la hora de subir al avión todos los zaragocistas hubiesen añorado y deseado un partido tan laxo como el que se va a ver este domingo 8 de junio en Santa Cruz. Así que, por este lado, nada que objetar más allá de la ausencia total de objetivos profundos (solo importa definir el puesto final en la tabla, entre el 12º y el 16º, y ver qué pedrea económica conlleva en el reparto proporcional de los derechos de televisión). 

No se recuerda un vuelo a Canarias del Real Zaragoza tan distendido, con tanta evasión mental sobre los 3 puntos que hay que pelear en Tenerife en la noche dominical. Para hallar un precedente hay que irse al verano de 2010, con José Aurelio Gay como entrenador en la época del agapitismo, cuando ya costaba Dios y ayuda mantenerse en Primera en los prolegómenos de la hecatombe del descenso y casi muerte del club en 2013.

El 8 de agosto de hace 9 años, la organización del Trofeo Teide, un clásico del verano español que nació (como el Ciudad de Zaragoza) al inicio de los años 70, invitó al Real Zaragoza a jugarlo contra el CD Tenerife y el cuadro aragonés aceptó la oferta. Se viajó a la isla canaria, en vuelo relámpago, para acometer un amistoso... en el campo de Los Cuartos, en el pueblo de La Orotava, en las faldas del volcán Teide. Un lugar precioso, un campo modesto de Regional, en plena subida a la montaña, en una curva de herradura, de 180 grados, con el Océano Atlántico de fondo y el cráter volcánico al otro lado. 

Ganó el Tenerife por 1-0, con gol del aún activo Nino. Era el Zaragoza de los Doblas, Diogo, Contini, Jarosik, Gabi, Ponzio, Edmilson, Pennant, Bertolo, Braulio, Jorge López, Marco Pérez, Goni, Kevin Lacruz, Edu García, Ortí o Ramiro. En frente, el Tenerife de Gonzalo Arconada (desapareció de la circulación hace ya tiempo este entrenador que interesó al Zaragoza varias veces) formaban por entonces Luis García (ex zaragocista), Sergio Aragoneses; Marc Bertrán (vendría a Zaragoza después), Beranger, Sicilia, Prieto; Ricardo, Antonio Hidalgo (otro ex blanquillo), Juanlu, Omar; Nino, Natalio, Iriome, Luna, Kome, Mikel Alonso, Rosquete o Moreno.

Aquel viaje a Tenerife en plena pretemporada, por motivos logísticos fue protestado por muchos componentes de la plantilla y el cuerpo técnico. En las anómalas rutinas de aquel verano, con entrenamientos de alta intensidad ya acumulados desde la concentración en Navaleno-San Leonardo de Yagüe (Soria), se venía 48 horas antes de disputar otro partido lejos de España, en Wigan (Inglaterra), que supuso una paliza para la expedición, con un vuelo Barcelona-Mánchester de ida y vuelta y movimiento interno en autocar hasta Wigan, a medio camino de Liverpool. Fue volver de ese episodio y llegar el turno de lo de Tenerife. No era normal pasar tantas horas en varias aeronaves, con todo lo que suponen este tipo de viaje para los futbolistas y el resto de miembros de una citación de este percal, para jugar amistosos de verano. Cosas del agapitismo. 

Ahora, el vuelo a Tenerife vuelve a chirriar porque supone ir allí sin nada de valor que rascar. Solo porque el calendario de la liga oficial hay que completarlo por obligación. Aunque sea sin sal, ni especias, ni caldo gordo sobre el césped del Heliodoro. Si hubiese sido posible, quizá el club chicharrero podría haber llevado la cita a Los Cuartos, a La Orotava, para poner un marco más adecuado al verdadero valor de este lance último de esta decepcionante liga: un bolo estival, un trofeo veraniego. Toca tragarse el sapo y esperar mejores tiempos. 

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