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"La música de Bunbury es medicina para mí y decidí ponerme el implante coclear para poder seguir escuchándola"

La sordera que Marian Celma y Conso Herrero padecen desde pequeñas no impidió que disfrutasen de un concierto mágico en La Romareda.

Conso Herrero y Marian Celma, posan con sus camisetas de Bunbury.
Conso Herrero y Marian Celma, posan con sus camisetas de Bunbury.
Víctor Mateo

“En cuanto la banda tocó los primeros acordes, me emocioné tanto que me puse a llorar. Es una sensación que no se puede explicar con palabras”, asegura Marian Celma, que el pasado 6 de julio disfrutó junto a su amiga Conso Herrero de un emocionante “estreno auditivo” en el concierto de Enrique Bunbury en La Romareda.

La sordera profunda que Marian padece desde que era muy pequeña no impidió que la música de Héroes del Silencio fuese su fiel acompañante “durante toda la vida”. “Cuando era pequeña, mi madre me ayudaba a escribir sus letras para que yo pudiera entenderlas. Grabábamos desde el casete de aquella época. Mi madre cantaba, yo le leía los labios y, a continuación, iba escribiendo las letras”, recuerda emocionada Marian. “Luego empezaron a venir escritas en las revistas y me las aprendía todas. Cuando finalmente comenzaron a salir en Internet, la impresora de mi casa echaba humo”, añade sonriente.

Marian, que lleva un implante coclear desde hace cinco años, ha necesitado algo menos de tres para contagiar su pasión por Enrique Bunbury a su amiga Conso Herrero, que también se operó el año pasado: “Cuando era más joven empecé escuchando a los Pecos, Miguel Bosé y Mecano, pero lo cierto es que Héroes del Silencio nunca me habían llamado la atención. Fue a raíz de conocer a Marian cuando empecé a escuchar sus canciones y, poco a poco, me fui enganchando”.

Esta fuerte amistad, que cumple poco más de tres años, tiene su origen en una entrevista publicada en Heraldo: “Nos conocemos a raíz de una entrevista que le hicisteis a Marian en junio de 2021. La leí, vi que era un caso muy similar al mío y me animé a escribirle por ‘Messenger’. Congeniamos muy bien y desde entonces somos amigas. Ella es la culpable de haberme contagiado un poco la pasión por la música de Bunbury”. “Somos muy parecidas, con vidas muy similares, y después de hablar mucho nos dimos cuenta de que todo lo que habíamos vivido en el pasado tenía mucho que ver”, añade Marian. “¡Incluso nuestras madres fueron las dos cocineras!”, apostilla Conso sonriente.

Conso y Marian, muestran sus implantes cocleares durante el concierto de Bunbury.
Conso y Marian, muestran sus implantes cocleares durante el concierto de Bunbury.
H.A.

Las dos amigas zaragozanas disfrutaron el pasado 6 de julio de una noche “espectacular” en La Romareda. “Hacía muchos años que no iba a un concierto y quedé muy sorprendida porque no esperaba que fuese a ser tan emocionante. Además, era el primero desde que me pusieron el implante y fue una experiencia que nunca olvidaré”, explica Conso. Para Marian, fan acérrima de Bunbury, fue una experiencia única: “Era la primera vez que le escuchaba con el implante coclear. Pensé que ese día no iba a llegar nunca. Escuché cosas que nunca antes había podido oír con el audífono. Canté, bailé, reí y lloré. Me estuve preparando durante mucho tiempo, aprendiéndome muchas canciones para poder entenderlas y cantarlas luego en el concierto. Salimos muy emocionadas”.

"Cuando se me acababan las pilas de los audífonos, me fijaba en la gente para ver qué era lo que estaban cantando y así los seguía"

Cuando era más joven, Marian acudió a varios conciertos junto a su madre y su hermana: “El primer grupo que escuché en directo fue Obús, que no me gustó nada porque no les entendía. Luego fui a Spandau Ballet, que disfruté aunque no supiera nada de inglés, y ya en La Romareda pude ver a Mecano, Danza Invisible, Niños de Brasil y Héroes del Silencio. Cuando se me acababan las pilas de los audífonos, me fijaba en la gente para ver qué era lo que estaban cantando y así los seguía. La música de Bunbury es medicina para mí, la energía que transmite en el escenario es una pasada. Decidí ponerme el implante coclear para poder seguir escuchándola”.

