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"Nunca imaginé que acabaría cuidando a una pareja de cocodrilos del Nilo en Zaragoza"

Carlos Vicente, conservador del Acuario Fluvial de Zaragoza, se encarga desde hace más de doce años del cuidado de estos grandes reptiles.

Carlos Vicente, conservador del Acuario de Zaragoza.

Carlos Vicente Buitrago (Elche, 1982) es un apasionado de los animales “desde muy pequeño”, pero lo que “nunca” imaginó es que acabaría cuidando de una pareja de cocodrilos del Nilo en Zaragoza. “Hace doce años, sonó el teléfono y me vine de cabeza”, asegura este biólogo que desde 2012 trabaja como conservador del Acuario Fluvial de Zaragoza entre grandes reptiles y peces de agua dulce.

“La primera sensación que tiene un visitante cuando viene al Acuario, es decir, ‘qué sitio más relajante’. Observar a través de un acuario es como asomarse a una ventana a otro mundo y relaja muchísimo. Pero claro, relaja cuando vienes de visita, no cuando trabajas aquí”, asegura entre risas Vicente mientras comienza el recorrido. “Es un trabajo que, de primeras, causa un poco de temor, pero que, si lo disfrutas como yo, vienes a hacerlo cada día con muchísimas ganas”, añade.

Nada más acercarse al cristal de la instalación de los cocodrilos del Nilo, el ejemplar macho, de más de tres metros y medio y 300 kilos de peso, abandona su postura inmóvil y comienza a desplazarse por el agua. “Ellos nos conocen. Son animales que expresan muy poco, pero que son muy inteligentes. Actúan de una forma muy diferente dependiendo quién pase por delante de la instalación. Hay animales que reconocen los colores del uniforme o la bandeja de comida y se acercan, pero los cocodrilos nos reconocen individualmente. Ellos distinguen a cada cuidador y saben quién les da de comer y quién no. Por eso ahora cuando he llegado, el macho se ha movido. ‘A lo mejor es que Carlos me va a dar de comer’. Son muy inteligentes”, asegura Vicente.

Carlos Vicente, conservador del Acuario de Zaragoza.
Carlos Vicente, conservador del Acuario de Zaragoza.
H.A.

Para él, “ha sido muy chulo poder ir viéndolos crecer”. “A lo largo de este tiempo han alcanzado la madurez y gracias a estas instalaciones hemos podido ver todo su proceso vital, desde el cortejo y las cópulas, hasta la puesta y la interacción con las crías”, explica. A diferencia de otras especies del Acuario, los cocodrilos son animales que “requieren poca atención debido a su metabolismo. Son animales que no comen todos los días, sino una vez cada una o dos semanas, pero lo que sí que hacemos son entrenamientos periódicos para poder trabajar con mayor facilidad con ellos”. La rutina diaria consiste en una revisión exhaustiva de la instalación, monitorizar su estado de salud y mantener unas condiciones óptimas, controlando un nivel correcto de luces, temperatura, entre otras. Debido a su inteligencia y agresividad, los empleados no pueden tener contacto directo con ellos: “Para algo tan sencillo como cambiar una bombilla, tenemos que conseguir que los animales entren en una zona de reserva para que nosotros podamos acceder al recinto”.

Las estrellas del Acuario

Para Carlos Vicente, no hay lugar para las dudas: “Tanto para el público como para los que trabajamos aquí, los cocodrilos son las auténticas estrellas”. “Tenemos más de 6.000 animales de más de 350 especies diferentes, pero para mí, una de las mejores sensaciones que hay es observar a la gente todavía con la boca abierta justo después de atravesar el túnel de los arapaimas y que, nada más realizar la primera curva del recorrido del Nilo, se encuentren de repente con la pareja de cocodrilos. Hay gente que se frena en seco y dice ‘¿pero esto qué es?’. Ese impacto que generas en la gente es fundamental y es lo que te permite crearles curiosidad por aprender”, asegura.

“Para el Acuario de Zaragoza es muy importante contar con unos animales así. No hay muchas instalaciones en las que se puedan ver dos individuos de este tamaño y desde tan cerca. Nos da una capacidad única de poder formar e informar a la gente”. En ese sentido, Vicente resalta la labor didáctica del Acuario como “la más importante” de su trabajo. “Las sensaciones que me despiertan los niños cuando aprenden, o las personas adultas que vienen teniéndole miedo a los cocodrilos o las serpientes, pensando que son animales con los que no se puede convivir y se van a casa con otra filosofía, son indescriptibles”, asegura. Además, “tener este tipo de animales resulta imprescindible para la supervivencia del recinto”, ya que son el principal reclamo de los visitantes.

Un trabajo diferente cada día

Vicente tiene otras muchas más especies a su cargo y su trabajo, que también se hace notar fuera del recinto, es “diferente todos los días”. “Hacemos programas de conservación animal, por lo que nuestro trabajo tiene un efecto directo sobre la fauna salvaje. Igual que hoy he venido con la idea de preparar una instalación para unos lagartos de Madagascar que han llegado nuevos al Acuario, el miércoles pasado estábamos en Los Pirineos recogiendo puestas de rana pirenaica para el proyecto de conservación, o el viernes haciendo un taller con niños de infantil que alucinaron en colores”, relata.

“Un Acuario como el de Zaragoza debe encontrar el equilibrio entre tener especies en peligro de extinción y colaborar con programas de conservación. Tenemos que tener animales como los cocodrilos del Nilo, que no están en peligro de extinción, pero sí que mandan un mensaje claro a la gente e informan sobre el estado de las poblaciones, la importancia que tienen en los ecosistemas y de la necesidad de convivir en equilibrio con el ser humano”, concluye.

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