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Siempre hay una sombra que acecha: hace 32 años Dinamarca le ganó la Eurocopa a Alemania

El equipo alemán, uno de los grandes favoritos, ha ido de más a menos, e Italia, también desdibujada, se enfrenta a Suiza. España entrena entre risas

Las botas de dos futbolistas españoles. La selección de Luis de la Fuente se ha convertido en el más aplaudido.
Las botas de dos futbolistas españoles. La selección de Luis de la Fuente se ha convertido en el más aplaudido.
J.J. Guillén/Efe.

Tras el calentamiento y verificar el estado de la cuestión, comienza la muerte súbita. Ya no hay segunda oportunidad. Hoy veremos lo que Italia puede dar de sí o si es ese hueso incómodo capaz de ajustarse a su guión más histórico: resiste y pasa, aunque sea agónicamente y colgada de un relámpago de fortuna o del buen uso de su competitividad. Suiza ahí va, con una propuesta sólida, sin desvanecerse. Es decir: el choque está más abierto que nunca y el ariete Dan Ndoye es una seria amenaza. Los italianos pierden por tarjetas amarillas a Riccardo Calafiori: algunos lo colocan ya en el Real Madrid y en la estela de inolvidables laterales zurdos como Facchetti, Maldini y Grosso.

Con todo, el gran choque es el de Alemania ante Dinamarca. Alemania es favorita, y lo era aún mucho más, tras el primer partido, donde esculpieron un equipo formidable, vertical y dinámico, tocado de velocidad, clase y fantasía. Poco a poco, los germanos han perdido la luz y han sembrado las dudas en todo el país. La nómina de futbolistas, es decir, el timbre de la fama, el índice de certezas y de promesas unidas, sigue siendo incuestionable: Neuer, Kimmich, Rüdiger, Gündogan, Kroos, Wirtz, Musiala y Haverz o Füllkrug. Nombres conocidos, sin duda, con experiencia, con una estela de títulos y tardes de gloria a sus espaldas, pero su versatilidad y su brillo se han opacado. 

Han ido del deslumbramiento hacia la oscuridad y en ese trayecto desdibujado no solo se han distraído: han perdido la confianza y la conciencia de bloque. Enfrente está la Dinamarca de Ericksen y Kasper Schmeichel, hijo de Peter Schmeikel, que era el arquero de aquel equipo que batió a los alemanes -del ya fallecido Brehme, y de Sammer, Effenberg o Hassler, entre otros- en Gotemburgo, en la final de la Eurocopa de 1992. En aquel conjunto brillaban Brian Laudrup, que hizo el torneo de su vida, qué elegancia y qué desborde, que finura de ‘estilita’, y el excastillista Fleming Povlsen. Aquella Dinamarca fue una maravillosa sorpresa y superó al espléndido equipo de 1986, al que reventó Butragueño en Querétaro.

Mientras, España parece centrada y ajena a los cantos de sirena. Los elogios desarbolan y pueden abrir el foso de la desilusión. Hay que alejarse del espejismo de Georgia. Ya no se gana con facilidad ni en los sueños.

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