"Hace seis años, Bunbury me dio muchísima fuerza para mi operación"

Marian puede presumir de haber conocido en persona a todos los miembros de la ya extinta banda de Héroes del Silencio: “Siempre he sido una persona muy tímida e introvertida, pero a pesar de que me costaba mucho relacionarme con la gente, iba a la Estación del Silencio e intentaba hacer vida normal. He ido con Pedro Andreu y su gente a tomar copas, era un tipo muy cercano. Joaquín Cardiel y Juan Valdivia eran muy humildes y cercanas y Enrique también. Estuvimos hace seis años en su concierto en Gandía y nos recibió en el 'backstage'. Iba a ponerme el implante al poco tiempo y me dio muchísima fuerza para la operación y los días que iban a venir. Es un encanto”.

A pesar de que en el último concierto de La Romareda no pudieron saludarle, el pasado 23 de abril sí que intercambiaron palabras de cariño en su firma de libros en Zaragoza. “Estaba muy nerviosa y me pareció escuchar que qué tal iba con el implante. No respondí nada, pero cuando vi que me miraba a los ojos y que me lo volvía a repetir, me di cuenta de que estaba sucediendo de verdad. Le dije que ahora escuchaba mejor su música que antes”, explica Marian.

Marian Celma posa con la camiseta y el bolso de Bunbury.
Marian Celma posa con la camiseta y el bolso de Bunbury.
Víctor Mateo

El propio Bunbury también se acordó de Marian en una entrevista anterior: “Dijo que una chica que había perdido el oído iba a sus conciertos, a pesar de no oír, y que, ahora, gracias a una costosa operación, había recobrado parte del oído y que eso le emocionaba mucho”.

Con muchas ganas del próximo... en la nueva Romareda

"Tenemos muchas ganas del siguiente, ojalá que en el nuevo estadio de La Romareda, pero esta vez lo más cerca posible del escenario", asegura Conso, que no descarta viajar "a otras ciudades" en el caso de que vuelvan a anunciarse nuevos conciertos.

“Aunque lo disfrutamos mucho, hubiésemos preferido un sitio un poco más pequeño para escucharlo mejor. Y de cara al siguiente no estaría mal que incluyeran subtítulos de las canciones e instalasen una zona con bucle magnético para que solo escuchemos el concierto. A pesar de eso, salimos muy contentas", añade.

Conso Herrero posa con la camiseta de Bunbury.
Conso Herrero posa con la camiseta de Bunbury.
Víctor Mateo

La música no es el único sonido del que han vuelto a disfrutar estas dos zaragozanas desde que se sometieron a la operación, sino que sus nuevos implantes cocleares les permiten apreciar otros muchos que antes no podían. "Lo que más valoro es poder escuchar el timbre de las puertas. También a los pájaros y las sirenas de las ambulancias. Volver a escuchar los sonidos que no has escuchado desde hace muchos años es como aprender un idioma nuevo", asegura Conso. "A mí el que más me reconforta es el sonido del mar, el maullido de mis gatos y la música de Bunbury. La gente gritando es lo que menos me gusta", añade Marian.

"Lo que más valoro es poder escuchar el timbre de las puertas. También a los pájaros y las sirenas de las ambulancias. Volver a escuchar los sonidos que no has escuchado desde hace muchos años es como aprender un idioma nuevo"

Aun así, continúan siendo muchas las dificultades con las que se encuentran en el día a día a la hora de poder acceder a la cultura: "No solo hacen falta mejoras en los conciertos, también en los teatros o los cines. El bucle magnético es lo más necesario. En el Teatro Principal ya lo tienen y en una de las salas del cine Palafox, también. Me gustaría ir a más conciertos ahora que hemos empezado con la nueva vida auditiva".

Marian Celma muestra su implante coclear junto a su amiga Conso.
Marian Celma muestra su implante coclear junto a su amiga Conso.
Víctor Mateo

Entre sus principales reivindicaciones, está la colocación de un segundo implante coclear en adultos. "Quiero que me pongan el segundo implante, pero a los adultos, en Aragón, solo nos ponen uno. Además de la sordera, tengo miopía magna y muchas veces no oigo a la gente por la calle y terminan empujándome. Antes iba escondiendo mi sordera, pero a raíz de conocerle a a mi marido dejé de hacerlo. Igual que hay gente que lleva gafas de distintas graduaciones, todos podemos padecer una sordera de distintos niveles", concluye Marian.

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