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Trasplantado renal: “Soy un hombre de 73 años, pero con un riñón de 40”

José Luis Artigas celebra siete años de su "nueva vida", gracias a la generosidad infinita de su hija Arantxa.

José Luis Artigas, en un puesto de Alcer.
José Luis Artigas, en un puesto de Alcer.
H.A.

A los 11 años, José Luis Artigas “ya sabía que tenía algo debajo de la espalda que se llamaban riñones”, porque le dolían “un montón”. Pocos meses tardó en expulsar su primer cálculo renal, uno de los ocho que se le formaron con el paso del tiempo, y conforme fue creciendo, la diabetes tipo 2 y la tensión alta se cruzaron en su camino. “La crisis de los 50 llegó acompañada” de la extirpación de un trozo de riñón y ahora, a sus 73 años, celebra más de 7 desde que su vida cambió para siempre.

Después de varios años de controles y revisiones, en 2016 este zaragozano recibió la mala noticia de que sufría una “grave enfermedad de riñón” ante la que surgían “cuatro posibles soluciones: hemodiálisis, diálisis peritoneal, trasplante de vivo o trasplante de fallecido”. La solidaridad de su familia no se hizo esperar y a las pocas horas ya tenía varios voluntarios para donarle uno. “Hubo un momento en el que me daban hasta seis riñones. Mi mujer, mi hermana, mis dos hijas y hasta mis yernos”. Por una cuestión de compatibilidad, solo sus hijas, Arantxa y Patricia, continuaron con el protocolo y, finalmente, la elegida fue Arantxa, la mayor de las dos.

El 31 de enero de 2017, padre e hija se sometieron a una operación de trasplante de riñón gracias a la cual José Luis ha ganado en calidad de vida. “Me cambió la vida. El dolor de un cólico de riñón es peor que el de un mal parto. Las semanas previas a la operación no podía andar y hablar a la vez o ir a recoger a mi nieta al colegio. Llevaba una alimentación diferente y tenía fuertes dolores. Ahora soy una persona de 73 años, pero con un riñón de 40”, asegura.

La cosa no fue fácil, Arantxa tuvo que someterse a un sinfín de pruebas previas para corroborar que estaba sana y que no había indicios de que una posible enfermedad pudiera aparecer en el futuro. “Aunque es con la que más suelo discutir, inevitablemente la cabeza se me va a ella en muchísimas ocasiones. Le estaré eternamente agradecido. Hace poco más de un año le detectaron un cálculo renal muy pequeño y se me cayó el mundo encima. Por fortuna todo se quedó ahí”, relata.

El postoperatorio de José Luis tampoco fue fácil: “Tenía de compañero de habitación a un señor más mayor que recibió el riñón de un cadáver y tardó siete días en irse a casa, y yo, que era más joven y que lo recibía de un donante vivo, pensé que tardaría menos, pero al final estuve dos meses”.

Ahora, José Luis lleva un estilo de vida “sano y saludable” y tiene mucho cuidado con los virus y el sol. “Como el ADN del órgano trasplantado es diferente al nuestro, el organismo lucha contra él y trata de expulsarlo. Por eso tomamos inmunodepresores que hacen que tengamos las defensas bajas, por lo que tenemos que tomar ciertas precauciones a la hora de estar con personas enfermas, ya que un simple resfriado puede resultar fatal. En mi casa nadie hemos cogido el covid a lo largo de estos años”, señala. Un trasplante renal de un paciente vivo dura una media de entre 15 y 20 años mientras que, si el donante es una persona fallecida, la media se sitúa entre los 10 y los 15 años.

España, a la cabeza en la donación mundial de órganos

El sentimiento de agradecimiento es una tónica común en todos los trasplantados. “Conozco muchos casos de personas que están trasplantados de cadáveres y que en muchas ocasiones de soledad dan las gracias”. España lidera la lista de países con mayor donación a nivel mundial, una solidaridad que José Luis ha podido comprobar de primera mano junto a la Asociación para la Lucha Contra las Enfermedades de Riñón (Alcer).

“Desde Alcer Ebro damos charlas para concienciar a la población de la importancia que tiene la donación de órganos. Suelo salir muy contento de todas al ver lo mentalizada que está nuestra sociedad. Sólo el año pasado hubo cerca de cuatro mil trasplantes de riñón en España, lo que supone que le hemos ganado miles de años de vida a la muerte. Vivirlo en primera persona te lleva a implicarte más”, añade.

Respecto al futuro, José Luis se muestra “tranquilo”. “Vivo al día, sin pensar en el mañana y afronto cada nuevo día con alegría", señala. Para él, "el tiempo es un regalo", y afronta la vida como un sendero por el que no camina solo. "Parece que tengo a alguien más a mi lado”, concluye.

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