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Los espíritus de los veranos pasados

fotografo: Victor Mateo [[[PREVISIONES HA]]] tema: Segunda ola de calor del verano
El verano.
HA

Los recuerdos de los veranos son pegajosos. Será por el calor. O por la intensidad con la que se adhieren a la piel. Lo cierto es que en cuanto sube el termómetro y los grillos asoman regresan, y de alguna manera vuelven a cobrar vida y conviven unos con otros.

Miro el balanceo de los pinos al anochecer, cuando el bochorno se retira y llega una brisa que revive y promete que podrás dormir. Es hipnótico, siento que podría pasar horas sin más que hacer que contemplar esa danza. Recuerdo veranos. La memoria, al menos la mía, siempre me sirve lo bueno primero. Quizá porque lo de olvidar se me da cada vez mejor. Últimamente lo consigo incluso sin proponérmelo.

Ahí están los veranos de infancia en Peñíscola, con mis primos. El viaje en coche, en asiento de escay, los niños unos encima de otros, sudando, con las ventanillas abiertas, parando de vez en cuando para que el motor se enfriara, preguntando cada dos minutos el consabido ‘¿cuánto falta?’, pegados al asiento, a gritos, jugando a acertar de dónde eran la matrículas de los coches… Mi tía de vez en cuando se giraba y a quien pillara le caía un leve tortazo (el escorzo no permitía imprimir intensidad). Era una gran lotería aquella, tocaba con frecuencia.

Años más tarde, mi hijo tenía unos diez años, una bicicleta y un grupo de amigos. Como si fueran los chicos de Verano Azul recorrían las calles de una pequeña localidad saboreando por primera vez la libertad. Otra madre y yo pedaleábamos a distancia guiados por una app de control parental (los tiempos cambian). Al principio era una misión de vigilancia, después les saludábamos al pasar y solo quedaba el placer de pedalear, charlar y sentir el sol y el aire. Por las tardes, las bicicletas se aparcaban en la piscina y hasta el anochecer las horas se diluían en agua, risas y volteretas torcidas. Nosotras continuábamos la tertulia a remojo. Nada más y nada menos: paz y vida.

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