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Juegos de parís 2024

Luis María Garriga: "Mi primer salto fue sobre dos cañas y una cuerda"

El mítico saltador aragonés compitió en Tokio 64 y México 68.

Garriga, en la exposición ‘El sueño olímpico’, en Ibercaja.
Garriga, en la exposición ‘El sueño olímpico’, en Ibercaja.
Guillermo Mestre

Hay gestas que no se recompensan con medallas. Qué mejor ejemplo que la de Luis María Garriga, el aragonés que llamó a las puertas el cielo en el día en que Dick Fosbury cambió la historia del atletismo en México 68. La leyenda viva del salto de altura español nos recibió en Ibercaja, entre recuerdos de la preciosa exposición ‘El sueño olímpico’.

Me gustaría contar la historia del mito sin medalla.

Vamos con ella. En un principio, le diré que yo no tenía ni idea de esto del salto de altura. El caso es que vi en el bar Mi Casa de Borja, pues allí tenían televisión, la final de los Juegos de Roma 60. Saltaron Robert Shavlqadze, Valeri Brumel y John Thomas. Fue una maravilla. Me enamoré de forma inmediata. E imagínese, cuatro años después, competí con ellos en Tokio 64.

¿Cómo fue capaz de desarrollar esa epopeya?

Porque nunca sabes si puedes alcanzar un sueño si no lo intentas, y yo lo intenté con toda mi alma. En Borja, saltaba en la era, después de que despejaran el lugar los trillos. Mi primer salto fue sobre dos cañas y una cuerda.

¿Y dónde caía?

Sobre un montón de fiemo cubierto por unas pajas.

No tengo calificativos…

Mejor que no lo califique, sí... (sonríe). Nunca tuve palabras para agradecerle a mi tía Felisa que me regalara un colchón como superficie de caída tras el salto.

Gran avance tecnológico el aportado por su tía Felisa, sin duda.

No lo dude. Recuerdo que guardábamos el colchón en la casa de Teodoro de la Dedicación, que así se llamaba el buen hombre. Comencé saltando 1,40 metros, pero comencé a mejorar muchísimo (1,65). Bajé a Zaragoza. Entrenaba en la Academia General Militar. Cogía el tranvía en la plaza del Pilar.

Jesús Cuartero era su técnico.

Gran entrenador, por cierto. Me enviaba notas por correo para que entrenara en Borja cuando no bajaba a Zaragoza. Un día, un señor me dijo si quería ir a la Residencia Blume de Barcelona. Se lo dije a mi padre. Pensaba que diría que no, pero sorprendentemente dijo que sí. El 10 de enero del 62 llegué a la Blume.

En un santiamén, un juvenil aragonés puso en fila india al salto de altura español.

En el 63 ya batí el récord absoluto con 1,98 metros. La mínima olímpica para ir a Tokio 64 estaba en 2,06, una marca al alcance de muy poquitos en el mundo. Pero me convencí de que podía. Primero, salté dos metros en Manresa.

El primer español en superar la barrera psicológica de los dos metros.

Efectivamente. En La Coruña hice 2,02. En Bilbao, 2,04. Solo quedaban siete días para Tokio cuando el 19 de septiembre salté 2,06 en Vallehermoso. Fue algo increíble. La gente saltó a las pistas. Parecía la celebración de un título en el fútbol. Se consideró una gesta nacional. Al otro día, salí en la portada del ‘Marca’ y todo.

¡Qué grande!

Y la gente no sabe que tuve un accidente de moto el día de antes... Me tiraba el glúteo cuando salté.

Pero usted era de acero.

Después, fui a Japón en un avión de Air France: Madrid, Karachi, Calcuta y Tokio. Era un sueño.

En España no tenía rival. Ganaba con la gorra...

Yo siempre he sido muy respetuoso con los rivales. Cuando los demás acababan, yo empezaba.

¡Ja, ja, ja!

Saltaba 2,12 cuando fui a México. España estaba aislada. No había relación diplomática. Vino a recibirnos Cantinflas en vez del embajador...

Allí compitió con Fosbury.

Le habíamos visto saltar en una moviola (vídeo). No creíamos lo que veíamos. Era un extraterrestre. Todos saltábamos con el estilo de rodillo ventral menos él. Incluso hubo debate en si se homologaba su estilo. Impresionaba. No solo nos ganó a todos, sino que además creó un estilo. Yo pasé a la final con 2,12. El récord olímpico estaba en 2,18.

Fosbury y un señor de Borja...

Buen nombre para una película... Ese tipo era de película, en serio. Al año siguiente, Fosbury saltó 2,24 y no saltó 2,28 de milagro. Tuvo una trayectoria corta. Ya no fue a Múnich. Era un deportista magnífico, un caballero.

Usted tampoco fue a Múnich 72.

Lamentablemente, sufrí una lesión. Hubieran sido mis mejores Juegos... Ese mismo año me casé. Llevó 51 años casado. Mi boda y el salto de altura son las dos mejores cosas de mi vida. Nacieron tres hijos maravillosos: Carolina, Luis y Elena. Fui alcalde de Borja, estuve en el ayuntamiento de Zaragoza... Y fui olímpico, que es lo máximo para un deportista.

¡Y olímpico de los más grandes!

No puedo quejarme de la vida. Faltaría a la verdad si lo hiciera.

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