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Un año del derrumbe del edificio de Teruel: los afectados piden ayuda para comprar una vivienda y "poder pasar página"

Un año después del hundimiento del Edificio Amantes, temen tener que asumir el coste de la retirada de cascotes Aún con daño emocional, lamentan que la limpieza del solar no saca a la luz objetos de valor.

Afectados por el derrumbe del edificio de la calle San Francisco de Teruel, un año después
Afectados por el derrumbe del edificio de la calle San Francisco de Teruel, un año después
Antonio Garcia Bykofoto

Aterradas. Así están las 21 familias que hace este miércoles un año perdieron su casa al desplomarse en unos segundos el Edificio Amantes, en la calle de San Francisco de Teruel. Sin su hogar, sin sus objetos personales, pagando -en muchos casos- la hipoteca de un piso que no existe y con la amenaza de tener que afrontar una deuda astronómica. Si la responsabilidad del hundimiento acaba recayendo en los propietarios, estos tendrán que pagar solidariamente 1,6 millones de euros por el desescombro y resarcir a los vecinos de los inmuebles anejos, uno de los cuales tiene sobre él la orden de derribo de dos de sus tres plantas, pues sus paredes laterales fueron arrastradas por el colapso.

La póliza que contrató la Comunidad de Vecinos no incluía el derrumbe y las compañías aseguradoras con las que los vecinos suscribieron coberturas a nivel particular aguardan a que se averigüen las causas para determinar la indemnización, explican los afectados, quienes recuerdan que, así y todo, están pagando a peritos y abogados para investigar el origen del derrumbe. Con los bolsillos vacíos, viven en pisos de alquiler sufragados por el Ayuntamiento de Teruel mediante un acuerdo municipal que se renueva cada seis meses, lo que les genera una gran ansiedad.

El suceso no ha provocado daños personales, han sido evacuadas 21 viviendas

"Ayuda, ayuda y ayuda", reclama José Luis Pérez Martínez, con más de 80 cuotas de hipoteca por delante, a razón de 500 euros cada una. "Necesitamos poder comprar una vivienda y acabar con este sinvivir", subraya. El hombre pasa todos los días por la calle de San Francisco para ir al trabajo. "Ya no siento nada al ver las ruinas, es como si se me hubiera hecho un callo en el corazón, pero a mi mujer le ocurre lo contrario, si pisa ese lugar le da algo", relata.

"Ya no siento nada al ver las ruinas, es como si se me hubiera hecho un callo en el corazón, pero a mi mujer le ocurre lo contrario, si pisa ese lugar le da algo"

Guillermo Narro y su mujer, Gracia Losada, estaban como beneficiarios en un piso de la hermana de él, pero habían invertido todos sus ahorros en reformarlo. Se sienten "desamparados". "Tienen que darnos un empujón económico para que podamos rehacer nuestras vidas; queremos pasar página, pero así es imposible", lamenta el esposo. Las tensiones derivadas del hundimiento acabaron con la alegría de la pareja, que llegó a plantearse cambiar de ciudad. "Aquí no logramos olvidar", dice, pero se han quedado y una ilusión llega a sus vidas: esperan un hijo para dentro de dos meses.

Las labores de desescombro han supuesto una decepción más, pues, según afirman, no han servido para sacar a la luz objetos de valor. "Solo han salido ropa, fotos y restos de coches, pero joyas, dinero o relojes, no y hubiera sido un gran consuelo", explica Feliciana Espinosa, que vivía con sus tres hijos en uno de los pisos siniestrados. "Cuando me pongo a pensar, lo paso muy mal", dice esta mujer, que vio aquel 13 de junio de 2023 cómo caía el edificio. Aunque no hubo víctimas, asegura que no volverá a vivir en esa calle "solo por no resucitar los recuerdos".

"Sentimos el apoyo de la población, pero a la Administración le ha faltado sensibilidad"

"Sentimos el apoyo de la población, pero a la Administración le ha faltado sensibilidad", se queja el portavoz de los vecinos, Javier Carbó, quien afirma sentirse "peor que al principio, porque entonces teníamos la esperanza de que todo iba a ser más sencillo". Los afectados presentaron este martes una reclamación patrimonial contra el Ayuntamiento. "Entendemos que acabaremos en el Juzgado, pero queremos apurar todas las posibilidades a nivel administrativo", declara Carbó. 

Afectados por el derrumbe del edificio de la calle San Francisco de Teruel, un año después
A la izquierda, Félix Gargallo, una de las perdonas que perdió su casa, observa el desescombro. Tras él, otros afectados
Antonio Garcia Bykofoto

"Procuramos no recordar, hay que mirar hacia delante"

Las hermanas Matilde y Ramona Toribio, de 81 y 88 años de edad, se refugiaron todo el verano en su casa de Calomarde, en la Sierra de Albarracín, después de que el piso en el que vivían en la calle de San Francisco de Teruel se convirtiera en escombros. Pudieron quedarse allí permanentemente, pero al llegar el invierno, como hacían habitualmente, prefirieron enfrentarse a la realidad y regresar a la capital turolense.

"Lo hemos perdido todo, pero nos queda la vida, lo más importante", afirmaba este miércoles con optimismo Matilde desde la zona cero de la tragedia, a la que un grupo de afectados acudió para fotografiarse para este reportaje con motivo del primer aniversario del hundimiento del edificio. Ramona asentía: "Teníamos aquí todo nuestro pasado, pero de los recuerdos no se puede vivir, hay que tirar hacia adelante".

Ambas octogenarias cuentan que la familia se volcó con ellas desde el primer momento. "Nuestros hermanos y sobrinos vinieron a Teruel el mismo día del desastre y no nos han dejado solas". "Un día, nos fuimos todos a comer a un restaurante para celebrar que estábamos vivos", relata una de ellas. "Y luego nos llenaron el piso de alquiler en el que estamos ahora de fotografías familiares y pensamos que este ya era también nuestro hogar", explica la otra hermana.

Para no pensar en aquel hecho traumático, han llenado su vida cotidiana de actividades. "Procuramos no recordar y, para conseguirlo, estamos siempre ocupadas participando en dos grupos de trabajo de la Parroquia de San León", afirma Ramona. "No hemos necesitado psicólogos", aclara la otra hermana.

"Aquí viví 49 años"

Félix Gargallo, otro de los afectados que acudió al encuentro, se emocionaba el recordar que vivió en el número 21 de la calle de San Francisco 49 años. "Toda una vida, y, ahora, no tenemos nada", lamentó mientras observaba desde una escalinata las labores que una máquina excavadora realizaba para retirar la última parte de la montaña de escombros que hay en el lugar.

En muchos de los asistentes había indignación. Teresa Pellón, que vivía en un primer piso con su hijo y sus dos nietos, criticó que "no se han preocupado de nosotros como sería lo correcto". "Y de los seguros no hemos percibido nada", subrayó la mujer.

Otra de las afectadas, Sagrario Báez, afirmó, con un nudo en la garganta, que los vecinos siempre cuidaron muy bien del edificio para que no hubiera ningún desperfecto. "Queremos que se aclaren las causas de una vez y se resuelva el problema", reivindicó esta damnificada.

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