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La contradanza deslumbra en la noche de Cetina

Centenares de personas, entre vecinos y visitantes, se agolparon en la plaza de la Villa para disfrutar de la atmósfera mágica que crean el fuego y la música

Contradanceros con trajes tradicionales y hachas encendidas, junto al diablo de rojo, durante la celebración de la contradanza en Cetina, creando una atmósfera mágica y deslumbrante.
Jorge Zorraquín

En la noche de San Juan Lorenzo, del 19 al 20 de mayo, cada esquina de Cetina infunde un aura diferente: es el momento marcado en el calendario para la salida de su reconocida contradanza. Con el mercurio marcando a penas los once grados tras un día lluvioso, la plaza de la Villa, con la figura recortada de su emblemático castillo-palacio, acogió nuevamente a centenares de personas, que se movían en la oscuridad. En esa penumbra es el fulgor de las hachas, una suerte de antorcha realizado con soga embadurnada en pez, el que crea una atmósfera mágica que encandila y deslumbra a la muchedumbre. Todo ello marcado por el ritmo repetitivo de la música.

Hasta el centro neurálgico del municipio llegaban los ocho contradanceros -cuatro con traje negro y detalles blancos y otros cuatro con uniforme inverso- y el diablo, de rutilante rojo y blanco, acompañados, como suele ser habitual, por la banda de música de La Unión, de Cervera de la Cañada. Una vez en el rectángulo que delimitan las sillas y el personal sentado en el suelo, los protagonistas desarrollaban la emblemática mojiganga: 32 mudanzas salteadas de un peculiar baile y que remata, como último cuadro, la representación de la muerte y resurrección del diablo en un afeitado.

"Es un día muy especial, que te llena de mucho orgullo y que siempre genera algo de nervios por dentro", explicaba a primera hora de la noche Eloy Lázaro, uno de los contradanceros. En su caso, son ya cuatro años enfundándose la careta y cumpliendo con el exigente plan de ensayos. "Lo más importante en la contradanza no es hacer la figura, sino cómo se hace. Para hacer una mudanza bien hecha hay que llevar un orden y un ritmo", detallaba Luis Mendoza, justo antes de la salida hacia la casa de la persona que ejercía de primera vara. Mendoza es uno de los dos maestros contradanceros, junto a Miguel Ángel Morón, que sirven de apoyo a los más jóvenes a la hora de desarrollar la mojiganga.

Fotos: la contradanza deslumbra en la noche de Cetina

"Llevo desde los 12 años, cuando me compré la bandurria, presenciando no solo la representación en la plaza, sino todos los ensayos. Entonces se tocaba en directo y no con altavoces. Muchos dicen que seré la persona que más la ha visto", reconoce entre risas. Para entrenar, antes se empezaba el 1 de mayo cuando la mayoría de participantes estaban en el pueblo, ya que ahora "se empieza en Semana Santa y se aprovechan todos los fines de semana y festivos, porque muchos están fuera".

No es para menos semejante esfuerzo, el orden de ejecución se repite, intercalándose tanto objetos (la cadena, los banquillos, la tijera o la cama), como animales (la araña, el lagarto) y figuras religiosas, como la Virgen de Atocha, San Pascual o San Juan Lorenzo, patrón de la localidad, en los que los más expertos analizan cada movimiento. Dentro de la oscuridad, es el diablo el que marca el compás y el ritmo de la representación, que desde hace casi tres décadas, en 1996, está considerada como fiesta de interés turístico de Aragón y desde 2012 tiene el título de interés cultural inmaterial.

Para Diego Morón, que con sus 16 años representaba por primera vez la figura de protagonista y ya era su segunda salida, era especial: "Un orgullo y mucha responsabilidad, porque supone suceder a mi padre, que lo hizo durante muchos años". Durante estas semanas, Morón reconoce que "ha habido alguna caída, ha sido duro y es cansado", aunque es un mal menor: "Siempre había pensado en poder hacerlo".

Antes de salir, su padre, Miguel Ángel, uno de los maestros de la contradanza y que durante muchos años encarnó al diablo, reconocía que "siempre es especial y para mi más porque mi hijo pequeño hace de diablo y el mayor ya es el tercer año que sale como contradancero". Lo decía desde el garaje de su casa, donde se congregaba parte de la multitud, antes de salir a encender las hachas y de pasar a recoger al alcalde y al cura, como antesala de la llegada a la plaza.

El dance a la luz del día

La jornada del domingo servía para presenciar otra de las muestras de veneración que la localidad desarrolla hacia San Juan Lorenzo: el dance. En el mismo escenario, pero por la mañana, y ante la lluvia, un paloteao en el que participan ocho danzantes, más los personajes siempre complementarios del zagal y el rabadán.

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