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1.000 números de heraldo domingo

Carlos Martín Montañés: "Me costaba mucho estudiar... hasta que me dio Biología Bastero"

El 'padre' de la vacuna contra la tuberculosis MTBVAC, la enfermedad que más mata en el mundo, ofrece en esta entrevista su semblanza más personal: su infancia en Zaragoza, los profesores que le marcaron, y su paso por la Facultad de Medicina y por el Instituto Pasteur de París.  

CARLOS MARTIN MONTAÑES ( INVESTIGADOR ) / NUEVA VACUNA CONTRA LA TUBERCULOSIS MTBVAC / 08/04/2024 / FOTO OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [Original: _H5A0788.jpg] //ZAR// Autor: DUCH, OLIVER Fecha: 08/04/2024 Propietario: Heraldo de Aragón Id: 2024-1342045 [[[HA ARCHIVO]]]
El catedrático de Microbiología Carlos Martín Montañés, en la Biblioteca del Paraninfo, sede de la antigua Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza 
Óliver Duch

Si hay un investigador aragonés considerado una autoridad mundial en su campo desde hace décadas, ese es Carlos Martín Montañés (Zaragoza, 1959). Con motivo de los 1.000 números de HERALDO DOMINGO, entrevistamos al ‘padre’ de la vacuna contra la tuberculosis MTBVAC, que diseñó "en un laboratorio de risa". El catedrático de Microbiología de la Universidad de Zaragoza repasa su niñez, el papel de sus maestros y su pasión por la biología y sus discípulos. 

Nos hemos citado en la antigua Facultad de Medicina porque de ella han salido científicos de la talla del Nobel Santiago Ramón y Cajal, o su maestro el microbiólogo Rafael Gómez Lus.

Además, el primer curso de mi promoción lo hicimos aquí. En el año 78 ya nos trasladamos a la nueva facultad de Medicina. Aquí empezó todo: el hospital, el laboratorio de Microbiología…

Se matriculó en Zaragoza porque es zaragozano de pura cepa, ¿no es cierto?

Por parte de madre, sí. Mi tatarabuelo era Serapio Montañés, hermano de Bernardino Montañés, que pintó las cúpulas del Pilar, presidió la Academia de Bellas Artes… No tuvo hijos y puso a su sobrino Francisco la pastelería Montañés. Y allí vivíamos todos los primos. Tuve una infancia muy dulce.

¿Y por parte de padre?

Mi padre es de Valladolid, vino a hacer el servicio militar a Zaragoza, conoció a mi madre y se casaron. Así que la parte castellana, más austera, es por mi padre, y la más alegre es la Montañés.

Entonces se crió en el centro de Zaragoza.

Y además nací en casa, en el número 66 de la calle Azoque, justo encima de la pastelería. Cuando mi tío se jubiló, su hijo no se quedó con el negocio porque sacó las oposiciones a farero.

¡Qué profesión más evocadora!

Sí, se fue del centro de Zaragoza al faro de la isla de Ons. Luego al cabo de Gata y después a Mallorca.

La niñez: "Nací en el número 66 de la calle Azoque, encima de la pastelería Montañés de mi tío. Tuve una infancia muy dulce" 

¿Qué recuerdos guarda de esa niñez?

Buenísimos. Yo era el más pequeño y siempre iba detrás de mis dos hermanos y de mis primos. Íbamos mucho a Helios, se llegaba cruzando una pasarela de madera.

¿A qué colegio fue?

Al colegio Santa Rosa, enfrente de casa, así que estaba todo el día en la calle, libre. Después pasé al colegio del Salvador de los Jesuitas, primero en la plaza Aragón. Recuerdo las manifestaciones del año 1968, estábamos sentados en las vallas viendo a los estudiantes que salían de la Facultad de Medicina.

¿Era rebelde?

No, ¡qué va! Siempre he sido muy bueno. Pero en los estudios era normal, no destacaba en nada.

¡Nadie lo diría ahora!

Me costaba muchísimo estudiar, era duro. Pero lo bueno del colegio es que seguimos los amigos de siempre. Tengo un recuerdo muy bueno.

¿Y qué marcó su cambio en los estudios?

En COU, en el colegio nuevo, apareció el padre Jesús Bastero, que daba por primera vez Biología. Veía que mis amigos que siempre sacaban muy buenas notas, en Biología no lo lograban, y yo sacaba sobresalientes que en mi vida había conseguido.

¿Fue Jesús Bastero el profesor que más le marcó?

