El edificio de 'los imposibles' de Zaragoza: 25 años de desidia y varios proyectos fallidos

Enero de 1999. La película 'La máscara del Zorro', protagonizada por Anthony Hopkins y Antonio Banderas, cerraba definitivamente el telón del Teatro Fleta. El futuro sonaba prometedor: la DGA lo había comprado para acometer una rehabilitación integral y recuperar unas instalaciones "dignas" para la ciudad. Acabó ocurriendo todo lo contrario y, 25 años y tres proyectos después, su esqueleto aún recuerda su época de esplendor.

Se podría considerar el edificio de 'los imposibles' en pleno corazón de la ciudad, en la avenida de César Augusto. Ha habido numerosos intentos de sacar esta infraestructura del olvido, todas sin éxito. A día de hoy, es una de las grandes cicatrices urbanas de la ciudad. Ni parece que vaya a cambiar pronto. "Los errores que se cometieron fueron graves. Se intentó hacer de un edificio y un lugar con unas limitaciones algo inviable, que además se demostró, no solo del punto de vista técnico, sobre todo programático", comenta Fernando Aguerri, arquitecto y miembro de la fundación Docomomo Ibérico, cuyo objetivo es inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno. De hecho, consideran al Fleta una de las cinco obras más importantes de este movimiento en Aragón.

Este emblemático edificio fue proyectado por el arquitecto José de Yarza en el 1953, y su construcción terminó en 1955. Se llamó durante un tiempo Teatro Iris, hasta que adoptó el nombre de Fleta en homenaje al tenor aragonés. Fue epicentro de culturas durante décadas: el ballet y las artes escénicas ocuparon buena parte de su programación en sus inicios, mientras que a partir de los 70 predominó el cine. Sus salas, según recogen los periódicos locales, tenían de las mayores audiencias del país y el Fleta se especializó en grandes espectáculos cinematográficos.

José Miguel Marco

Luis Correas

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"Se proyectó en la época de grandes fastos. La situación que tenemos hoy es la derivada de plantear al edificio una transformación para un teatro de la ópera, cuyo programa era claramente inviable", dice Arregui. Está catalogado por su interés arquitectónico, por lo que es inviable cualquier otro uso a día de hoy. "Sigue sin tener una solución", se lamenta este arquitecto.

"Hoy sólo queda esperar que quienes ahora son sus nuevos propietarios actúen con la necesaria cordura y sabiduría cultural como para que el Fleta, una vez se hagan en él las reformas que requiera, vuelva a abrir sus puertas con una programación a la altura que esta ciudad se merece", escribía Carmen Puyo en HERALDO el día que el teatro cerró definitivamente sus puertas. La Diputación General de Aragón (DGA) le compró el edificio a Inmuebles GTF para rehabilitarlo integralmente y convertirlo en un centro cultural público. A días de comenzar las obras, la Administración ni siquiera sabía qué uso específico le iba a dar.

La adquisición se formalizó por 8 millones de euros (1.170 millones de pesetas por aquel entonces) y su rehabilitación integral preveía estar terminada para 2002, tras ganar el arquitecto Basilio Tobías el concurso de ideas. En 2003, la obra quedó paralizada. Los problemas con el freático y la aparición de restos arqueológicos frustraron el sueño de convertir el Fleta en una ópera.

Aránzazu Navarro

Desde la calle todavía se ven algunos restos de las butacas que antaño se llenaban de amantes de la cultura. Pero es que este no fue el único uso que se pensó para este edificio: entre la década de los 80 y 90, la propietaria quiso derribarlo para construir un bloque de viviendas y oficinas, algo rechazado por Patrimonio en numerosas ocasiones. 

Después de su paralización en 2003, fueron numerosos los intentos de darle una nueva vida a este vacío urbano. Llegó la iniciativa de que el Fleta fuera un teatro de la SGAE, que también acabó en nada. Finalmente, en 2010 hubo un tercer intento, se adjudicó un nuevo proyecto para un equipamiento cultural de usos diversos, que nunca se llegó a iniciar. Además, llegaron muchas otras ideas, todas infructuosas. La infraestructura estaba 'maldita' y, mientras, sufría los años derivados de la desidia.

Luis Correas

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Un andamio acompañó durante 12 años a la estructura que quedó del Fleta. La retirada del mismo no estuvo exenta de polémica, pues el Ayuntamiento de Zaragoza instaba a la DGA a retirarlo por "atentar a la salubridad, la seguridad y el ornato público", mientras que la administración general se negaba, ya que pondría en peligro la estabilidad de la fachada. Finalmente, la estructura metálica se retiró, se hicieron trabajos de adecuación y a día de hoy solo queda visible la decepción de un proyecto quizá demasiado ambicioso y frustrado.

Las entrañas metálicas se cubrieron con una lona que tapaban las vergüenzas hasta 2018, cuando la DGA la retiró para, supuestamente, sustituirla por otra, en su afán por limpiar el solar y evitar que lo que queda del Fleta se deteriorara más. Desde entonces, algunos viandantes se paran y se asoman por el hueco, añorando un esplendor no  recuperado todavía.