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El Wimbledon de Conchita Martínez cumple 30 años: "Fue mi consagración"

La tenista aragonesa, que se encuentra en Londres junto a su pupila Mirra Andreeva, recuerda el impacto que aquel Grand Slam tuvo en su carrera. Fue la primera española en ganarlo. 

Conchita, junto a su rival Navratilova, tras ganar el torneo de Wimbledon.
Conchita, junto a su rival Navratilova, tras ganar el torneo de Wimbledon.
Reuters

Han pasado 30 años. Tres décadas desde el día que coronó a Conchita Martínez. Nuestra Conchita. La jugadora que aquel 2 de julio de 1994 se convirtió en la primera española en levantar el trofeo de Wimbledon. Un hito que cambió el tenis femenino y la vida de quien, tras vencer a Martina Navratilova en una final memorable, pasó a figurar entre elegidas.

Fue mi consagración”, recuerda, mientras pasea por el All England Club junto a Mirra Andreeva. Su pupila. Una joven que trata de abrirse camino. ¿Como el de la aragonesa? No es sencillo… Una treintena de títulos WTA las separan. Ninguno como aquel Wimbledon. El único Grand Slam en la carrera de Conchita, conseguido en Londres. La Catedral. Donde todo adquiere especial relevancia.

Por eso se sigue recordando el éxito de la montisonense. Aquella épica victoria sobre Navratilova (6-4, 3-6 y 6-3) con un juego que rozó la perfección por momentos, hizo vibrar al país entero y le otorgó un “prestigio” que perdura.

“Siento un tremendo orgullo al mirar hacia atrás y ver lo conseguido. En Londres se me valora mucho. Soy afortunada de poder regresar cada año y sentir el aprecio que me tienen. Cuidan cada detalle; todo es especial aquí”, explica Conchita, sobre un torneo en el que prima el rito, la tradición, la esencia más pura del deporte de la raqueta.

Conchita, levantando el trofeo de Wimbledon.
Conchita, levantando el trofeo de Wimbledon.
efe

El primer recuerdo que me viene a la cabeza es el de levantar el trofeo”, añade, rememorando una tarde en la que tuvo la oportunidad de conocer a Lady Di: de entrada fue ella quien le hizo la reverencia al entrar a la pista; después fue la princesa de Gales la que quedó rendida ante su tenis.

A pesar de que era la tercera participación de Conchita en Wimbledon, jugó el partido con solvencia y empequeñeció a su rival. A toda una especialista en hierba. Una Martina Navratilova que partía como gran favorita y, a los 37 años, tenía la posibilidad de alcanzar su décimo trofeo en el All England Club, algo sin precedentes.

“Era verdaderamente temible. Muy difícil de vencer sobre esta superficie”, valora Conchita, que logró imponer su estilo, elegante e inspirado, frente a la experiencia de la leyenda checa.

Antes había más variedad en el juego. Había tenistas que podían ser especialistas en hierba, como la propia Navratilova, pero luego se empezó a practicar un tenis más directo, menos variado. Las jugadoras de ahora son muy altas, fuertes, intentan pegarle duro a las bolas… todo ha cambiado”, prosigue Martínez, “feliz” de ver su nombre inscrito junto al de las mejores de la historia.

Conchita, en el homenaje que recibió en Monzón.
Conchita, en el homenaje que recibió en Monzón.
Luis Correas

Aquel verano de 1994 fue el de la explosión del tenis femenino. Arantxa Sánchez Vicario ganó Roland Garros el 5 de junio y, apenas un mes después, ella levantó Wimbledon en un lugar inaccesible para españolas; puesto que solo Manolo Santana, en 1966, lo había conquistado hasta entonces.

Conchita apenas tenía 22 años. Su carrera continuó. Ya no alzaría más Grand Slam. Tampoco alcanzó el número 1 del ranquin mundial, pero sí tres medallas olímpicas (dos platas y un bronce), cinco títulos de la Copa Billie Jean King y esa anteriormente referida treintena de trofeos WTA que la sitúan como una estrella mundial.

Como prueba, que el International Tennis Hall of Fame la incluyera en el Salón de la Fama en 2020, año en el que, precisamente, cedió temporalmente el trofeo de Wimbledon para que sea expuesto en el museo ubicado en el Newport Casino de Estados Unidos.

“Cuando fui distinguida, mandé varios. Más adelante los recuperaré, pero de momento están allí”, cuenta Martínez, que, como cada año, presenciará la final del torneo desde el Royal Box de la pista central, un espacio reservado para campeones, miembros de la familia real británica y personas con rango.

“Cuando ganas Wimbledon, automáticamente te conviertes en socia del club y te invitan a ver la final cada año. Se vive un ambiente impresionante”, concluye Conchita, a la espera de que Andreeva siga avanzando rondas en esta edición y, quién sabe, algún día pueda reinar sobre el verde londinense.

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