Baloncesto

Jota Cuspinera, el entrenador que ama la cantera

La acción de Cuspinera no termina con el primer equipo. El técnico sigue muy de cerca la evolución de los conjuntos de base, del infantil B hasta el filial de la EBA.

Cuspinera, el pasado lunes con el infantil B del Basket Zaragoza.
Basket Zaragoza

El pasado lunes el infantil B del Basket Zaragoza entrenaba, como es habitual, en la pista anexa del Príncipe Felipe. Las más jóvenes promesas del club, de apenas 12 años, y sus entrenadores, Jorge Samper y Laura Gimeno, recibieron una sorpresa que jamás olvidarán. La rutina se hizo añicos con la inesperada visita de Jota Cuspinera, que compartió con ellos toda la sesión para estupefacción y orgullo de los presentes. Más de una hora de risas, confidencias y consejos que dispararon hasta la estratosfera la motivación y la ilusión de estos proyectos de jugador. Una emoción que culminaron cuando, de camino a las duchas, se cruzaron con Carlos Alocén, el nuevo héroe de la cantera, a quien dedicaron felicitaciones y abrazos.

Esta anécdota, en apariencia intrascendente, no ocupará titulares... ni siquiera notas a pie de página, pero ayuda a calibrar la categoría humana y la pureza baloncestística del inquilino del banquillo del primer equipo rojillo. Desgraciadamente, es una exótica rareza que el preparador de élite invierta parte de su limitado tiempo al seguimiento –y ayuda– de todas las categorías de la entidad. Pero en el caso de Cuspinera no se trata de un hecho circunstancial, sino habitual.

También lo pueden atestiguar los integrantes del Simply Olivar, el filial del Tecnyconta que milita en la EBA, a cuyos partidos asiste el técnico siempre que sus obligaciones se lo permiten. Cuando el pasado domingo resolvió sin aspavientos la lesión de Sergi García –otro prototipo de estrella al que ha ayudado a dar un salto de calidad– entregándole al adolescente Carlos Alocén el timón del equipo contra el todopoderoso Barcelona durante 20 minutos, lo hizo desde el profundo conocimiento sobre el chaval, al que ha visualizado in situ en la cancha del pabellón del Olivar, no a través de vídeos o de informes ajenos. Una valiente apuesta aplaudida por una afición que se halla inmersa en el proceso de reenamoramiento con un equipo que se había entregado a la dejadez y a la decepción en las últimas campañas. A las cualidades deportivas que se les suponen, los vínculos emocionales que alimentan los canteranos contribuyen a crear una conexión grada-parqué que se extrañaba.

«Es un lujo tener a Jota Cuspinera en la primera plantilla. Es un técnico que cree decididamente en la cantera, que tiene una amplia experiencia en el trabajo de formación, que no tiene ningún problema a la hora de conceder oportunidades a los más jóvenes. Estuvo 20 años en la cantera de Estudiantes dirigiendo, incluso, a equipos de categoría benjamín, y sabe cómo extraer el mejor rendimiento de cada jugador, independientemente de su edad», celebra un entusiasmado Luis Arbalejo, el coordinar de las categorías inferiores.

Unas palabras sinceras que denotan la sintonía que gobierna la relación entre el máximo gestor de la cantera y del plantel de ACB. «Cuando firmé con el Tecnyconta, me pidieron que colaborara. Lo primero que hice fue ponerme a disposición de Luis Arbalejo. Estoy en contacto permanente con él y la mejor forma de ver las evoluciones de los que algún día pueden ser jugadores del primer equipo es ir en persona a verlos», confirma Cuspinera.

Y es que, ante todo, Jota Cuspinera es un hombre de cantera, un producto de ese inagotable vivero que es Estudiantes. Entrenador precoz debido a una pubalgia y discípulo aventajado de Pepu Hernández, lleva incrustado el ADN forjado con amor y pasión en el vetusto Magariños. Comulga fervorosamente con la filosofía del Ramiro de Maeztu: disciplina, identidad, trabajo y esmero por la formación integral de los alumnos/jugadores. Unos valores que comparten los rectores del Tecnyconta.

El camino de Cuspinera hacia un banquillo titular de la Liga Endesa ha sido lento –el Fuenlabrada le dio la oportunidad con 45 años–, y el de Guecho no olvida sus orígenes. A ellos se está encomendando y los frutos que está cosechando son prometedores. Para que en el futuro florezcan nuevos ‘sergis’, ‘alocenes’ y ‘pradillas’ no existe mejor carburante que la fe en este círculo virtuoso que no entrega réditos instantáneos.