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eurocopa-2024. el teatro verde

España se atreve ante una Francia, rácana y arrítmica, cuyos nombres producen vértigo

El martes jugarán dos equipos distintos: la calidad y la versatilidad de la selección de Luis de la Fuente ante el poderío físico de la de Deschamps

Marc Cucurella y Álvaro Morata en el entrenamiento de ayer en Donaueschingen.
Marc Cucurella y Álvaro Morata en el entrenamiento de ayer en Donaueschingen.
Pablo García/Efe.

España se ha colado en las semifinales por méritos propios, con algunos golpes de suerte y también con leves desgracias. Y así, con un equipo en formación (no es, no, aún la selección que enamoró al mundo de 2008 a 2012), va a desafiar a Francia, rocosa, incómoda, que se ha instalado en la ley del mínimo esfuerzo y el capricho de los penaltis. Rácana, aburrida, arrítmica, tampoco conviene llamarse a engaño: jugará ante España a cara de perro. 

Con ligeras variaciones, los franceses formarán así: Maignan; Koundé, Upamecano, Saliba, Theo Hernández; Kante, Tchouaméni, Rabiot, Griezmann; Dembelé y Mbappé. También podrían entrar Kolo-Muani, Camavinga y Thuram, que no recuerda a su padre. Por los nombres, mírense como se miren, produce vértigo. 

En el fútbol debe respetarse al rival, conocer el planillo de sus tácticas y mudanzas, intuir las claves de construcción y destrucción, pero no hay que tener miedo. España enamora: no es un soliloquio. Es el único equipo que ha ganado todos sus partidos, con coraje y gallardía, con alma de bloque y con auténticas plasticidad y belleza. Intentamos aquí una alineación, más que probable.

Unai Simón. Está haciendo un buen torneo. Posee gran agilidad por abajo. A veces la lía, pero sus compañeros creen en él; entienden que es un portero sobrio de fiar. Jesús Navas. Jugó con La Roja y siempre ha dado muestras de desborde, rapidez y sentido coral. Retrasado a la defensa, es un jugador honesto. Se enfrentará a un gran desafío: parar a Mbappé, que está herido en su orgullo y a la vez satisfecho: Marie Le Pen tendrá que esperar. A los centrales, Nacho y Le Normand, se les pide una misión heroica; están a buen nivel. Cucurella es una de las revelaciones: defiende, ataca, contagia ilusión y arrebato, y se desmelena. 

Rodri es el mariscal que pastorea la excelencia y la fraternidad, si puede decirse así, el dibujante de tiralíneas que juega con todos y para todos. Olmo y Fabián son complementarios, la cara y la cruz de la misma moneda: están, existen, se postulan para hacer historia. Morata, por ahora, es como el espejismo de una aparición y una fuga inextricables; se le espera todavía. Yamal y Nico son como la fuente que nunca deja de manar, como la música de los violines o el canto más bello de la alondra que nos despierta para que soñemos juntos con los ojos bien abiertos.

De la Fuente confía en ellos y los anima al grito de «danzad, jugad, venced, benditos».

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