Bengalas, petardos, humo, cánticos, jolgorio, camisetas rojas, banderas, bufandas… En cuanto Álvaro Morata levantó la Eurocopa al cielo de Berlín; la Plaza de España de Zaragoza comenzó a rellenarse de pasión y felicidad. En una ciudad alejada desde hace año de las celebraciones y alegrías del fútbol, el triunfo de la selección lanzó a la calle a centenares de aficionados. Riadas de gente descendieron por el Paseo de la Independencia y subieron por el Coso para confluir en el centro simbólico de la ciudad, donde la fuente recibió la protección de un vallado especial y la vigilancia atenta de varias dotaciones de policía.

Sobre la medianoche, las principales arterias del entorno de la plaza la alimentaron de aficionados extasiados y eufóricos. Los había de todas las edades, mayores, pequeños, grupos de amigos jóvenes y adolescentes, parejas de enamorados y familias enteras… Las caras de felicidad se imponían en todos ellos.

Oliver Duch

Llamó también la atención la amplia y numerosa presencia de aficionados colombianos, con las banderas de su país y vestidos con la camiseta cafetera. La razón: un poco después, Colombia se iba a enfrentar a Argentina en la final de la Copa América. Antes de dirigirse a ver ese partidos, la nutrida colonia colombiana de Zaragoza se acercó a la celebración que conquistó la Plaza de España, bien custodiada por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y con la cercana asistencia de equipos de emergencia médica por si se producía algún tipo de accidente.

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Los festejo también se concentraron en otras zonas y barrios de la ciudad. La Plaza de España fue ese epicentro de la celebración por la gesta del equipo de los Dani Olmo, Pedri, Yamal, Rodri o Nico Williams, pero toda Zaragoza se lanzó a la calle. Fue una jornada inolvidable de fútbol y triunfo.