Sí, fue Jesús Bastero con diferencia. Nos dio la visión de entender las cosas y no aprender de memoria. Siempre me había gustado la arquitectura, y trabajar con plantas, como agrónomo… Pero ahí me decidí por la biología.

CARLOS MARTIN MONTAÑES ( INVESTIGADOR ) / NUEVA VACUNA CONTRA LA TUBERCULOSIS MTBVAC / 08/04/2024 / FOTO OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]] [Original: _H5A0980.jpg] //ZAR// Autor: DUCH, OLIVER Fecha: 08/04/2024 Propietario: Heraldo de Aragón Id: 2024-1337730 [[[HA ARCHIVO]]]
Carlos Martín Montañés, ante la puerta de la Real Academia de Medicina de Zaragoza con sede en el Paraninfo, de la que es miembro 
Oliver Duch

Y entró en Medicina.

Sí. Al empezar fue muy gracioso, porque en primero tenía un amigo del colegio, Francisco Palacio, que conocía a Rafael Gómez Lus. Yo quería entrar en Microbiología, que se da en tercero. Fuimos a verlo al hospital y me presentó Francisco: "Que este amigo mío quiere hacer Microbiología". (Risas). El profesor Gómez Lus nos dijo: "Muy bien, cuando llegues a tercero y hagas la asignatura vuelves otra vez". En tercero ya, saqué interno pensionado por oposición, que ganábamos no sé si 80 pesetas o así, para estar en la cátedra y los monitores dábamos prácticas al resto de alumnos en grupos pequeños. Entonces estábamos unos 2.000.

El alumno de Medicina: "Estudiábamos en pandilla. Íbamos al Pájaro azul, sacábamos la calavera y el fémur y escribíamos: ‘troquiter, trocánter’" 

Es decir, que en la carrera ya despegó con sus resultados académicos.

Sí, en primero empecé a sacar sobresalientes y matrículas y así seguí los tres primeros años. Estudiábamos siempre en pandilla, íbamos al Pájaro azul con una bolsa y sacábamos la calavera, el fémur, y otros huesos que no sé de dónde habían salido, y escribíamos: "Troquiter, trocánter…" (Risas).

¿Qué hizo al acabar la carrera?

Empecé a pedir becas, y cogí una de FPU, de formación de personal investigador, que solían dar a los mejores expedientes. Y empecé a hacer la tesis con Gómez Lus porque fue un adelantado a su tiempo al comenzar a trabajar entonces con resistencia a los antibióticos: ya sabemos que la próxima pandemia va a ser por la resistencia a los antibióticos. La tesis la hice sobre los mecanismos del salto del cromosoma de la bacteria al plásmido para que sea epidémica esa transmisión. En Zaragoza no se tenía experiencia en genética micobacterial, así que don Rafael me mandó tres meses a Santander que se convirtieron en cinco años.

Santander ha sido clave en su vida, no solo en la vertiente investigadora.

Sí, pero a mi mujer, María José Iglesias, Chus, aunque su familia vivía en Santander, no la conocí ni allí ni en Zaragoza, donde también había estudiado Medicina. Nos conocimos por un amigo en común, que como me iba a Santander me dijo que allí vivían los padres de una amiga suya (el padre de Chus dirigía el Centro Meteorológico del Cantábrico). Pero ella es gallega y veraneaba en Sangenjo. Un verano, volviendo yo de Ons de ver a mi primo, surgió el flechazo. Ella es de medicina preventiva, epidemióloga. Hizo la especialidad en Bruselas cuando yo estaba en Santander, luego se fue a Vigo de médico y yo estaba en el Pasteur… Pero pudo ir a París, donde trabajó en epidemiología del cáncer en el Instituto Paul Vaillant Couturier Villejuif. Y ya nos casamos, nuestro hijo Carlos nació en Francia. Fueron años difíciles hasta que nos trasladamos a Zaragoza.

Después de sus cinco años en Santander, ¿qué pasó?

Vine dispuesto a trabajar en Zaragoza y Gómez Luz me dijo: "Hay un grupo en Francia que está intentando buscar un marcador de resistencia para trabajar en micobactorias". Vino de visita Brigitte Gigquel a ver el laboratorio porque estaba en un grupo con Julian Davies, que había trabajado con Gómez Lus en resistencia de antibióticos. Davies estaba en el Instituto Pasteur en una unidad denominada ‘Genié’, que podía significar ‘genio’ o ‘ingeniería genética’ de la microbiología. Ya entonces Brigitte era una pionera al defender que había que trabajar en tuberculosis porque nadie quería hacerlo, debido a que tarda muchísimo en crecer: en vez de tenerlas en un día, las colonias tardan un mes. Y hay que trabajar en laboratorio de seguridad biológica porque se transmite por vía respiratoria.

