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Los museos de Héroes del Silencio (5)

Ezequiel Droghi, el periodista argentino que convirtió la búsqueda de la caja de terciopelo de El espíritu del vino en un episodio de Indiana Jones.

Concierto de Héroes del Silencio el 10 de octubre de 2007 en La Romareda.
Oliver Duch

Resulta no ya curiosa sino hasta heroica la caza y captura del periodista argentino Ezequiel Droghi de la famosa caja de terciopelo de El espíritu del vino, con su correspondiente botella de vino. Y es que conseguir una pieza tan cotizada allende los mares, de la que solo se fabricaron cien copias para promocionar el disco, tiene su mérito y algo de película detectivesca si no de episodio de Indiana Jones en busca del arca perdida.

Él mismo lo explica: "Fue una búsqueda al filo de un servicio de inteligencia, ja,ja. Busqué y rebusqué. Tenía un dato: sabía que había una caja en Argentina hace años. Y me puse a indagar y buscar casi de forma obsesiva, preguntando, escribiendo, navegando por Internet, acudiendo a ferias y mercadillos de discos…, hasta que, por fin, llegué al propietario, una persona, según descubrí, que  confeccionó casi todos los bootlegs de Héroes que salieron desde estas tierras. Negociamos y le compré su pequeña pero suculenta colección de época, y en ella estaba la caja".

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Fue en 2013, pero sorprendentemente, a raíz de la consecución del tesoro, a Ezequiel le entró una extraña fiebre de agotamiento, de aventura finalizada. "Ahora que lo pienso, creo que cuando tuve la caja en mis manos se apagó el fuego. Fue como decir: ‘bueno, ya está, objetivo completado, vamos a otra cosa’". Y, santo cielo, comenzó a vender su colección, que hasta entonces contaba con unas 700 piezas entre cedés, cassettes, vinilos, VHS, box set, libros...

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En el coleccionismo, empezó algo tarde porque era muy joven, en 1999: "Eliseo, un compañero de trabajo en el periódico de mi natal Berazategui, me trajo El espíritu del vino grabado en un CDR. Me lo entregó con la seguridad de que me volaría la cabeza, dijo. Lo tomé con cierta sorna, muy de alguien que acababa de cumplir 19 años. Pero mi cabeza explotó y de ahí en más comencé a escuchar, investigar y, a mi modo, acopiar material".

Un acopio, se diría, hecho de forma compulsiva, porque recopilar esas 700 piezas en poco más de una década tiene su mérito, sobre todo cuando se trata de cazar determinados bootlegs de escasa o nula circulación o piezas tan difíciles como la susodicha caja de terciopelo. "Yo me apasionaba, el verbo está conjugado en pretérito imperfecto, no por capricho, buscaba y buscaba [se supone que con un gran desembolso económico que no revela] hasta que dí con todas esas piezas".

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Pero lo dicho: "Un día la magia se esfumó y en 2014 comencé a reasignar el material a otros colegas (eufemismo de vender la colección). Sinceramente no me costó". Eso sí, la caja de terciopelo es intocable, sagrada. "Es de lo único que no me puedo deshacer. ¡Vamos! Imposible. A veces pienso: ‘Si es solo una caja con un CD y un libro…’. Pero esa especie de Santo Grial del coleccionismo te atrapa y ejerce extraños influjos".

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No obstante, y aunque siga desprendiéndose de determinadas piezas, su colección sigue todavía rebosante de fetiches, como puede comprobarse en su gran vitrina. "Me queda cerca de la mitad del material. La sangre fenicia no pasó por mi familia, soy pésimo comerciante. Así que me cuesta el tema de la venta". Pero no lo piensa vender todo, y menos aún, como queda dicho, la caja.

A fin de cuentas, es parte sustancial de su vida, de su afición por los Héroes y hasta de su relación sentimental: "Hoy, con 37 años a cuestas, con mucho más rodaje musical y menos pelo, debo agradecer a Eliseo por el convite. Y a Héroes, por supuesto, que gracias a ellos, de alguna forma, conocí a mí pareja, pero esa es otra historia".

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