Lucía Etxeberría y la frustración como alimento del alma
La escritora dialoga en el ciclo ´Charlas con valor` sobre su vida y su trayectoria literaria.
Transgresora y controvertida. Estos dos términos se repiten constantemente al hablar de la escritora Lucía Etxebarría. Así la presentó esta semana la periodista Mari Cruz Soriano en las ´Charlas con valor` que patrocinan Telefónica y Caixa Bank. Dialogaron poco de literatura y mucho de emociones, y entre el público, mayoritariamente femenino, se dejaron ver el director general de Juventud, Adrián Gimeno, y el pintor Manuel Rebolledo. También asistieron como oyentes Pilar Sancerni, de Telefónica; Elena Martín, de Caixa Bank, o la cantante Corita Viamonte.
La conversación con Lucía Etxebarría empezó con recuerdos musicales, como los de Paco Ibáñez que en mi casa sonaba mucho; tanto, que se animó a cantar ´La mala reputación`. Una vez roto el hielo lo demás fue rodado. Repasó la convivencia con siete hermanos, así que hasta los 18 años no tuve ropa mía, y la etapa universitaria que le llevó a estudiar Filología Inglesa y Periodismo cuando lo que me gustaban eran las ciencias.
En la FNAC, donde trabajaba como directora de comunicación, escribió ´Amor, curiosidad, prozac y dudas`. A todas horas se lo decía al compañero que tenía a mi lado: voy a escribir un best seller y me va a sacar de aquí. Y lo hice. Con ´Beatriz y los cuerpos celestes` llegó el Premio Nadal y un cambio en su vida que no asimiló. Acabé alcoholizada, confesó. Me negué a participar en las ´capillitas` literarias y se me cerraron muchas puertas.
La idea de la frustración estuvo muy presente en la charla. Del mayor sufrimiento aparecen las mejores obras; el mejor Goya surge cuando se queda sordo y, en general, la depresión es muy creativa, aseguró, recordando que hay muy poca poesía de la alegría; cuando uno está contento lo que le apetece es salir de marcha y no ponerse a escribir.
También habló del amor, de su apariencia, y por experiencia propia aconsejó al auditorio huir de las relaciones tóxicas. Las describió como cualquier droga, te producen mucha euforia y luego te destruyen. Sobre cómo identificarlas dejó el siguiente consejo: Si algo es demasiado bueno para ser verdad, es que no lo es.