Puerta grande negada a Padilla tras un nuevo susto en Zaragoza
El cartel estelar de la Feria del Pilar trajo el primer llenazo y dejó infinidad de detalles.
La penúltima tarde de abono de la Feria del Pilar, la de mayor relumbrón, trajo el primer cartel de no hay billetes y a tres toreros tan trasparentes como heterogéneos. Cada cual se exhibió como es; sin tapujos ni enredos. Padilla dio otra lección de coraje que mereció puerta grande; Morante alternó el tarro de las esencias con el de la desvergüenza; y, entre tanto, se pudo disfrutar del momento de plenitud que atraviesa Talavante.
La corrida comenzó con percance. Padilla fue a buscar a su primero a portagayola y, al intentar una larga cambiada, el de Núñez del Cuvillo se cruzó y lo empitonó en el parche que cubre el ojo perdido en esa misma arena. Cinco años van desde aquello. Cinco años de operaciones, rehabilitación y superación que atravesaron como una centella los tendidos. El jerezano pasó a la enfermería y las pruebas que se le realizaron descartaron cualquier tipo de lesión interna, según confirmó después a EFE su apoderado, Diego Robles.
Padilla recibió un pitonazo en el párpado del ojo izquiero y Robles aseguró que el parche ayudó a amortiguar el golpe del cuerno y evitó daños mayores.
Morante se encargó de pasaportar al toro de Padilla. Se corrió turno, y allí apareció la poderosa mano izquierda de Talavante. Sobre ella inició su labor, enseñando a 'Vitorito' cómo se embiste de verdad y por abajo. Los dibujó largos y acompasados, antes de comprobar que por el pitón derecho apenas tenía recorrido. El cuvillo -como es habitual- fue de menos a más, y permitió otras dos series al natural. Las manoletinas acompañadas de circulares predecieron a una estocada desprendida. Cobró una oreja.
Con su segundo, 'Aguilito', también estuvo sublime. Brindó al público y comenzó con una arrucina en los medios. Después, se desmayó para exponer naturalidad e improvisación. Solo así se pudieron ver lances de tan bella armonía. Dejó siempre la muleta puesta en la cara, controlando distancia y colocación a la perfección. Una labor al alcance de muy pocos. De casi ninguno. Mató de media estocada y sumó otra oreja que pudieron ser dos si el enclasado animal no hubiese tardado tanto en doblar. Marchó recibiendo el cariño de toda la plaza.
No así a Morante, que volvió a dividir al respetable. La función del de la Puebla fue una montaña rusa de emociones. Fue abroncado por la desfachatez de acabar con un sobrero de Garcigrande a las primeras de cambio, sin intentarlo; y se reconcilió (con casi todos) después, gracias a media docena de verónicas y la media. Suavidad de ensueño, como la que definió su toreo al natural y en redondo. Mató de estocada completa y paseó una oreja al tiempo que su amigo Padilla aguardaba el regreso.
Repuesto de su parche, el 'Pirata' salió -entre una atronadora ovación- a comerse el ruedo. Volvió a echarse de rodillas para torear con emoción de capa: largas de rodillas, galleo por chicuelinas y a por las banderillas. A su estilo las puso. Como lo que vino después: su repertorio completo y en versión mejorada. Tres profundos naturales precedieron a la corta distancia. Ahí es un especialista. Los circulares fueron bien rematados con el de pecho. Y se adornó con molinetes y abaniqueo. Tras el desplante final, introdujo una gran estocada. Su raza fue premiada con oreja y se le negó la segunda. Incomprensible, considerando el contexto y lo visto antes en la feria.