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La España plural que se atrevió a soñar

La selección de Luis de la Fuente, la mejor y más imaginativa, buscará la cuarta Eurocopa 40 años después del triunfo ante la Rusia de Lev Yashine

Nico Williams y Lamine Yamal están deslumbrando en la Eurocopa y hoy serán marcados por Walker y Tripier o Shaw, y por toda la zaga británica.
Nico Williams y Lamine Yamal están deslumbrando en la Eurocopa y hoy serán marcados por Walker y Tripier o Shaw, y por toda la zaga británica.
Ap Photo/ Manu Fernandez.

España está donde quizá ni se había atrevido a soñar. Entre la lista de favoritas al triunfo final no figuraba en el top cinco. Era un combinado en formación pero tampoco venía de la nada: ya se había acreditado en la Nations League. Aunque no tuviese la trayectoria de Luis o Del Bosque, tan distintos y quizá tan antagonistas, Luis de la Fuente ya conocía el éxito, en todas las categorías.

El partido de Berlín es importante, y trascendente (Valdano acertó: el fútbol nos ayuda a relacionarnos en cualquier instante, hasta a los tímidos, a los huidizos o a los antisociales; es lo más importante de lo trivial que nos anima), por varias razones: primero es un equipo que ha destapado el tarro de las esencias, un equipo bañado por la luz y los meandros de la inspiración, simpático y querible. Es una selección con la alegría exacerbada de la juventud: indomable, imaginativa y, casi, irreductible. Nico y Yamal han cumplido años aquí, 22 y 17, y reconocen que ambos se mejoran y se complementan, que les va de maravilla jugar a pie cambiado y proclaman, sin arrogancia, que «quién dijo miedo», ante Walker, Stones, Tripier o Shaw. 

Ellos encarnan la España mestiza y plural, esa que atormenta a las huestes de Vox, la España de barrio, de emigrantes (como lo fueron nuestros padres en Europa o Latinoamérica), la España de color que intenta romper barreras y hacerse cada vez más ancha y propia, ilimitada, abierta a nuevas sonoridades, lejos de los nacionalismos excluyentes y tóxicos.

Además, se cumplen 40 años de la primera victoria en la Eurocopa con aquella alineación que se recitaba en el patio del recreo: Iríbar; Rivilla, Olivella, Calleja; Zoco, Fusté; Amancio, Pereda, Marcelino, Suárez y Lapetra. Con dos zaragocistas en el bloque, el arquitecto y mago Lapetra, y el cabeceador Marcelino, que se convirtió en héroe nacional, y otros dos blanquillos esperando su momento: Severino Reija y Juan Manuel Villa. En el gusto por los símbolos y los paralelismos de la historia, España también tiene derecho a vencer. Y debe hacerlo por algo más: aunque el fútbol es un continuo tratado de incertidumbre, sus jugadores han puesto la salsa y la mejor tempura, las especias más sabrosas, son la aleación química y humana que ha dado emoción y filigrana, diamante e identidad a este juego de siglo y medio en el torneo. Y han confirmado un viejo adagio: la clase, la generosidad, la confianza, la unión y la osadía son el mejor de los caminos para parar una Inglaterra, que se merece respeto porque ha llegado a lo máximo con lo mínimo, y anular ese súper poder oculto que solo ha respondido con fogonazos puntuales. 

El entrenador Gareth Southgate no cae bien ni convence, pero el hombre debe tener sus armas secretas y desea furiosamente, para redimirse él y aliviar una decepción histórica del país, que estallen ante la Roja.

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