El Instituto Pasteur: "Al llegar a París se perdió mi maleta una semana, pero las cepas de micobacterias las llevaba en la mano, ¡estaban a salvo!"

¿Y cómo fue su llegada a París?

Gómez Lus me mandó para tres meses a ayudar en la búsqueda del gen. Recuerdo que llegué a París con las cepas de micobacterias en la mano, pero mi maleta se perdió durante una semana. Así que estuve una semana con una camisa que iba lavando, pero con las cepas a salvo (risas).

¿Enseguida se entendió con Brigitte Gicquel?

Yo fui el primer investigador postdoctoral de Brigitte Gicquel. Tuve muy buena relación. Empezamos a trabajar y encontramos un gen de resistencia que transponía en micobacterias, de crecimiento rápido, que publicamos en ‘Nature’. Primero estuve dos años con una beca de la OMS para buscar nuevas herramientas contra la tuberculosis. Ya empezamos a buscar las vacunas, queríamos manipular el bacilo de Koch. Después de dos años de postdoctoral y con los artículos que habíamos sacado, el Instituto Pasteur me contrató como profesor permanente. Así que a los cinco años mi mujer estaba trabajando en el Instituto Paul Vaillant Couturier Villejuif, nuestro hijo había nacido allí, estábamos muy a gusto.

¿Encontrasteis respeto a vuestro trabajo? ¿No sufristeis el ‘chovinismo’ que se achaca a los franceses?

Todo lo contrario, en Francia desde el principio te invitan a comer a sus casas. El ambiente de trabajo era excepcional. Como no sabía si iba a seguir o no, yo hice una segunda tesis. Pero fue muy curioso porque allí en las entrevistas de trabajo te preguntaban en francés, pero respondías en el idioma que querías, porque estabas por tu valía científica, no por la lengua en la que hablases. No como aquí estamos viendo entre nuestras comunidades, que si no tienes un título ya no puedes ir. En Francia viví los mejores años de mi vida.

"La vuelta a Zaragoza fue un choque. Era frecuente que te dijeran: '¿Tú qué te crees, que esto es el Instituto Pasteur?"

¿Por qué volvieron a Zaragoza?

Porque salió una plaza de titular, una oposición. La idea era devolver lo que yo había aprendido de genética y micobacterias, después de llevar diez años fuera. 

¿Fue un choque muy grande la vuelta a Zaragoza?

Pues sí, porque era frecuente que te dijeran: "¿Tú qué te crees, que esto es el Instituto Pasteur?". Fue bastante duro. Y nosotros ya estábamos buscando para los trabajos con micobacterias financiación europea. Éramos cuatro grupos en Europa trabajando sobre tuberculosis (Alemania, Inglaterra, Francia y España). Los cuatro grupos teníamos dinero para montar un laboratorio de seguridad biológica aunque aquí era muy pequeñito, como de risa...

Pero en ese laboratorio de risa se diseñó la vacuna MTBVAC.

Sí, porque al principio teníamos que hacer las construcciones aquí y tenía que ir alguien a Pasteur a hacer la transformación mutante.

Y de su equipo están saliendo discípulos que van a dar grandes alegrías a la ciencia, ¿no cree?

Sí, lo importante en ciencia es que a partir de un grupo salgan dos o tres científicos de primer nivel. Y Nacho Aguiló, Jesús Gonzalo, José Antonio Aínsa con su propio grupo, Sofía Samper en el hospital… Queremos que vaya habiendo relevo.

¿Está cambiando la investigación?

Totalmente. Antes de becario no pensabas en tu futuro y ahora ven que el sueldo de becario es poco más que el salario mínimo, aunque son los que tienen los mejores expedientes. Luego deben estar cuatro años, irse fuera y es dificilísimo volver. Muchos de los investigadores que se van ya saben que no van a volver. En Aragón tenemos empresas que están contratando a postdoc y prefieren ir allí.

¿Y hay alguna solución?

Sí, pero habría que cambiar mucho el actual modelo. Ahora no hay un sistema de evaluación cada tres años, sabes que el que se va, si no tiene una publicación en ‘Science’ o ‘Nature’, no puede volver y si tiene una beca Ramón y Cajal, cobra un tercio de lo que paga la empresa.

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