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Un oasis contra las altas temperaturas en Zaragoza: "Es el único sitio donde se está bien en verano"

Los zaragozanos aprovechan las piscinas municipales para refugiarse ante la subida del mercurio. 

Las piscinas municipales de Salduba, este domingo.
Las piscinas municipales de Salduba, este domingo.
Francisco Jiménez

Aprieta el calor y las piscinas se llenan. Más todavía si es domingo, el día ideal para muchos para dejar que corra el reloj sobre una toalla y haciendo poco más que pasar el rato. Por eso estos equipamientos municipales estaban hoy, con el mercurio camino a los 37 grados y bajo alerta por calor excesivo en la ribera de Ebro, más llenos que de costumbre. Sobre todo en este verano un tanto extraño en el que el clima parece que en ningún momento llega a estabilizarse del todo. 

En el Centro Deportivo Municipal Perico Hernández, conocido también como Salduba, cobra más sentido el término oasis climático al estar dentro de la zona verde más importante de Zaragoza, el Parque Grande José Antonio Labordeta. A media mañana ya se iban acercando multitud de usuarios, cargados muchos con bocadillos, refrescos y tentempiés con los que acallar los rugidos del estómago horas más tarde, entre chapuzón y chapuzón. El agua, dicen, siempre despierta el hambre. 

"Nosotras venimos siempre a esta piscina porque es la que más cerca nos cae de casa y se está de maravilla. Es el único sitio donde se está bien en verano", comentaba Aurora Turmo, sentada junto a su amiga Francisca en una de las mesas habilitadas al lado de la piscina principal, y resguardándose a la sombra del calor. "Hoy hay mucha más gente que otros días, nosotras como somos jubiladas venimos casi siempre, pero si vemos que se llena demasiado igual nos vamos", añadía. 

A su alrededor, había también grupos de amigos, jóvenes y adolescentes y familias con niños pequeños que daban en la piscina infantil sus primeros chapoteos. "Vengo a tomar el sol siempre que puedo, un rato cada día si tengo tiempo. A mí me gusta mucho esta piscina", señalaba por su parte Raquel Escuer, que ya había recogido sus cosas y estaba rumbo a la puerta de salida. Mañana, entonces, más. 

Los sitios más codiciados en el césped, no obstante, eran los que estaban a la sombra de los árboles. Ahí, pues lo típico. Una bolsa de patatas abierta por aquí, unas cartas del UNO por allá, una novela de género fantástico, crema solar, algo de música por parte de los 'piscineros' más ruidosos y para aquellos que habían tenido la suerte de colocar su toalla lejos del bullicio, hasta se podía dormir a pierna suelta. 

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