Blog

Traductores olvidados

1 TRADUCTORES AFGANOS EN KABUL

Kabul (Afganistán)


Una decena de jóvenes afganos son cacheados por el personal de seguridad de la embajada de España en Kabul antes de permitirle el acceso a la legación diplomática. Han pedido una cita para entregar una carta en la que reivindican su trabajo como intérpretes y traductores para la misión militar española en la provincia de Bagdis durante los últimos años. La carta va firmada por 24 personas aunque el número real de traductores es casi el doble.


Un traductor afgano es cacheado en la entrada de la embajada de España en Kabul. Fotografía de Gervasio Sánchez


Ante el inminente repliegue previsto para las próximas semanas, sus contratos han sido rescindidos.  La carta es, en realidad, una petición formal para que se les conceda un salvoconducto para viajar a España y “solicitar asilo político o protección subsidiaria”, ante el temor fundado de sufrir situaciones de persecución, discriminación y atentados contra su integridad física. Muchos de ellos no han podido regresar a sus lugares de origen por miedo a ser atacados por los insurgentes talibanes. Algunos pernoctan en la capital Kabul desde hace una semana donde fueron trasladados en avión militar.


“Nos han prometido que toda la documentación saldría en horas a España y que se entregaría en los servicios centrales del Ministerio de Asuntos Exteriores”, confirma Muntaz Ahmad, de 21 años, que ha trabajado tres años y dos meses, la mayor parte del tiempo en el puesto avanzado de combate de Moqur, donde llevaba a cabo patrullas con fuerzas especiales pertenecientes a los cuerpos de la Legión, la Brigada Paracaidista y otra unidades móviles.


El joven intérprete estuvo presente el 9 de julio de 2012 en un combate contra la insurgencia que duró 16 horas. (NOTA DEL PERIODISTA: Pido públicamente excusas porque el combate duró entre cinco horas, según unas fuentes y ocho, según otras. Al transcribir mis notas puse 16 horas en vez de 6 horas. Lo siento mucho)


El grado de peligro que sufrió la dotación militar fue tan elevado que el próximo 27 de septiembre los soldados presentes en el ataque van a ser condecorados con la medalla al mérito militar con distintivo rojo.


Nooraka Sorosh, de 30 años  sirvió siete años con los militares españoles. Cobraba doce pagas de 520 euros al mes. Recibía cien euros más si participaba en patrullas nocturnas o pernoctaba en las bases avanzadas de combate y cada tres meses tenía 12 días de permiso.


“El 21 de febrero de 2007 estuve presente en la explosión de la mina que mató a la soldado Idoia Rodríguez Buján en la localidad de Shindad, provincia de Herat. También estuve en el ataque suicida del 9 de noviembre de 2008 que causó la muerte al brigada Juan Andrés Suárez García y al cabo primero Rubén Alonso Ríos y heridas muy graves a otros cuatro militares”, recuerda este veterano traductor.


Hace unos 12 días varios traductores se dejaron fotografiar a cara descubierta en el diario El Mundo. Aseguraban que el estado español “los había dejado en la estacada” sin buscarles una alternativa a pesar del grave riesgo de sufrir atentados terroristas.


Gholam Haidar, de 23 años empezó a trabajar como intérprete en julio de 2010 y se le rescindió el contrato en febrero de este año tras cerrarse la base avanzada de combate donde ejercía su función. El 6 de noviembre de 2011 la unidad para la que trabajaba, perteneciente a la Brigada de Alta Montaña, fue atacada en Ludina.  “Estaba muy cerca del sargento primero Joaquín Moya cuando fue alcanzado. Estuvimos cuatro horas bajo el fuego talibán y participé en la evacuación del militar que murió antes de ser trasladado a un hospital militar”, explica Gholam.


El ministerio de Defensa asegura que el pasado 25 de marzo de 2013 se activó un Programa de Acogida para facilitar la reintegración de los contratados “en los entornos que ellos mismos eligieran y en condiciones de seguridad, en reconocimiento a los servicios prestados”. El plan contempla varias opciones: “Compensación económica por finalización de contrato; alejamiento de Badghis, y reubicación en sus ciudades de origen, Kabul y Herat; oferta de un nuevo contrato de trabajo con el contingente español en Herat; reubicación en España u otro país fuera de Afganistán a quienes así lo soliciten”.


Diego Mazón,  director de comunicación del Ministerio de Defensa, aseguró ayer a este periódico que “el plan de acogida no es un decreto oficial, ni ha salido en un boletín ni nada similar porque es un plan de trabajo del PRT de Qala-i-Now”. En la misma nota confirmaba que “10 personas fueron trasladadas a sus lugares de origen en transporte militar para reintegrarse en sus hogares, un intérprete ha sido recontratado para trabajar en Herat y se está estudiando la solicitud de asilo de otro”.  Otros tres trabajadores afganos de la cooperación española, dependientes del Ministerio de Asuntos Exteriores,  también se han acogido al plan.


Grupo de traductores afganos que trabajó en la provincia de Bagdis con las tropas españolas hasta principios de septiembre. Fotografía de Gervasio Sánchez


Pero todos los traductores consultados por este periódico aseguran que jamás se les ha ofrecido este Plan de Acogida. Ni siquiera los que han terminado sus contratos en septiembre varios meses después de que el plan se aprobase. Tampoco ninguno recibió ninguna indemnización económica. Sorprende que ningún intérprete se hubiera interesado por estas condiciones tan golosas. Y más aún cuando las posibilidades de encontrar un nuevo trabajo son escasas en Afganistán para personas que se han relacionado estrechamente con tropas extranjeras.


Entre la documentación que los traductores han entregado a la embajada española se ha incluido una carta firmada por los talibanes y enviada el 10 de marzo  de este año a dos de los intérpretes que trabajaban con las tropas españolas. El texto es claro, contundente y muy directo: “Señores Asadullah y Muhamamad Rafi: Por este medio os informamos que tenéis que dejar vuestro trabajo con los españoles y reuniros con los hermanos del Islam antes del año nuevo (que empezaba 11 días después) porque si no seréis juzgados por las normas islámicas y condenados a muerte”.


El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) reconoce que los intérpretes afganos que han trabajado con los distintos ejércitos extranjeros forman uno de los grupos en mayor riesgo de persecución y ataque directo y recomienda que se les concedan asilo político si lo solicitan.


Otros países con tropas en Afganistán tienen programas de obtención de visados para los trabajadores afganos. 2.500 afganos y sus familiares que trabajaron en cuarteles estadounidenses ya están fuera de este país. El Reino Unido asegura que otorgará asilo a unos 600 intérpretes. Noruega ha aceptado las peticiones de asilo de la mitad de sus traductores. Incluso un país como Nueva Zelanda, que apenas tuvo 150 soldados sobre el terreno, ha asilado a sus 19 traductores. Tanto Alemania como Francia están estudiando planes de evacuación completos.


Los traductores han mantenido una relación muy estrecha con los militares a los que acompañaban en las misiones más peligrosas. Eran sus ojos y oídos en una tierra desconocida y abrupta con el enemigo siempre al acecho, donde se habla idiomas complicados de aprender como el dari y el pastún.


Han vivido situaciones de máximo riesgo y han sentido la muerte muy cerca. También han visto morir a algunos soldados. Y seguro que han llorado esas muertes al lado de sus compañeros  españoles. Sorprende que el estado español no haya sido capaz de buscar una solución decente e integra a un grupo de traductores afganos olvidados en tierra hostil.