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Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

Carlitos: el superhéroe del tenis que alegra el mundo

Sep 11, 2022; Flushing, NY, USA; Carlos Alcaraz (ESP) reaches for a forehand against Casper Ruud (NOR) (not pictured) in the men's singles final on day fourteen of the 2022 U.S. Open tennis tournament at USTA Billie Jean King Tennis Center. Mandatory Credit: Robert Deutsch-USA TODAY Sports TENNIS/
Carlos Alcaraz maneja de maravilla el golpe de volea. 
Robert Deutsch /USA Today.

Todo por un sueño de infancia. Carlos Alcaraz, Carlitos, tenía tanta prisa por ganar y por ser el número uno del mundo que ha precipitado el tiempo. Lo ha abolido como si lo metiese en una batidora y ahí está, precipitado y concentrado, como imaginó de niño en El Palmar: hecho un gigante, hambriento de triunfo y de gloria, coronado en la pista más ruidosa del mundo, donde se tambalean el cemento, las voces, los aviones y las lágrimas. En un partido vibrante, con un tercer set excepcional, en el que bailó en la cuerda finísima de la derrota, venció a un jugador estupendo, sólido y serio, constante y aplicado: el noruego Casper Ruud.

Carlos Alcaraz es de una pasta especial. Ingenuo y rabioso a la vez, impaciente y por tanto acelerado, y sereno y equilibrado también, con un punto de extravagancia que lo coloca en la estela de campeones de antaño: parece poseer la muñeca de Santana en ocasiones, el sentido del desafío de McEnroe, la paciencia de Nadal, la velocidad y la furia de Jimmy Connors, la imaginación de Guga Kuerten y la elegancia en la volea de Federer, por pensar en algunos astros del tenis. Y tiene una fuerza mental solo suya, entre dispersa y altanera.

Si uno oía a Jordi Arrese en la Ser parecía que el triunfo de Alcaraz estaba cantado. Posee más recursos que su rival: es verdad, Alcaraz tiene muchos, y a veces él es su mayor enemigo. Juega con ansiedad, con prisa, quiere acabar el punto casi en primer impacto, de un ‘palo’ severo. A veces se zambulle en el frenesí, y eso es una amenaza: no solo falla puntos, sino que incluso se descentra. Dicho esto: ganó el primer set con justeza y con más dificultades de lo que parecía, pese a que dejó bien expuestas las claves de su juego: excelente combinación de saque y volea, dejadas precisas, y arrojo, mucho arrojo. Sin miedo. A por todas.

En el segundo set, Casper Ruud demostró que no era un comparsa. Que tiene atributos, bastantes, y que es metódico. Se desmelenó un poco y ganó el segundo set con holgura.

En el tercer set ninguno de los dos perdió la compostura, pero Ruud pareció más regular, incluso más sensato y se aplicó con golpes impresionantes. Alcaraz era muy bueno, un poco errático (a menudo el saque lo saca de apuros), pero el noruego le tomó la delantera. Alcaraz es audaz, desafiante, sabe resistir en el filo del alambre sin despeñarse, y lo volvió a hacer. Salvó dos pelotas de set y logró llevar la tercera manga al ‘tie break’. Y ahí tomó carrerilla y ganó de calle. 7-1. Un repaso a ese tercer set deja imágenes increíbles en la red, deja impactos precisos, paralelos o cruzados de ambos, deja instantes de entrega absoluta, a vida o muerte, con un tenis de altura. Frente al estilo académico de Ruud (finalista ante Rafael Nadal en Roland Garros), la plasticidad de Carlitos, su coraje, su desparpajo, su picardía, el rechazo permanente a la idea de derrota.

En el cuarto tramo, tras el arranque inicial, Carlos Alcaraz tomó la delantera para culminar un torneo brillante, increíble, un torneo que supone su primer Grand Slam, la admiración universal y el puesto de número uno del planeta a los 19 años, 4 meses y 6 días. Y ahí queda eso: la huella de un deportista con encanto, taimado en el juego, desconcertante y genial, inspirado, que desconoce los límites.

Y ahí queda eso: la huella de un deportista con encanto, taimado en el juego, desconcertante y genial, inspirado, que desconoce los límites

Un ejemplo de su carisma: tras una batalla fantástica sobre la red, donde parecía practicar el salto del tigre o los volatines de un artista de circo, buscó con el paralelo la línea de fondo; falló el punto y cuando se dio cuenta de que lo perdía sonrió como a él le gusta: con alma de niño que se escapa de casa con los perros y se pierde en los campos de maíz. Ayer se sintió su superhéroe de Marvel que ha venido a las pistas de tenis para alegrar el mundo.

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