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De Zaragoza a El Rocío: "Hemos cantado jotas y la gente ha aplaudido una barbaridad"

Este lunes regresan a casa los miles de peregrinos que han abarrotado este fin de semana la aldea andaluza, entre ellos varios grupos de aragoneses.

Zaragozanos en un grupo de peregrinos en El Rocío.
Cristina Crespo, de blanco, con un grupo de peregrinos en El Rocío.
H. A.

Ni Silvia Díez ni Cristina Crespo, dos zaragozanas del barrio de Casetas, tienen sangre andaluza por sus venas, pero nadie lo diría cuando lucen sus trajes de sevillanas en plena aldea de El Rocío entre miles de peregrinos que han abarrotado este fin de semana esta pedanía de Almonte (Huelva). La primera ha ido con el grupo de sevillanas Tacones por el Ebro y la segunda con el coro rociero Voces por el Ebro, ambos surgidos hace unos años en la citada localidad, llevando un trozo de Aragón a la cita que mezcla fervor religioso y celebración festiva.

"Llevo bailando sevillanas desde los 14 años porque me gusta mucho el folclore andaluz. No tengo familia que descienda de Andalucía, pero no sé porqué me ha llamado siempre muchísimo la atención", confiesa Silvia, horas antes de volver a Zaragoza.

La pasada noche ha sido larga para los miles de peregrinos que han esperado el salto de la reja para sacar en procesión a la Virgen del Rocío, que se produjo sobre las tres de la madrugada. La de la Blanca Paloma que recorre todas las hermandades este lunes pone fin a cuatro días que los almonteños esperan todo el año. 

"Hay mucha gente que cuando entra llora y lo vive de verdad", cuenta sobre la reacción de los visitantes al pisar la tierra del camino y ver la ermita de la Virgen del Rocío. "A mí me impresiona muchísimo  la entrada de los de la hermandad de Huelva, que son los que realmente hacen el camino andando, sin carreta ni nada ni trajes de faralaes, en camiseta y vaqueros", cuenta, sobre el goteo de caminantes que van llegando en romería a lo largo de los días.

Viaja con su hermana y otras compañeras de grupo entre las que hay zaragozanas de varias edades y profesiones unidas por su afición a las sevillanas. Desde una prejubilada a una peluquera, dos empleadas de una farmacia o una reponedora.

Zaragozanas en El Rocío.
Silvia Díez, en el centro, con otras zaragonzas en El Rocío este fin de semana.
H. A.

Fue en un viaje de estudios cuando conoció el lugar, pero hasta hace dos años no vivió la experiencia completa. En los treinta años que han pasado desde su primera visita ha visto cómo ha crecido el municipio por la atracción que supone la mezcla de devoción y fiesta. "En 1991 estaba la ermita, cuatro casas y la placica de detrás. Del año 91 a hace dos años que volví ha crecido y es inmenso, hay mil calles. Hay calles hasta media hora andando después de la ermita y no se puede entrar con coches a partir del jueves. Todo el mundo va andando y en carretas y hay una barbaridad de turistas", cuenta. Y mucho ambiente día y noche. 

El quinto Rocío

Para Cristina, cocinera de 49 años, ha sido su quinto rocío. No encuentra palabras para transmitir lo que siente cada año de los que ha ido. "Es algo que no se puede explicar, eso se siente, se lleva ahí dentro. Me emociona todo, desde que pongo un pie en la ermita, hasta que me voy", asegura.  Cristina confiesa que "desde pequeña siempre me ha llamado la atención la Virgen del Rocío y no sé por qué". 

Cristina Crespo, zaragozana en El Rocío.
Cristina Crespo, zaragozana en El Rocío.
H. A.
"Es algo que no se puede explicar, eso se siente, se lleva ahí dentro. Me emociona todo, desde que pongo un pie en la ermita, hasta que me voy"

Unos 900 kilómetros les separan de casa, un camino que hacen en AVE hasta Sevilla y luego en autobús o lanzaderas de los propios alojamientos turísticos de la aldea. Durante el fin de semana Cristina ha andado también su tramo del camino, este año desde Almonte, unos 16 kilómetros. "Estuvimos todo el día", recuerda. En su agenda caben todos los actos, tanto los religiosos como los festivos. Tiene energía para todo porque la música y el baile no paran en todas las casas en las que se alojan los visitantes.

