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El ocio nocturno cumple con resignación el ‘toque de queda’

El cierre de la hostelería a medianoche vuelve a vaciar las calles de Zaragoza entre quejas de los empresarios y un creciente temor de los clientes.

Son las 23.30 y José López, camarero de la Taberna 1941, más conocida como la pulpería de la plaza de España de Zaragoza, ya arrastra las mesas de su popular terraza. «No hay clientes, de normal estaría llena», lamenta sin dejar de apilar sillas. «La gente está intimidada, no sé cómo va a acabar esto», comenta. En su caso, ni siquiera tuvo que apurar el nuevo ‘toque de queda’ decretado por la DGA para cerrar desde el viernes la hostelería a medianoche y evitar así la propagación del coronavirus en Aragón, que sigue sumando contagios jornada tras jornada.

Otros, en cambio, tuvieron que levantar a sus clientes muy a su pesar cuando el reloj cambió de día. «Si cenas a eso de las 22.00, cerrar a medianoche se hace corto, porque no se pueden tomar una copa con calma», reflexionaba Manuel, encargado del bar Planta Calle, momentos antes de pedir a la veintena de personas que ocupaban su terraza de la plaza de San Felipe que había que desmontarla. «Dejar de servir dos horas de consumiciones es un roto económico muy grande», lamentaba.

Las restricciones en las comarcas que el Gobierno de Aragón ha llevado a fase 2 entraron en vigor este sábado a las 0.00. La mayor parte de las nuevas limitaciones tratan de poner coto a los contagios en el ocio juvenil y nocturno, por lo que la hostelería solo puede ofrecer un 40% de su aforo en el interior de sus establecimientos y un 50% en las terrazas. Además, deben cerrar sus puertas a medianoche, lo que vació las calles de la capital, que mostró un aspecto desangelado, muy alejado de un fin de semana habitual.

«Hemos salido porque han venido unos amigos de visita, pero la verdad es que no apetece mucho tal y como está la cosa», comentaba Merche Palos alrededor de una mesa en la plaza de San Pedro Nolasco. «Aparte del respeto al contagio, para volver a casa a las doce mejor no salir», decía.

En cualquier caso, para evitar que alguno tuviera la tentación de prolongar la noche y hacer caso omiso de las restricciones impuestas por la DGA, agentes de la Policía Nacional y de la Local de Zaragoza patrullaron las calles más céntricas de la capital, aunque según los propios funcionarios, el cumplimiento del nuevo horario fue generalizado. Además, se volvió a reforzar la vigilancia de las zonas habituales de botellón, para evitar riesgos entre la población más joven que trata de esquivar el cierre de los bares.

Sin El Tubo

Entre los grandes perjudicados por la pandemia se encuentra la histórica zona de bares del Tubo, que sin apenas opción de montar terraza y buena parte de su negocio basado en la barra –ahora prohibida–, mantiene la persiana bajada. Ángel Díez y Silvia Marcén, responsables del Méli Mélo, recogían en la madrugada del sábado algunos enseres de su local de la calle Libertad, que permanece cerrado por la crisis sanitaria. «Abrimos el de calle Mayor, pero aquí, sin barra ni turismo, no hay nada que hacer», lamentaba ella.

«La mayoría hemos aprovechado para hacer reformas, y algunos han intentado abrir, pero creo que han vuelto a cerrar», relataba Díez, que criticaba que se haya «criminalizado» a la hostelería.

Los bares del Mercado Central bajan la persiana

Las nuevas restricciones en Aragón por la propagación del coronavirus y la falta de clientes por el temor al contagio han obligado a los bares del Mercado Central a bajar la persiana. Los responsables de Rombo Zentral, la empresa que aglutina los cuatro establecimientos presentes en la histórica lonja, lamentan que las actuales circunstancias les han abocado al cierre. «Antes de la pandemia estaba prevista la visita de 7.000 personas al día al Mercado y ahora no llegan a 1.000», señala un portavoz de la compañía, que apunta que su caja ha caído un 85% ante la falta de turismo y por no poder organizar eventos.