La caída mundial de Microsoft y la estupidez

Apagón informático. Y el mundo se asoma al abismo. Qué vida nos espera sin tarjetas de crédito, sin pantallas que nos den la vez, la hora, la ubicación o la tarjeta de embarque, qué esperar de un médico que no tiene nuestro historial ni un detallado protocolo que cumplimentar, cómo asomarnos al día sin la certeza de que un clic nos dará la respuesta que esperamos…

La incidencia que registró este viernes un antivirus de Microsoft dejó Windows fuera de juego y nos dio unas leves pinceladas de la dependencia casi absoluta de esos espacios intangibles en los que hemos depositado nuestras vidas.

Los especialistas hablaban este viernes de una las mayores caídas globales de la historia, de la que todavía no pueden valorar los daños causados. Hubo problemas en la Bolsa de Londres, en cadenas de televisión de diversos países, sistemas de pago electrónicos, aeropuertos, servicios sanitarios y de emergencias…. Microsoft se apresuró a restaurar la operatividad de su sistema, y en unas horas recuperamos la normalidad. El susto pasó, pero no debería.

La sociedad más preparada, acorazada, rica y sofisticada de la historia es quizá la más frágil que ha existido nunca. En la Edad Media una bomba o un sitio a una ciudad podía tardar años en tener repercusión en otra urbe o ni siquiera llegaba a apreciarse. Hoy la estabilidad global puede estar en manos de un inepto (como parece este caso) o de un inconsciente propagando un virus desde su dormitorio.

Un corte de energía o de internet nos deja expuestos y vulnerables, paralizados hasta la estupidez. Tras superar la ausencia del scroll infinito, tendríamos que pensar en cómo sobrevivir sin dinero, sin memoria (ya apenas recordamos datos), sin identidad, sin comunicaciones, sin información…

Aunque, quién sabe, quizá al final descubriríamos que en realidad hemos vivido en la caverna.