Dos joteros rocieros cantando 'La Magallonera'

Aragoneses en El Rocío.
Sergio Martínez a la guitarra con su mujer Cristina Ruiz, detrás, y Belén Pedrajas, de naranja.
H. A.
"La gente puede ser más devota o menos, pero ese sentimiento de la gente que va junta es igual que en la Ofrenda de Flores del Pilar"

Entre quienes hacen el camino hay también muchos para los que supone una vuelta a sus raíces familiares. Sergio Martínez y su mujer Cristina Ruiz, de 45 años, se han estrenado este año en la experiencia rociera. "Mi padre es de Córdoba y de pequeño también he escuchado flamenco", cuenta este soldador zaragozano y guitarrista. Ha sido todo un bautizo para estos dos joteros, él toca y ella canta en el grupo Aires de Albada, pero hace unos años les picó el gusanillo del flamenco. Empezó él tocando en el coro rociero de Casetas por cercanía porque aunque ha vivido toda su vida en Las Delicias, cuando se casó se trasladó a Utebo.

"Hemos tenido la suerte de tener vacaciones en el trabajo y nos hemos venido", cuenta sobre la organización para pasar este 'puente' de mayo. Tienen dos hijas mayores que se han quedado en casa. "Es espectacular", asegura sobre su experiencia. "Hemos tocado jotas y la gente ha aplaudido una barbaridad", asegura. Su mujer interpretó 'La Magallonera' en el tramo del camino que hicieron. Recuerda el momento en el que los peregrinos que descansaban se emocionaron. "A la gente le gustó muchísimo, son músicas hermanas", afirma. "La gente te acoge con los brazos abiertos", destaca entre los recuerdos que se lleva.

Reconoce que el viaje "cuesta su dinero, son como unas vacaciones", pero tiene claro que "no se paga con dinero, es una experienca para mi brutal por el sentimiento que hay aquí, la devoción, la unión de la gente, el ambiente, los caballos, los carruajes, la gente vestida…", enumera. Le recuerda a la unión que se vive en la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar cada 12 de octubre. "La gente puede ser más devota o menos, pero ese sentimiento de la gente que va junta es igual que en la Ofrenda" compara, y él lo ha vivido como oferente y tocando en el escenario de la plaza.

Pese a la atracción que siente por las sevillanas, los fandangos o la rumba, asegura que sigue siendo "muy maño, muy de Zaragoza" y "en la ofrenda salimos vestidos de baturros vayamos con el coro o con quien vayamos". Eso sí, reconoce que "llama la atención ver a un jotero tocando sevillanas", cuando por su 'pluriempleo' de guitarrista le requieren en el coro rociero  durante la ofrenda a la Pilarica.

El precio de la estancia las cuatro noches con alojamiento, pensión completa y espectáculos en las casas puede ir de 600 a más de 1.000 euros

El precio de la estancia las cuatro noches con alojamiento, pensión completa y espectáculos en las casas puede ir de 600 a más de 1.000 euros, calcula Belén Pedrajas, funcionaria del barrio de San José de 57 años. "Reservas la estancia en cama en habitaciones compartidas y alojamiento, comida, cena y espectáculo", enumera. En cuanto a la inmersión rociera "este es el año que más me ha impresionado porque al venir a cantar con el  coro rociero nos están implicando mucho en la devoción en la Virgen", dice. "Seas creyente o no es muy emotivo", confiesa.

En la casa donde se alojan conviven 80 personas llegadas de ciudades como Madrid y Barcelona. En su caso, como en el de Sergio, sus padres son de Córdoba y emigraron a Zaragoza tras casarse. Ella y sus hermanos han nacido en la capital aragonesa. Aunque en su casa se han respirado las dos culturas, no  se acercó a las sevillanas hasta hace pocos años.

"En 2019 bailamos sevillanas y empezamos a meternos en este mundo del baile" y cuenta cómo pasó de salir en la Ofrenda del Pilar de baturra a hacerlo ahora de flamenca con otro amiga. Incluso ha llegado a organizar con otra compañera un festival de sevillanas en La Cartuja donde va a bailar, además de formar parte del coro rociero de Casetas.

"Me planteo volver todos los años", asegura. Un deseo que comparten sus compañeros de romería, siempre que el trabajo y los ahorros lo permitan. 

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